IV. El almuerzo

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Cuando ChanYeol abrió los ojos. Los rayos de la luna habían sido sustituidos por los cálidos rayos del sol. Era temprano todavía, podía tomar una ducha y un desayuno decente, antes de irse.

Mientras hacía la cama, ChanYeol sintió una paz invadiéndolo. El día anterior se había convertido en una pequeña pesadilla. Pero, la fresca mañana le trajo claridad. Se había comportado como un adolecente, y su cuerpo reaccionó a un estrés inesperado. Eso era todo.

Tomó su termo lleno de café, su mochila y salió del departamento. Aún había un par de cajas apiladas por ahí. Pero, fuera de eso, el lugar se había convertido en un cálido hogar, solo para él. Estaba en la segunda planta de un pequeño edificio pintado de azul, en el cual todavía estaban tres departamentos desocupados. ChanYeol no había hecho amistad con ningún vecino, por algún motivo, no había coincidido con ellos. Mientras bajaba las escaleras, recordó su cita con SeHun. Se detuvo un momento y frunció el ceño. Luego de murmurar alguna maldición, prosiguió su camino.

***

ChanYeol tuvo que cubrir a tres maestros aquella mañana. Cerca del mediodía, corrió a su clase de Conjuntos instrumentales, donde la maestra decidió proyectar un concierto de blues. ChanYeol luchaba contra sus párpados, los cuales se había vuelto muy pesados de pronto. Su teléfono vibró en el bolsillo de su saco. Era un mensaje de SeHun:

[SeHunnie] Llego en 10 min. No pienso esperarte. Más vale que ya estés en la puerta.

ChanYeol suspiró, luego frotó sus ojos, tratando de deshacerse del sopor que lo invadía. Guardó sus cosas en la mochila y salió discretamente del salón. No se perdería de mucho, después de todo, la clase estaba por terminar.

Cuando llegó al estacionamiento de la universidad, se percató de la pequeña multitud que se encontraba susurrando cosas, alrededor de un hermoso Koenigsegg Regera rojo, que más bien parecía sacado de una película de ciencia ficción. ChanYeol se acercó lo suficiente, para ver a su mejor amigo recargado sobre el auto. El maldito hijo de puta parecía un príncipe de alguna nación extranjera, con aquellos lentes de sol y el traje negro. Sin mencionar la expresión de autosuficiencia en su rostro. El músico palideció por un momento. Aquello debía ser una broma. Suspiró. No podía negar que la furia había comenzado a apoderarse de él.

—¿¡Qué demonio es esto!? —preguntó ChanYeol, con el rostro descompuesto en una mueca de ira e incredulidad, mientras se acercaba a SeHun.

—Es un auto, ¿no lo ves? Para ser un cerebrito, te falta un poco de sentido común —se burló SeHun, golpeando su sien suavemente con su dedo índice.

—Eres un idiota... —murmuró ChanYeol, tratando de recuperar la compostura. La gente seguía observándolos. Ahora su nombre estará de boca en boca por toda la universidad.

—Es un regalo de bienvenida de mi papi. Solo hay ochenta en todo el mundo, ¿puedes creerlo? —explicó, mientras acariciaba el techo del auto.

—Claro que puedo creerlo... maldito presumido —ChanYeol habló por lo bajo, negando con la cabeza. Sus ojos no pudieron evitar admirar la belleza de aquel auto.

—Vámonos. Sube ya. Muero de hambre —SeHun abrió la puerta del copiloto para su amigo. La estúpida sonrisa de satisfacción en su rostro, hizo que la sangre de ChanYeol hirviera dentro de sus venas.

El músico lo miró con frustración. Por un momento, sopesó la idea de irse caminando por su lado, pero desistió y subió al auto. Por supuesto, era igual de impresionante por dentro. ChanYeol juró que su trasero jamás se había posado sobre algo tan suave. Se juró a sí mismo que pediría lo más caro en el restaurante, sería su pequeña venganza por la presunción de su amigo.

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