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Tengo que admitir que ese día fue de locos, total y completamente. Después de que todo el peligro desapareció, las cosas parecieron mejorar. El Lojano se recuperaba sin ningún problema mientras Tristán despertaba forzosamente con su ayuda. El divertido simplón estaba desorientado y con un terrible dolor en su frente. Fuera de eso, no había nada de qué preocuparse. Al final solo fueron unos cuantos puntos en la enfermería, nada del otro mundo dentro de Kiami...

El que si presentó problemas mayores fue Sonrisas. Nos dio un escalofriante susto al no querer despertar. Su respiración era tan débil como un pequeño suspiro y su corazón latía con lentitud, llenando a todos de pavor. Si no fuera por la magnífica intervención de una estudiante superior, que recibió algunas clases de primeros auxilios, Sonrisas no estaría aquí para contarlo...

Después de una perfecta reanimación cardiopulmonar, el fornido trigueño expulsó toda el agua de sus pulmones con brusquedad, tosiendo en reiteradas ocasiones.

Cuando todo al fin se había tranquilizado, la intervención del juez no se hizo esperar.

–Creo que está de más decirlo –comenzó–, pero esta Carrera fue un poco "diferente" –insinuó, gesticulando con sus dedos–. Aun así, creo que nadie podrá estar en contra si declaro que el ganador de esta competencia sea... ¡Kikis! –anunció con su potente voz, levantando su mano sin importar que todavía seguía tirado sobre la arena.

El público aplaudía fuertemente, mientras algunos coreaban su nombre con admiración. Ayudé a Kikis a levantar su agobiado cuerpo, lleno de marcas y golpes. Sus piernas parecían flaquear pero aun así logró mantenerse apenas de pie. Su cuello giraba de lado a lado y sus ojos miraban con sorpresa a esa gran cantidad de personas que felicitaban su heroica hazaña. Desvié mi mirada hacia él, mientras cargaba todo su peso sobre mi hombro. Sus labios estaban abiertos ligeramente, tratando de sonreír con incredulidad. Me sentía tan bien por él... Estaba tan orgulloso de lo hizo, y eso que aún no conocía nada de su vida...

–¿Y entonces? ¿Cuál será el mandato del vencedor? –intervino el juez con una ansiosa sonrisa.

–¿Q-qué? –balbuceó Kikis.

–¡El mandato! –repitió el réferi–. Tú ganaste, ahora es el momento para que le ordenes cualquier cosa –dijo, refiriéndose a Sonrisas con la mirada.

El trigueño lucía machacado, tratando de recuperarse del fuerte susto que había pasado. Sentado en la arena, con sus dos camaradas a los costados, el asustado arrogante temblaba, luciendo como un indefenso niño. La tez morena de su cuerpo camuflaba las manchas de los golpes que había recibido, pero aun así, se podía notar el enorme corte que tenía en su cabeza. Le escurría sangre a montones, pero Puercoespín mantenía una camiseta sobre la herida, con su rostro lleno de tristeza. A pesar de todo, aunque eran igual de idiotas, Sonrisas tenía grandes amigos...

–Oh, eso... –masculló Kikis sin tomarle mucha importancia. Desvió su mirada levemente y clavó sus adormilados ojos en Tristán, quien se encontraba de igual, manera siendo apoyado por El Lojano. El pequeño simplón también se recuperaba del tormento que vivió, rodeando al tatuado con el brazo, mientras su pecho se inflaba por cada jadeo que emitía–. Tristán, mi promesa ha sido cumplida... –dijo con la voz apagada.

"¿Qué?", pensé con sorpresa. "¿Qué rayos acaba de decir...? ¿Acaso él...?"

–Tristán elegirá el mandato –informó Kikis, casi en un susurro.

–¿¡Qué!? –balbuceé, volteándolo a ver.

–¡Esas no son las reglas! –reclamó Sonrisas con el semblante alterado, tosiendo bruscamente después. Era obvio que no se había recuperado del todo y ese potente rugido solo había lastimado sus pulmones aún más.

Without ColorsWhere stories live. Discover now