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El volumen de la música era tan alto que sin duda alguna se escuchaba a varios kilómetros a la redonda. Era una fortuna que la fiesta se estuviera dando en un lugar alejado de la ciudad. El sonido retumbaba con potencia y hacía que mi corazón latiera como si se tratara del galope de un caballo. Ya era cerca de medianoche y la fiesta era una completa locura. Decenas de universitarios bailaban al ritmo del Dj, un improvisado chico que creía serlo, pero al menos lograba su objetivo, hacer que todos movieran las caderas. El sitio estaba casi repleto y las personas seguían llegando. Cómo culparlos, el sitio era simplemente perfecto y ya había pasado tanto tiempo desde que no se celebraba una buena fiesta. Los recién llegados se adaptaron rápidamente a la celebración. La mayoría de ellos se integraron a la pista de baile sin dudarlo ni un segundo, mientras que otros prefirieron ir por unos tragos. El lugar se estaba llenando, una majestuosa y elegante cabaña de madera, de dos enormes pisos, rodeada solamente por la naturaleza quien era la única encargada de apaciguar el fortísimo sonido de la música.

Me encontraba en una de las esquinas de la pista, bailando vagamente con varios de mis amigos, formando un pequeño círculo. La temperatura empezaba a subir de a poco y mi cuerpo comenzaba a sudar. Mi garganta estaba seca como un desierto y exigía una cerveza bien helada. Le hice caso, sin objeción alguna. Me acerqué a la barra y me senté para descansar un poco. No lo había notado antes, pero mis piernas realmente dolían. Le di un sorbo a mi bebida y fue casi como un orgasmo, ¡estaba realmente deliciosa! Aproveché para quedarme allí unos cuantos minutos más, disfrutando de mi cerveza y apreciando la buena fiesta que se estaba llevando a cabo. Había sido una suerte haber obtenido el lugar. Algunos de los estudiantes de la universidad viven allí, en Roca Plateada, por lo que no fue tan difícil convencer al dueño.

Una sonrisa involuntaria se dibujó en mi rostro al ver a un joven delgado bailar de forma muy graciosa, mientras era alentado por varias personas a su alrededor. Mis ojos divagaban por todo el lugar, disfrutando de las distintas escenas. En varias ocasiones chocaba miradas con algunos conocidos a los que tenía que saludar con un movimiento de cabeza.

Un grupo conformado por tres chicos se acercaron a la barra mientras fumaban sus cigarrillos. Al parecer, la parte lateral de la cabaña era la zona escogida por los fumadores. Pude apreciar a varios de ellos, que al igual que yo, sonreían al ver al chico bailarín de los movimientos raros. Dentro del grupo que se había acercado a la barra, pude distinguir a uno de ellos. La mayoría lo conocen como El Lojano, un muchacho de estatura promedio que carga ambos brazos llenos de tatuajes, ni un solo pedazo de piel descubierta. Lo que más me llamaba la atención de él era su cabello de un extraño color fucsia que en mi opinión, combinaba con su corte rapado.

Sin darme cuenta, mi cerveza se había vaciado. Solté un soplido de resignación (realmente estaba deliciosa) y me dispuse a volver con mi grupo. Apenas me puse de pie, pude sentir como mi cabeza pesaba toneladas y mi vista se tornó borrosa. Me llevé ambas manos al rostro para soportar el dolor.

–¡Hey!, ¿estás bien? –preguntó El Lojano con una pisca de preocupación. Nunca había cruzado palabras con él antes. Me parecía una persona interesante de conocer, pero no me sentía con ganas en ese momento, el dolor me estaba matando.

–S-sí... No es nada –respondí con los ojos muy apretados. Después de unos segundos, sentí como el dolor se esfumaba, por lo que seguí mi camino. –Gracias –le dije casi por instinto, antes de marcharme de la barra.

Llegué a mi grupo sin darle la menor importancia a lo que había ocurrido. Seguí bailando como lo había venido haciendo hasta que una vez más, el extraño dolor volvió. Traté de aguantar y disimularlo, pero era demasiado potente. Sentía como mi cuerpo perdía sus fuerzas y mis músculos no me respondían. Mi cabeza daba vueltas y me sentía muy mareado. Todo comenzaba a nublarse y verse borroso. ¿Acaso estaba borracho? ¡No! ¡Imposible! Solo había bebido dos cervezas en toda la noche. He bebido mucho más que eso antes. ¿Entonces que era?

El sonido de la música empezaba a distorsionarse y no distinguía su melodía. Sentía claramente como mi cuerpo se desvanecía, sin poder hacer nada para evitarlo.

No pude hacer más y finalmente me desplomé en el suelo. No sentía nada, solo el helado viento que penetraba mis huesos para hacerme sentir un terrible escalofrío. Apenas podía mantener mis ojos ligeramente abiertos, pero era en vano, no podía distinguir nada. Ni los sonidos, todo era un indescifrable zumbido para mí. Solo alcancé a notar como algunas personas gritaban mi nombre, horrorizadas, mientras todo el mundo se acercaba. Me sentía débil, muy, muy débil... Mis ojos se cerraron con lentitud y mi mente quedó completamente en blanco.

¡Sí! Ese día había sido el comienzo de todo...

Nunca me había imaginado que mi muerte estaba tan cerca...

Without ColorsWhere stories live. Discover now