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Finalmente, el gran día había llegado. Muchos lo esperaban con impaciencia, mientras que otros aún seguían nerviosos y con dudas. Una semana después de que la fatídica noticia fue anunciada, el plan comenzaba a llevarse a cabo. Habíamos aprovechado la madrugada del día anterior para escabullirnos por los terrenos de Kiami. Durante toda esa semana, el lugar se encontraba desalojado y siendo vigilado por numerosos guardias de seguridad.

La única manera para ingresar al lugar es por la carretera principal, que se encuentra justo a la entrada de la universidad, conectando con el estacionamiento y la parada de buses. Ese preciso lugar estaba siendo resguardado por un gran número de guardias, asegurando que nadie infraccione las numerosas señales que prohibían el ingreso.

Pero somos estudiantes de Kiami. Conocemos el lugar como la palma de nuestras manos...

Habíamos contado alrededor de unos cincuenta vigilante en total la madrugada de ese día, y solo faltaban horas para que Claus y sus hombres llegaran con todas las maquinarias. El verdadero problema se encontraba en la entrada principal, donde se aglomeraban la mayor cantidad de agentes, después de todo, los que se encontraban esparcidos por la universidad nos resultó un trabajo sencillo.

Habíamos ingresados cientos de estudiantes, divididos en tres grupos. El primero, liderado por El Lojano, ingresaba por la parte trasera del instituto, los cuales tenían que atravesar la zona más riesgosa de la selva. Nos aseguramos de que solo los más valientes y aptos integraran ese grupo. El segundo era liderado por Kikis, y aunque el tramo era relativamente más largo que los demás, era el más seguro de todos. Yo me encontraba junto a él y éramos los más numerosos. Recorrimos las orillas del Santuario, ingresando a Kiami por uno de los costados, donde los guardias habían omitido vigilar por completo. Nuestro grupo estaba compuesto la mayor parte por mujeres y novatos.

La estrategia estaba bien elaborada, mientras que el conjunto del Lojano eran los infiltrados, el nuestro tenía la labor de cargueros. Éramos quienes llevábamos todo lo necesario para aguantar el mayor tiempo posible una vez nuestra protesta comenzara.

Era sorprendente la gran cantidad de estudiantes que habían decidido ayudar. Casi todos se encontraban en ese crucial momento, dando hasta el último aliento por salvar a Kiami. Incluso Sr. Liar y Oz, aunque no habían asistido a la fiesta, también se encontraban con toda la disposición. Claro que en ese momento no sabía nada con respecto al amargo problema que los envolvía, pero aun así, su terrible pleito era un minúsculo inconveniente comparado con las gigantescas garras de Claus.

Por último y no menos importante, Sonrisas lideraba el último grupo. Junto con sus inseparables secuaces y muchos otros más, la mayoría de ellos con fama de brabucones, eran la resistencia. Los soldados más fuertes y capaces que podíamos tener. Ellos tenían la riesgosa misión de encargarse de los guardias que se encontraban disueltos alrededor de Kiami. Aunque bien, pensándolo un poco, tal parece que el verdadero riesgo lo tendrían los vigilantes. En cuestión de minutos, Sonrisas y su grupo se habían encargado de todos los agentes del interior, amarrándolos tal como habíamos acordado.

El equipo de infiltrados y soldados se reunieron en el centro de la institución, donde esperarían al último grupo.

Minutos más tarde y después de atravesar un largo recorrido, Kikis y sus subordinados se reunían con los demás, dejando todos los materiales en el suelo.

–¡Bien! –celebró El Lojano con una amplia sonrisa–. La primer parte del plan ha sido todo un éxito.

–¿Ahora qué sigue? –intervino Sonrisas.

–La fase B –dijo Liar, desviando su mirada hacia Damisela con los labios torcidos.

–Señorita, ¿nos permite? –bromeó Kikis, estirándole la mano.

Without ColorsHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin