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"Nieve...", pensé en ella una vez más.

"Sonrisas...", gruñí sin dejar de mirarlo. Estaba claro que quería provocarme con su estúpido y arrogante rostro, pero no caería en su juego.

Respiré profundamente y traté de alejar todo el odio que comenzaba a acumularse dentro de mi cuerpo.

"Inhala y exhala..."

"Inhala y exhala..."

"Tú eres mejor que él... No te rebajes" Me aconsejaba a mí mismo, mientras mantenía mis ojos cerrados.

Finalmente el partido estaba a punto de comenzar y como era costumbre, nos reunimos en una ronda grupal. Oz se aseguró de no estar al lado de Liar, pero claro, eso solo lo pudimos notar los tres que sabíamos del asunto.

–La final... –susurró El Duque con emoción–. Nunca habíamos llegado tan lejos... ¡Estamos a un solo paso, señores! –alentó.

–¡Así se habla! –continuó El Lojano–. Lo importante no es ganar... Pero esta ocasión es distinta –dijo con los ojos entrecerrados–. Debemos vencer al infeliz de Sonrisas sea como sea –aclaró, chocando su puño con la palma de la mano.

–¡A ganar, señores! –rugí, intentando terminar esta insoportable reunión. La incomodidad que sentía mi gemelo me estaba volviendo loco. Su deprimente rostro me partía el alma, y la frialdad de Oz solo empeoraba las cosas.

–¡A ganar! –Se escuchó en coro. Liar apenas pudo emitir un murmullo, mientras que su mejor amigo mantuvo sus labios pegados durante todo el tiempo.

Nos dispersamos a lo largo de la cancha, tomando nuestras ubicaciones. Aproveché los preparativos para acercarme a Oz y sacarle respuestas sobre su extraño comportamiento.

–¿Qué haces aquí? –mascullé al estar justo frente a él.

–¿Acaso no soy del equipo? –respondió con seriedad.

–¡Le diste un tremendo golpetazo a Liar! –gruñí.

–Eso no es asunto tuyo –replicó con frialdad.

–¿¡Que no es asunto mío!? –reclamé, tratando de contener mi ira. No quería que los demás se dieran cuenta y que armaran un escándalo, así que traté de tranquilizarme–. ¿Acaso no somos amigos? ¿Acaso Liar no lo es?

–Ese maricón no es mi amigo... –escupió con repugnancia, mostrando desagrado en su rostro. Esas crudas palabras me habían estremecido como nunca antes. Una vez más me ocurría lo mismo, alguien quien creía conocer perfectamente se mostraba como un completo extraño delante de mí. Oz parecía una persona distinta, fría y llena de rencor. Sentía unas incontrolables ganas de encestarle un puñetazo en su repulsivo rostro, pero mi sentido común fue mucho más fuerte.

–¿Entonces por qué estás aquí? –reproché, tragándome mi enojo–. ¿Por qué no nos abandonaste?

–No te confundas –respondió de inmediato, carente de toda emoción–. He deseado ganar este campeonato desde hace mucho... Nada ni nadie me lo impedirá, ni siquiera el maricón de Liar –Su voz sonaba áspera y vacía. En definitiva estaba delante de un completo extraño. Oz no era así, nunca lo fue. Era la persona más amable y tranquila que había conocido jamás. ¿Cómo pudo cambiar tanto de la noche a la mañana?

Mis labios se abrieron ligeramente y mis pupilas se movían con inquietud, tratando de reconocerlo. Intenté decirle algo más pero no pude, simplemente me tragué mis palabras y apreté mis párpados, lamentándome por su comportamiento. Di media vuelta y me alejé de él, evitando que se prolongue por más tiempo esa tortura. Sus palabras me lastimaban, me dolía tanto la manera en la que se comportaba... ¡Su maldad me hacía sufrir!

Without ColorsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora