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La hora acordada estaba a escasos minutos de llegar. La luna se veía hermosa y gigantesca esa noche, como si hubiera elegido ser espectadora de lo que iba a hacer. Tomé una chaqueta y salí de mi departamento para dirigirme al lugar de encuentro. Estaba haciendo un frío voraz que me helaba los huesos, ni mil chaquetas me hubieran mantenido cálido. Llegué a pensar que era producto del nerviosismo y miedo que dominaban mi cerebro. Caminé con torpeza por el lugar, junto a la carretera, mientras observaba a las personas de alrededor, las casas y los automóviles.

Una bocina repentina y demasiado ruidosa me aceleró el corazón al escucharla cerca de mí. Mi pecho bombeaba con ritmo desenfrenado por el impacto de ese fortísimo ruido. Estaba tan nervioso que todo me causaba una terrible conmoción. Seguí caminando con las piernas temblorosas hasta poder ver a unos pocos metros de distancia el lugar de destino: El parque de la ciudad, un lugar amplio y hermoso. Ocupa casi toda una manzana y está compuesta por vegetación de todo tipo, sin contar los lugares recreativos y de descanso. Seguí mi rumbo sobre el adoquinado y me dirigí hacia el monumento del parque, unas letras gigantescas con el nombre de la ciudad. Ese era el lugar donde Aladdín me citó. Llegué con algunos minutos de anticipación y me senté en una de las bancas cercanas. Miraba a todas direcciones sin tratar de generar sospechas, pero el nerviosismo se convertía en pánico de a poco. Jugaba con mis dedos para tratar de apaciguar la tensión que recorría por todo mi cuerpo. Pasaron unos cuantos minutos más cuando de pronto, sin ni siquiera darme cuenta de su cercanía, un muchacho que aparentaba mi edad se sentó a mi lado.

–No voltees, mirada al frente, y actúa como si no me conocieras –habló de inmediato, mientras simulaba que escribía en su celular.

–¿Qué? –balbuceé en un susurro, analizando al sujeto que tenía a mi costado.

–Te dije que mirada al frente –Me reprendió sin dejar de teclear en su celular–. ¿O acaso no quieres el cartón? –añadió. Le hice caso sin protestar. Con el breve momento que alcancé a mirarlo me pude dar cuenta que era un tipo delgado y moreno, con un toque de aspecto hindú. Su cabello largo y lacio le daba un parecido casi idéntico al apodo con el que lo conocen.

Aladdín...

–¿Y qué hago? –reclamé, después de varios segundos de un incómodo silencio.

–Saca el dinero, asegúrate de que esté completo y déjalo en la banca disimuladamente. Tu encargo está en el basurero detrás de nosotros –Volteé por instinto unos segundos y regresé la mirada hacia al frente, siguiendo las normas de Aladdín. Saqué mi billetera y tomé la cantidad que me había indicado con anterioridad por mensaje.

–¿Y ahora?

–Deja el dinero y ve por tu encargo. No me viste, nunca hablamos, aquí no ha pasado nada... –dijo de memoria, como si lo repitiera todos los días. Lo más seguro es que si lo haga–. ¿Qué esperas? –Se irritó un poco. Me levanté de un solo salto por el susto de su voz y traté de oprimir el nerviosismo para actuar con normalidad. Solté el dinero en el banquillo y caminé con torpeza hacia el basurero. Apenas llegué a mi destino Aladdín tomó el dinero y se marchó del lugar a pasos apresurados. No pude evitar en pensar que todo se trataba de una descarada estafa, pero entonces El Lojano también estaría implicado, lo que me hizo eliminar la idea de inmediato. Me acerqué al pequeño contenedor y fingí que botaba un desperdicio, mientras analizaba su interior. Había una pequeña envoltura de papel, doblada varias veces, lo que la hacía más gruesa. Estaba adherida con cinta en una de las paredes del contenedor. Me apresuré a tomarla y guardarla en mi bolsillo con disimulo. Volteé hacia la banquilla pero Aladdín ya se encontraba varios metros alejado de mí.

El camino de regreso se me hizo como un veloz abrir y cerrar de ojos. Mi cerebro estaba bombardeado por millones de pensamientos mientras mi cuerpo caminaba inconscientemente. Cuando me di cuenta ya me encontraba en la puerta de mi departamento. Abrí el paquete aún con el miedo de que no hubiera nada en su interior. Lo desdoblé con delicadeza hasta encontrar un pequeño pedacito casi idéntico al que El Lojano me había dado en la fiesta. Suspiré con tranquilidad y sonreí involuntariamente. Tomé el pequeño cartón y me quedé contemplándolo por un buen rato, fantaseando con la emocionante idea de tener los colores de regreso. Imité lo que había hecho en la ocasión anterior y resguardé la droga en una de mis encías inferiores, hasta dejarlo completamente quieto e inmóvil. En la fiesta había tardado un poco más de una hora en comenzar los efectos, así que tenía que esperar todo ese tiempo. Usé mi computador y me entretuve escuchando música hasta que el cartón hicieran su trabajo. Los minutos pasaban y no me había percatado de cuanto había transcurrido, pero de pronto, al igual que en la fiesta, mi cuerpo comenzó a sentirse altamente extasiado. Sentía como si mis órganos se hubieran optimizado al máximo y mi piel estaba hipersensible. Podía sentir incluso el viento con total claridad. Cerré la laptop de un solo golpe y empecé a observar a mi alrededor con entusiasmo y expectación. La sensación era extraordinariamente igual a la de la fiesta. "Ya falta poco...", pensé con emoción. "Los colores... ¡Ya están por venir!" Sonreí.

Mientras el tiempo transcurría, los efectos de la droga se hacían cada vez más potentes. Las cortinas danzaban y los objetos del departamento parecían cobrar vida. Incluso llegué a pensar que me hablaban como si fueran personas comunes y corrientes. Todo era tan loco y a la vez tan divertido. Mi cuerpo parecía flotar y mi habitación perdía forma de a poco, hasta convertirse, según mi percepción de ese momento, en el espacio sideral. Estaba tan sorprendido y maravillado. Sin duda esa parte era diferente de aquella ocasión. En la fiesta, aunque experimenté un viaje igual de potente, las visiones y la experiencia fueron distinta.

Y seguía allí, flotando en una supernova, atrapando los planetas en mis dedos como si fueran pequeñas canicas. Podía moverme a cualquier lugar en un instante y modificar mi tamaño a placer. Desde el de una diminuta hormiga hasta estar a la par con una aglomeración de galaxias. La sensación era tan asombrosa, pero no podía ver los colores por ningún lugar. Aunque todo parecía de película, con efectos asombrosos e impactantes, no dejaba de parecerme como una cinta antigua y aburrida. A blanco y negro... "¿¡Donde están!?" Me desesperé. "¡Aparezcan!", ordené en mi mente como si fueran a hacerme caso. Ya debía ser hora de que fuera capaz de ver los colores. En la ocasión anterior habían aparecido casi al inicio del efecto.

Me sentía como un dios, uno incapaz de ver el mundo real tal como es. Los planetas solo eran pequeñas esferas pálidas. Las galaxias, paisajes escarchadas de negro. Las estrellas, brillantes y resplandecientes, no importaba de qué color fuera su luz, todas me parecían blancas. Si la existencia de un dios fuera real, sin duda alguna me sentía como uno. Un patético dios quien hasta su propia creación le había dado la espalda...

No recuerdo exactamente como me quedé dormido. No había sentido sueño ni cansancio, y nunca percibí que los efectos estuvieran debilitándose. Al fin y al cabo, desperté a la mañana siguiente en el piso, con mi espalda muriéndose de dolor. Llevaba varias horas de atraso a mis clases y parecía que no iría a las que restaban. Mi cuerpo estaba tieso y adolorido, como si un camión me hubiera atropellado durante el viaje. Decidí no ir y seguir durmiendo todo el día restante. Seguía cansado y sobretodo, la desilusión de no ver los colores me desquebrajaba por dentro. "¿Qué ocurrió? ¿Por qué no los vi?" Me lancé al colchón y sentí como cada pequeña parte de mi cuerpo dolía. Maldecí un par de veces y luché por encontrar la posición adecuada para estar decentemente cómodo. No pude evitar pensar en Aladdín. "¿Me habría estafado? No... no lo creo" No cabe duda que el cartón hizo su trabajo perfectamente. No sé mucho de drogas pero supongo que no hay una que diga «Use y recupere los colores.»

"Pero entonces, ¿por qué los pude ver en aquella ocasión? ¿Que había sido diferente? ¿Que había hecho mal ahora?" Tenía tantas dudas que me atormentaban. Perder los colores de la visión nunca me importó, como hacerlo cuando se sabe que te quedan tres meses de vida. No tenía pensado torturarme más de la cuenta, pero ese día lo había cambiado todo. Si había una oportunidad, por más pequeña y remota que sea de recuperarlos, sin duda alguna encontraría la respuesta a ese enigma. ¿Quién sabe? Incluso podía hacer más emocionante el tiempo que me quedaba.

Pero primero lo primero. Tenía que buscar respuestas...

Without Colorsحيث تعيش القصص. اكتشف الآن