XXI. MinSeok

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SeHun trató de cubrirse con ambos brazos, cuando BaekHyun arrojó un libro en su dirección.

—¡Baek, por favor, cálmate! —el empresario intentaba acercarse a su prometido, pero él seguía tirando objetos en su dirección.

—¡Eres un maldito! ¡Te odio! ¡Aléjate de mí!... ¡Me da comezón! ¡Todo es tu culpa! —el barista se rascaba todo el cuerpo con violencia, mientras tiraba todos los cojines de la cama hacia la cara de SeHun. Sus ojos inundados de lágrimas, parecían un par de estrellas rotas. Era como si ya no se pudiera ver a BaekHyun a través de ellos.

—¡Baek, detente! ¡Vas a hacerte daño!

—¡Lárgate!

SeHun abrió la puerta de la habitación y salió. Su respiración agitada se mezclaba con los sollozos del barista del otro lado. El empresario Sujetó la manija de la puerta con fuerza, mientras trataba de contener el llanto. No, SeHun no era de los tipos sensibles que lloraba por cualquier cosa. Él era fuerte, él era valiente y poseía el carácter necesario para enfrentar cualquier cosa. Quizá, por eso había decidido curar su culpa y cuidar de BaekHyun.

Pero, se había vuelto más difícil últimamente. Había algo que él no podía solucionar, y no sabía qué era. Corrió hacia la cocina para buscar la medicina de su prometido. Mientras llenaba un vaso con agua, sonó el timbre del departamento. SeHun dudó un momento. No esperaban la visita de nadie, y no era prudente dejar que cualquiera viera a BaekHyun en ese estado. Se apresuró a poner un ojo sobre la mirilla. Sin dudarlo más, abrió la puerta.

—BaekHyun tiene un episodio.

El chico recién llegado no necesito escuchar más. La expresión de angustia en el rostro de SeHun, le hizo ver la verdadera urgencia de aquellas palabras. Entró al departamento, mirando a su alrededor, como si preguntara silenciosamente hacia dónde debía ir.

—La segunda puerta en ese pasillo —SeHun señaló el camino, después tomó la maleta que el recién llegado había dejado en la puerta, y la colocó en la sala.

El empresario se dejó caer en uno de los cómodos sillones. Los gritos de BaekHyun cesaron dos horas después. El invitado apareció por el pasillo, con las mejillas tan rojas como sus ojos. Su cabello pintado de rubio estaba despeinado. Seguramente, había intentado contener la ira del barista.

—¿Cómo está? —SeHun se apresuró hacia él para tomarlo de los hombros.

—Está tranquilo. Dame la medicina, aceptó tomarla si yo se la doy.

El empresario salió corriendo hacia la cocina, regresó unos segundos después con un par de píldoras y un vaso con agua. El visitante los tomó sin decir más, luego desapareció por el pasillo. SeHun regresó al sillón, su corazón había comenzado a calmarse, después de toda esa adrenalina fluyendo por sus venas, se sentía somnoliento.

—Se quedó dormido —el rubio se dejó caer junto a SeHun en el sillón, después de media hora—. ¿Qué lo detonó esta vez?

—No lo sé, MinSeok —SeHun apoyó la cabeza en ambas manos—. Estábamos comiendo con mi mejor amigo y su nuevo novio. Se disculpó para ir al baño, cuando regresó, estaba sudando y sus ojos... —SeHun suspiró y echó la cabeza hacia atrás, sobre el respaldo del sillón—. ¡Odio cuando sus ojos se vacían así!

—Lo sé... —MinSeok puso una mano sobre el muslo del empresario, era una manera de ofrecerle alguna clase de apoyo—. Apenas es el principio. Debemos mantenerlo lo más alejado de cualquier situación estresante. Si no, sólo va a empeorar.

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