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Había transcurrido una semana completa desde aquella vez. Los días pasaban con normalidad, sin tomar en cuenta que mi vida se acortaba con cada insignificante segundo que marcaba el reloj. Mi estadía en la universidad se había convertido despreocupada y sin ningún interés por las clases. Entraba a los salones si se me antojaba y solo con los profesores que en mi opinión, eran agradables. Ese día en particular me sentía muy nervioso. Iba a hacer algo que con solo pensarlo, se me ponían los vellos de punta. Tomé esa decisión después de la fiesta del Lojano. Tenía la seguridad de que no era el camino correcto y de que quizá estaba totalmente equivocado, pero tomaría el riesgo con tal de ver los colores una vez más.

Ese día de la fiesta había sido una completa locura. Después de sentir los primeros efectos del cartón no recuerdo con claridad lo que ocurrió. O mejor dicho, mi realidad se distorsionó a tal punto que con solo pensarlo me dan ganas de echarme al piso a reír. En los días posteriores, Fiorelha me contó todo mientras estábamos en una de las clases de AJ. La fiesta continuó con todos divirtiéndose a más no poder. Algunos habían bebido demasiado que ya no podían bailar con estabilidad. Uno de ellos era El Duque, quien sin importar que su cuerpo se tambaleaba como un trompo, se reusaba firmemente a marcharse. Sr. Liar por su parte, el muy estúpido y altanero, siempre creyéndose el rey de reyes, había fumado tanto que cayó inconsciente en el piso de madera. El golpe fue tan brusco y potente que alertó a todo el mundo. Obviamente después de cerciorarse de que no había ocurrido nada grave, todos se echaron a reír a carcajadas, llevándolo en peso sobre el suave acolchonado. Ese idiota y su afán de impresionar a todo el mundo...

Fiorelha siguió con el relato. Ella fue la única del grupo que no consumió ningún tipo de droga, y tan solo bebió la cantidad necesaria como para sentirse en el ambiente. Me contó que yo parecía un completo muñeco de trapo. Era como si mi cerebro se hubiera desenchufado de mi cuerpo y solamente respiraba por inercia. Mis palabras eran simples balbuceos y tenía la cara de retrasado. Ya me lo imaginaba, que ridículo tuve que haber estado... Esperaba un tremendo milagro para que Nieve no me hubiera visto en esa situación.

Mi amiga se estaba divirtiendo al contarme todo lo que había pasado. Sobre todo al relatarme como me veía. Incluso me imitaba con lujos y detalles.

–Y yo trataba de hablarte y tú no decías nada... –siguió–. Era como si tu cuerpo hubiera estado completamente vacío –Se burló, reproduciendo la escena. Puso una cara de retrasada, viendo el techo del salón con los ojos adormilados y la boca muy abierta. Me imitó por un breve momento antes de echarse a reír nuevamente. Yo le di un leve codazo sin poder hacer nada para que no se me dibujara una pequeña sonrisa en mi rostro.

–Ya, ya... Parecía un retrasado, ya lo entendí –La regañé, cansado de sus burlas.

–Lo siento –siguió riendo, restregándose las lágrimas–. Es solo que tenías que haberte visto...

–Ya para... –Negué con la cabeza–. Mejor sigue con la historia... –sugerí.

Ella continuó.

Según Fiorelha, después de unos minutos más, El Duque se había recostado en el sofá con nosotros, completamente rendido:

–¡Estoy exhausto! –reclamó, con los ojos adormilados. Sus parpados parecía pesar toneladas y su respiración era forzada.

–¿Estás bien? –preguntó Fiorelha con preocupación.

–S-sí... Solo quiero... quiero... –balbuceaba. De repente, sus ojos se abrieron como platos y llevó su mano de inmediato a la boca, inflando sus cachetes con fuerza. Se levantó del sofá de un solo salto y se dirigió al baño con una velocidad bestial. Cerró la puerta de un tremendo golpe y se escuchó con claridad como vomitaba a montones. Todos dirigieron sus miradas hacía el sanitario debido al enorme escándalo que estaba haciendo El Duque.

Without ColorsWhere stories live. Discover now