Capítulo 11

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(Casandra)


Me había quedado impresionada ante ese señor al que todos parecían conocer mucho, Duky, como lo había llamado Rose, o Ducado, como lo había llamado Troy. Me lo había quedado mirando cuando su mirada se paró sobre mí, era tan intensa que me había hecho sentir un ratón diminuto acorralado contra la pared por un felino hambriento, sin escapatoria. Tenía la sensación de haberlo visto en alguna ocasión pero la verdad era que esta era la primera vez que nos veíamos. No sabía que era pero me parecía familiar. Quizás se parezca a alguien que conozco pensé antes de que Rose me arrastrara con ella.

Había decidido que necesitaba hacer algo de ejercicio y si esas clases que daba Rose me ayudaban a aprender a defenderme eso que me llevaba. Porque había estado toda la noche pensando en cómo la otra noche el armario se quitó de la puerta. Yo sé que no lo quite porque no sufrí dos veces el tener que mover ese pesado mueble. Eso significaba que alguien había arrastrado la puerta y el mueble. No me hacía ni pizca de gracia el que alguien pudiera entrar mientras dormía. Tenía que aprender a defenderme. Y viendo las proporciones de los chicos que me rodean podía haber sido cualquiera de ellos.

-Casandra, tu síguelos y haz lo que puedas, no te fuerces.

Asentí y Rose se puso a dar órdenes de empezar el calentamiento. Todos empezaron a estirar sus músculos, los imite.

Luego empezaron a correr alrededor de la pista. Con eso no tenía problemas estaba acostumbrada de tener que huir de la gente a la que no le gusta las fotos.

Cuando ya mis piernas parecían gelatina e iba a retirarme Rose ordeno parar descanso de cinco minutos para luego ponerlos a luchar por parejas. A mi obviamente me puso con un saco, que no se podía defender de mis golpes.

Justo cuando le di un buen golpe al saco Rose toco el silbato, recordándome a un profesor de gimnasia, y cuando me gire a mirarla el saco volvió, sin darme cuanta, dándome un placaje que me dejo tirada en el suelo. Me gane las risas del resto de la clase aunque enseguida pararon y un par de chicos me ayudaron a levantarme mientras me preguntaban si estaba bien. Les agradecí la ayuda antes que Rose nos mandara a la ducha.

-No siento las piernas –dije cuando los demás se fueron.

-Te dije que no te forzaras.

-No me he dado cuenta de que me había excedido hasta que has tocado el silbato.

-Ves a darte una ducha y luego ves a la sala de armas para que te deje el ordenador.

-Hoy no tiene ordenador, está castigada –dijo Troy apoyado en el marco de la puerta.

-¿Por qué? –pregunte.

-¿A ti que te parece? –pregunto de vuelta alzando una ceja.

-Pero...

-Te espero en mi despacho en cuanto acabes –dijo saliendo sin darme tiempo a decir nada.

-¿Qué ha sido eso? –pregunto Rose sin entender lo que acababa de pasar.

-Está loco –murmure.

-¿Qué has hecho para estar castigada? –pregunto empezando a reírse.

-Intentar escaparme –dije seriamente.

-Sera mejor que no le hagas esperar mucho o el castigo será peor.

Me fui al baño de mi habitación a darme una ducha.


******


Tique la puerta del despacho de Troy una vez ya estaba arreglada. Aun podía notar mis músculos quejarse por el movimiento, pedían que me tumbara a descansar.

-Pasa –le escuche decir.

Entre cerrando la puerta tras de mí.

-Estoy aquí para cumplir condena –dije sentándome frente a él.

-Ordena esos papeles y coloca estos libros en su sitio –dije señalando un rincón de la habitación que estaba llena de papeles y libros amontonados- En cuanto acabes te puedo dejar mi portátil para tus cosas. Cualquier cosa estoy aquí.

Suspirando me senté en el suelo y empecé a ordenar primero las hojas. Podía notar la mirada de Troy clavada en mi espalda, cada vez que me giraba nuestros ojos coincidían.

-Si te vas a estar mirando sin hacer nada, ayúdame –le dije.

-Es tu castigo no el mío. Pero ya que me ruegas, te ayudare –dijo saliendo de detrás de su mesa y agachándose a mi lado.

Las iba apilando y dejando donde Troy me decía. Luego pasamos a los libros. Él ponía los más altos y yo... pues a los que llegaba.

-Y el último ya está en su lugar –dije poniendo el último libro en la estantería.

Me gire y me encontré de cara al pecho de Troy. Tenía un brazo a cada lado de mi cara y estaba ligeramente inclinado hacia mí.

-¿Qué haces? –pregunte pegándome a la estantería sorprendida, mientras hacia el inútil intento de apartarlo empujando su pecho con mis manos.

-Nada –dije poniendo voz inocente- solo miraba.

-¿El qué? ¿Qué miras? –pregunte nerviosa.

-Las ojeras de panda que tienes –dijo pasando los dedos por ellas. Riendo.

-Idiota –le di un manotazo para apartar sus manos. Molesta- deja de reír.

-¿Te atreves a insultarme a mí? –dijo poniendo tono autoritario.

Me dejo tan impactada su tono que me quede sin saber que decir. No sabía cómo se lo había tomada, no sabía si estaba enfadado de verdad o que.

-¿Qué? ¿Se te ha quitado las ganas de escaparte de nuevo? –asentí lentamente y sonrió- Bien. Eso merece una recompensa.

Se acabó de inclinar y unió nuestros labios, dejándome totalmente impactada. Él tenía los ojos cerrados mientras que los míos estaban a punto de salirse de las cuencas. Troy pego más su cuerpo al mío, apretándome contra la estantería.

Su lengua invadió mi boca, enredando su lengua con la mía en un suave vaivén. Profundizando el beso todo lo que pudo.

Cuando ya nos faltó el aire Troy apoyo su frente a la mía, sin separar nuestros cuerpos. Respirando pesadamente.

-Recuerda que ahora eres mía, no te dejare marchar así como a así –se separó de golpe de mi- ya puedes usar mi ordenador, yo ahora vuelvo.

Y dicho eso se fue dejándome ahí clavada en estado de shock. ¿Qué rayos acababa de pasar? No me lo podía creer, literalmente no me lo podía creer.

VendidaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora