XXXVII. Reencuentros

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ChanYeol estaba sentado en su escritorio, leyendo un libro sobre música barroca, mientras sus alumnos presentaban un examen. Se encontró a sí mismo releyendo el mimo párrafo una y otra vez, en parte porque sus ojos se desviaban de la página de vez en cuando, para vigilar que nadie copiara. Sin embargo, había algo más que lo distraía. El músico había estado fantaseando sobre su reencuentro con SeHun. En el fondo, sabía que ocurriría tarde o temprano.

Aquella mañana, antes de irse a la universidad, decidió enviarle un mensaje, pero no obtuvo respuesta. Otro largo mes había pasado, y aún no sabía nada de su amigo. Con BaekHyun, la historia era diferente, porque MinSeok se encargaba de enviarle fotos en secreto casi todos los días. A veces, podía ver las mejillas infladas del barista, mientras desayunaba su cereal. Otras veces, MinSeok le tomaba fotos con ángulos extraños, donde podía ver sus fosas nasales o la coronilla de su cabeza. Había fotos donde BaekHyun tenía los dedos en el rostro, o en su cabello. Fotos donde parecía enojado y fotos donde sonreía. Al final, la galería en el teléfono de ChanYeol, estaba llena de fotos del barista, y él no podía evitar sonreír como un estúpido cada vez que las veía.

Sin embargo, aún no llamaba. Aunque, cada día, ChanYeol se despertaba con esa pequeña esperanza titilando en su interior. ¿Cuándo estará listo BaekHyun?, no lo sabía.

—Profesor, ya terminé —una de sus alumnos se acercó al escritorio, sacándolo de sus pensamientos, y le entregó su examen.

—Bien. Puedes retirarte. Gracias por esforzarte —el maestro la despidió con una sonrisa y una inclinación de cabeza.

La chica sonrió de vuelta, completamente ruborizada. Después, se acercó a su asiento para recoger su mochila y marcharse. En ese momento, el teléfono del músico vibró en su bolsillo. Cuando estaba a punto de tomarlo, volvió a vibrar. Vibró una y otra vez, durante cinco minutos, las notificaciones se apilaron en su pantalla de bloqueo. Algunos alumnos lo miraban confundidos, porque, a pesar de que sólo vibraba, el sonido seguía siendo perceptible.

—Di-Disculpen... —el profesor se levantó y salió del salón por un minuto.

En el pasillo, afuera del salón de clases, pudo ver que tenía setenta notificaciones de mensajes. Todos eran de SeHun. Al abrir el primer mensaje, ChanYeol solo pudo ver la imagen de un dildo rosado. Después, abrió el siguiente, para encontrar la imagen de un dildo que brillaba en la oscuridad. En la tercera imagen, había un dildo con la bandera de Corea impreso en él. Y así, cada mensaje que abría, sólo mostraba dildos. La sonrisa de ChanYeol se hacía cada vez más grande. SeHun le había enviado setenta imágenes de dildos y él no podía ser más feliz.

—¡Uh-hu! ¡No estoy muerto! —gritó, levantando los brazos en el aire.

Algunos alumnos se asomaron a la puerta para ver si estaba bien. Sus rostros reflejaban verdadera preocupación. ¿Acaso el profesor enloqueció?

—¡Hey! ¡Hey! ¡Regresen a sus lugares! Están presentado un examen —ChanYeol entró por la puerta, empujando a los alumnos que aún lo miraban preocupados.

***

Claro que, SeHun no iba a ponérselo tan fácil. Durante los siguientes tres días, siguió enviándole fotos de dildos sin parar. La alegría del músico se fue convirtiendo en hastío. Pero, no se quejaba, su mejor amigo no lo había dado por muerto, así que tarde o temprano volverían a hablar.

Una tarde, mientras esperaba el autobús para ir a casa, su teléfono volvió a vibrar en su bolsillo insistentemente. No quería responder, porque seguramente eran más mensajes de SeHun. Sin embargo, el teléfono vibró una y otra vez. Cuando por fin lo sacó de su bolsillo, notó que un número desconocido lo llamaba.

Im/possible Where stories live. Discover now