XII. Despertar agridulce

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Claro, era imposible que ChanYeol se fuera a dormir a su cama y dejara a BaekHyun en el piso. Sería grosero, por decir lo menos. El más alto se quedó acostado ahí, con la mirada fija en el techo y el corazón latiéndole desenfrenadamente. Escuchaba la respiración del barista, y algunos suaves gemidos que se le escapaban cada vez que cambiaba de posición. Y es que BaekHyun estaba sumamente inquieto. Rodaba de un lado a otro entre las cobijas, mientras ChanYeol rezaba en silencio para que no lo rozara.

—No puedo dormir, ChanYeol —dijo al fin, golpeando las cobijas con las palmas de sus manos, mirando hacia el techo también—. No debí tomar esa pequeña siesta en tu sillón.

Por un momento, el músico pensó que diría en tus brazos. Su corazón se rompió un poquito más.

—¿Qu-Qué podemos hacer?

—SeHunnie siempre se acurruca conmigo hasta que me duermo.

No, no, no. Eso no pasará. ChanYeol empieza a sentir que le falta el aire.

—Eso... sería inapropiado —logra responder, tratando de sonar tranquilo.

—Lo sé. Tú y yo no somos tan cercanos.

Justo en ese momento, otro pedazo del corazón de ChanYeol, cayó en el abismo de la desolación.

—Cántame —BaekHyun giró para encarar al músico. Por eso, ChanYeol pudo escuchar sus palabras muy cerca de su oreja.

—Yo... no sé... —dijo, mientras se estremecía.

—¡Anda! Puedes cantarme cualquier cosa. Prometo que me dormiré.

ChanYeol sintió movimiento a su lado, después se encendió la luz. Puso ambas manos sobre su rostro, para proteger sus ojos. Sintió cómo BaekHyun regresaba a su lugar junto a él en el piso, y comenzaba a empujarlo.

—Vamos, ChanYeol, cántame.

—Está bien.

Resignado, el músico se sentó sobre las cobijas y frotó sus ojos. Luego, se levantó para buscar su guitarra, la cual descansaba en el rincón junto a la ama. BaekHyun se acomodó entre las cobijas, fijando sus ojos de cachorro en el músico. Había una sonrisa emocionada en sus labios, pero ChanYeol trató de no mirarla mucho.

—¿Me cantarás una de tus canciones? —preguntó ansioso.

—Mis canciones no son tan buenas. Te cantaré una de mis canciones favoritas. Pero, por favor, promete que te dormirás —ChanYeol ajustaba las cuerdas de su guitarra. Lo cual era ridículo, porque siempre estaba afinada. Sólo buscaba un pretexto para no mirar fijamente a BaekHyun.

El músico se aclaró la garganta, y comenzó a tocar Creep de Radiohead.

***

Las notas que salían de la guitarra, eran impecables. La voz de ChanYeol se estampaba suavemente en los muros de la habitación, y en el corazón de BaekHyun, quien no podía quitarle los ojos de encima. Sin embargo, el músico mantenía los suyos cerrados. Cantaba con el corazón abierto, sangrando. Por eso, no podía mirar al barista, por mucho que lo deseara.

Las palabras que salían de sus labios, tenían una carga tan pesada, que era imposible no sentirse aplastado. BaekHyun se perdió en ellas, en la forma en la que ChanYeol sonreía por momentos, con esa expresión extraña, que resultaba adorable.

Cuando la canción terminó, el músico abrió los ojos, dejando que la última nota flotara a su alrededor. BaekHyun estaba dormido, y él suspiró aliviado. Por fin, podía contemplarlo sin miedo. Era tan hermoso, un ligero rubor pintaba sus mejillas, sus labios estaban entre abiertos, acunando su respiración acompasada.

Ya que el barista estaba dormido, ChanYeol pensó en tomar una manta e irse a dormir al sillón. No pudo hacerlo. El pequeño y cálido cuerpo, lo llamaba. Como una polilla dispuesta a morir quemada por la luz, el músico se recostó junto a BaekHyun.

