Capítulo 38

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Hoooooola lindxs, ¿Ya pensaban que les había abandonado? Hoy tardé un poquito más, aunque seguramente en muchos lugares desde donde me leen aún es temprano. Peeeeero tenía cositas que hacer, sin embargo, actualizar para ustedes está entre mi lista de prioridades 😊❤❤

Díganme, tengo curiosidad por saber cuál es su personaje favorito. Todxs sabemos que amamos a Lauren y Camila, es obvio, por eso estamos aquí!! ¿Pero en concreto, de todxs, cuál es el que os gustas más en ESTA historia? Y.... ¿por qué? 🤔

No les entretengo más... 2/7 para el final: ¡¡DISFRUTEN Y COMENTEN MUUUCHO!! Les adoro 🌹🌹🌹

Narrador omnisciente durante toda la historia

El aire frío rozaba los poros de su piel, y el silencio inundaba el ambiente. El reloj apenas marcaba las seis de la mañana, y ciertamente no lo consideraba temprano, teniendo en cuenta que no pegó ojo en toda la noche. Camila pasó las horas dando largos paseos por la ciudad, ojeando a los jóvenes despojándose de sus preocupaciones en las discotecas, siendo testigo de decenas de peleas callejeras, e incluso, aguantándole la cabeza a una chica para que vomitara hasta la bilis. No fue una experiencia enriquecedora, pero necesitaba que la brisa azotase su rostro durante un buen rato. Así que simplemente deambuló solitaria por Manhattan, hasta que sus pies la condujeron justamente a donde se encontraba: el puente de Brooklyn. Desde allí contaba con unas vistas espectaculares de todo a su alrededor. Así que, cogió aire, permitiendo que el salitre del mar invadiera también sus pulmones y le transmitiera la calma que necesitaba. Dio un sorbo al café caliente que acababa de comprar, y apoyó ambos brazos en la barandilla. No había pisado aquel lugar desde la muerte de su padre. No había contado con el coraje suficiente para enfrentarse a tales emociones. Pasó horas y horas de su adolescencia comiendo burritos junto a aquel increíble paraje. Cada vez que conseguía visitar a su padre en Nueva York, él la llevaba hasta allí para compartir las que fueron posiblemente, las mejores puñeteras conversaciones de toda su vida. Le contaba acerca de su juventud, de cómo conoció a su madre, de cómo se enamoró de ella, y de cómo se embarazaron una noche de borrachera y un condón roto. Cutre, lo sé. Sin embargo, Alejandro también le contó cómo ese desliz inoportuno se convirtió en la mayor suerte de su existencia, pues gracias a un preservativo en mal estado, nació Karla Camila.

Sonrió para sí misma al recordarlo, y mojó sus labios de nuevo en el líquido caliente. Observó el movimiento de la marea, y la tranquilidad que todo ello le transmitía. Se permitió el privilegio de indagar un poco más en su mente: fue en aquel mismo lugar la primera vez que su padre le habló de la familia Jauregui. Alejandro le dio un gran consejo aquel día: "Nunca dejes que el dinero y el poder te quiten lo más preciado que te he enseñado. No hay nada más triste en este mundo, que un alma que se mueve por el miedo, y no por los sentimientos". Nunca lo olvidó. Tampoco olvidó las lágrimas compartidas, ni el momento en que le confesó lo poco que le gustaba trabajar para ellos tras un día ajetreado. La prepotencia de Michael, la perfección de Chris, y el aura misteriosa de Lauren. Tampoco olvidó cuando le contó acerca de lo asustado que se encontraba. Del terror que reconcomía sus nervios al pensar en que su corazón dejase de funcionar, y tuviera que dejarles. De lo culpable que se sentía por simplemente... estar enfermo. O incluso, de lo jodidamente negativo que fue para él comenzar a trabajar en aquella asquerosa empresa. Camila se preguntaba una y otra vez en su mente qué hubiera pasado si jamás hubiese aceptado el puesto de finanzas. ¿Le habría matado su corazón de todas formas? ¿Habría podido disfrutar un poco más de él?

Suspiró. No era el momento de lamentarse. Todo lo contrario, no reunió las agallas de enfrentarse a aquel lugar después de cinco años para agrandar su rabia. Ciertamente, lo hizo para conectar con su padre. Para decirle, por fin, que todo acabaría pronto. Que tendría la justicia que se merecía. Que era libre. Que podía volar lejos si así lo deseaba, porque Camila ya no necesitaba su protección. Ella lo dejó todo por él. Se quedó en Nueva York por él. Puso su vida patas arriba, por él. Luchó por él. Y ganaría por él. Y ahora... después de tantas lágrimas, tanta incertidumbre, y, sobre todo, miedo, muchísimo miedo, finalmente fue allí para decirle, que todo estaría bien. Que todo había terminado. Que honraría su nombre. Que Camila podía ser feliz. Que Camila, ya no tendría que tener miedo nunca más.

Sweet Hell I [Camren] [Terminada]Where stories live. Discover now