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Ambos se deslizaron encima de sus flotadores y se dejaron arrastrar por el Santuario. El río no tiene una gran profundidad, pero su caudal y potencia lo convierten en un asesino despiadado. Eso, sin contar las gigantescas rocas que se encuentran por todo el camino, las cuales si te descuidas en un solo momento puede ser lo último que veas. Eso lo sé muy bien...

Cuando participé en la Carrera, no asumía lo peligroso que esto podía llegar a ser.

Los Cazadores inician la competencia con diez segundos de ventaja con respecto a los Desafiantes. Esto les da el tiempo suficiente para poner cualquier plan en marcha, ubicándose en algún lugar en específico, o simplemente seguir dejándose arrastrar por el río.

La única manera de ganar en este duelo es que uno de los Desafiantes atraviese la meta, pero sería muy sencillo sin la presencia de los acompañantes, quienes tienen el deber de usar cualquier parte de su cuerpo para detenerlos. Los Cazadores no pueden intervenir entre ellos mismos, y los únicos objetivos posibles en la Carrera eran Sonrisas y Kikis. Por esta razón es que los Desafiantes asumen todo el riesgo de la competencia. No existe ninguna regla en este duelo, todo es válido, al menos que sea ilegal por supuesto.

En aquella ocasión, cuando era yo el que me encontraba encima de uno de esos flotadores, todo parecía marchar perfectamente. Pero de pronto, en un descuido mío, un cazador del otro equipo se abalanzó contra mí, sumergiéndome dentro del correntoso río. El tipo había salido de la nada, tomándome por sorpresa, y yo me encontraba en el fondo del Santuario sin poder reaccionar. La poderosa corriente me arrastraba y las enormes rocas chocaban contra mí, golpeándome por todas partes. Emergí mi cuerpo con desesperación, tratando de recuperar el aliento, pero nuevamente fui sometido por el insaciable caudal. Aunque mis pies tocaban el fondo, no podía estabilizarme, la corriente era muy potente y sin mi flotador cerca, las rocas me producían una dolorosa tortura. Finalmente pude llegar a la orilla en uno de los tramos donde la profundidad era mucho menor, logrando al fin arrastrarme hasta la salvación. Me tiré sobre la pequeña playa que se formaba en el borde, recuperando el aliento con dificultad, mientras varios de mis amigos se me acercaban con sus rostros llenos de pavor.

Obviamente perdí la competencia y tuve que hacer el peor ridículo de la historia...

¡Oh, es verdad! Aún no lo he dicho...

¿Cuál es el objetivo te todo este drama? ¿Qué gana el que salga victorioso de la famosa Carrera?

Pues simple y sencillo. La recompensa es un mandato.

Así como suena. Uno inquebrantable y prohibido de incumplir. Una orden absoluta. Ahora que lo pienso, y comparado con otras derrotas, yo la tuve muy fácil. Tuve que asistir a la universidad vestido como mujer por una semana. Le pedí prestado varios atuendos y faldas a Fiorelha para poder cumplirlo. Era una fortuna que ya nadie hablara sobre ese asunto..., aunque los vergonzosos videos siguen en internet.

Aun así, recordar otros mandatos me helaba la piel. Se podía ordenar cualquier cosa que se le viniera a la mente al ganador, y creo es necesario repetir, con tal que sea legal.

Algunos mandatos eran realmente crueles, que solo podían generarse en las mentes más retorcidas y malévolas. Conozco a alguien que tuvo que robar las respuestas del examen final con Rafa, aunque algunos dicen que lo descubrieron, nadie sabe que pasó después. Recordar la historia de Romeo me sigue afectando hasta el día de hoy. Al perder la Carrera fue obligado a romper su relación de año y medio. Tal parece que ese duelo se dio por un triángulo amoroso y había sido la jugada perfecta para que el Desafiante ganador tuviera una oportunidad.

Pero el que se lleva el Oscar al mejor mandato de la historia fue el que impuso Hades a Zeus.

Abandonar Kiami...

Without ColorsWhere stories live. Discover now