El cansancio emocional lo abrumó de pronto, así que no tardó mucho en abandonar la realidad. Pero, el barista era un caso diferente. Aunque tenía los ojos cerrados, no dormía. Su corazón latía tan rápido, que por un momento temió que ChanYeol lo escuchara. ¿Qué diablos había sido eso? Sintió que mil dagas se clavaban en su corazón, mientras la canción resonaba en sus oídos.

Esa noche, BaekHyun tardó tres horas en quedarse dormido.

***

ChanYeol despertó con la nariz pegada a la nuca de BaekHyun. Todo su cuerpo estaba entumido, pues había pasado la noche respetando una línea imaginaria, que lo separaba del cuerpo del barista. Pero, su nariz no le prestó atención a eso, y se inclinó atraída por el aroma que desprendía la piel del invitado. Despacio, el músico se sentó y lo observó. Estaba de espaldas a él, su respiración acompasada, le decía que seguía durmiendo plácidamente.

El más alto se levantó, tomó su teléfono y salió de la habitación, siendo lo más silencioso posible. Eran las seis de la mañana. Tenía un par de horas para alistarse. Pensó que sería un lindo detalle si le preparaba un desayuno decente a su invitado. Repasaba en su mente los acontecimientos de la noche anterior, y el recuerdo de BaekHyun llorando amargamente en sus brazos, lo hizo estremecerse. Definitivamente, el chico necesitaba ser mimado. ChanYeol sonrió ante la idea. Se sintió emocionado, quería hacer que el chico sonriera.

Después de lavarse, se fue directo a la cocina. Mientras cortaba fruta fresca, comenzó a tararear una canción. Se sentía alegre, después de tantos días de tortura. Por primera vez desde que se mudó, conectó la cafetera que su madre la había regalado. Pronto, el departamento entero se impregnó con el delicioso aroma del café recién hecho. Se esmeró para que los huevos estrellados quedaran perfectos. Preparó una salsa rosa con cátsup y mayonesa. Tostó pan, el cual intentó cortar con forma de flores. Pronto, la pequeña mesa en la cocina estaba lista: Jugo de naranja recién exprimido, fruta, huevos y café caliente.

ChanYeol hizo una mueca. Cuando vio lo mucho que se había esmerado, se sintió terriblemente mal. BaekHyun no era un chico al que debiera mimar. No debería esforzarse por agradarle así. No debería preocuparse por hacerlo sonreír. Porque BaekHyun era el prometido de su mejor amigo. La realidad lo golpeó con su puño de hierro. Él no tenía ningún derecho. No tenía derecho de sentirse contento por haber compartido una noche con el barista, no tenía derecho a sonreír por su presencia, no tenía derecho de albergar esperanzas en su corazón. Pero, la mesa estaba servida, y él debía tragarse la culpa.

Se pasó las manos por el cabello, respiró profundo y salió de la cocina. Iría a despertar a su invitado, era hora del desayuno.

Pero, BaekHyun salió apresurado de la habitación, Tenía el cabello revuelto y una linda sonrisa en sus labios.

—SeHunnie me llamó. Está esperándome en su oficina. Mandó a un chofer por mí. ¿Dónde está mi ropa? —el chico buscaba por todos lados, como si fuera un pequeño remolino.

ChanYeol lo observaba con los ojos bien abiertos. La expresión en su rostro era una mezcla de sorpresa y decepción.

—¡Oh, espera! —el músico reaccionó al fin. Salió disparado hacia el pequeño cuarto de lavado y le entregó su sudadera limpia—. Tus pantalones están sobre la cama...

—¡Gracias!

BaekHyun regresó a la habitación para vestirse, dejándolo de pie a mitad de la pequeña sala. No tardó mucho en regresar, ya estaba casi listo, sólo intentaba acomodar su cabello negro con los dedos.

—Muchas gracias por todo, ChanYeol. Te llamo luego para contarte.

Le regaló una reverencia al más alto y salió del departamento.

ChanYeol suspiró. Sintió cómo el sonido de la puerta cerrándose, le rompía un poco más el corazón.


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