➻ Capítulo 4: "I write sins not tragedies"

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➻ Capítulo 4: "I write sins not tragedies"

Las noches en el castillo eran oscuras.

Ni las antorchas más brillantes eran rivales para la lobreguez. Historias circundaban alrededor de la oscuridad; había quienes decían que era el momento adecuado para que los monstruos saliesen, asustando a las damas, devorando a los niños. Elijah adoraba las noches dentro del castillo. Era un monstruo, pero no daba rienda suelta a su naturaleza; al contrario, disfrutaba los pequeños placeres que la noche le otorgaba.

Encontraba deliciosa la literatura dentro de la enorme biblioteca. Su perspectiva en casa había sido limitada, basándose en conocimientos adquiridos por herencia, de su padre a él y con la esperanza de poder pasarlos a futuros hijos; conocimientos que ahora parecían prehistóricos, rudimentarios, salvajes. Sus ojos se habían abierto tras abandonar la aldea, permitiéndole conocer mundos del cual nunca antes había tenido noción. Le resultaba apasionante la cultura griega; se le hacia deleitante el mundo de las Doce Deidades, gobernantes del Olimpo bajo la mirada del Gran Zeus, dios del Rayo.

Y las similitudes entre aquellas deidades y su familia eran impresionante, lo que hacía que Elijah se entusiasmase aun más con ellas. Según su perspectiva, Zeus era representado por Klaus. Zeus había salvado a sus hermanos de la tiranía de su padre, derrotándolo y encerrándolo en Tártaro, para luego ocupar su puesto como soberano. Rebekah representaba a Afrodita, la diosa de la belleza y el amor. Kol a Ares, el dios impulsivo de la Guerra. Finn a Atlas, el Dios que cargaba el mundo sobre sus hombros, llevando a cuesta los pesares de su vida a modo de castigo.

Y luego estaba Hera.

Hera, según su perspectiva, era la pobre y desdichada esposa de Zeus, reina del Olimpo. En aquellos escritos, Zeus era inmortalizado, como solo como el benevolente Dios del Rayo, sino como un hombre incapaz de saciar sus necesidades carnales, siempre en busca de amantes pasajeras para complacer sus noches, para que al regresar, Hera aguardase por él.

De acuerdo con los libros, los griegos le habían dado a Hera una mala reputación, describiéndola como una mujer celosa y vengativa, capaz de matar a las concubinas de su esposo sólo para asegurarse que no hubiese competencia. Pero para él, en su realidad, no era para nada como leía. Para él, la pobre y desdichada Hera, era su preciada Thalía.

Un portazo lo hizo cerrar el libro. Bajo las llamas de la hoguera, Elijah vio una sombra moverse con rapidez; oyó un sollozo y luego un quejido.

Se puso de pie, dejando los escritos en el suelo. Sus manos alisaron la túnica bordada en oro que el Conde le había proporcionado y procedió a caminar, atravesando la amplia estancia.

La biblioteca era un lugar enorme, provisto de altos ventanales que daban una vista magnifica a los jardines de la joven Aurora e irradiaban todo con la brillante luz del día. En las noches, crudas y frías de aquel invierno, la luna brillaba con un resplandor plateado, semejante al centelleo del agua clara de los estanques.

➻ Bad Moon Rising ⭐ (LIBRO 5 - TO)  ✔Where stories live. Discover now