XXIII: Arrepentimiento

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—¿Ese es su auto?

—Hijo, ven aquí.

—Espera mami, quiero verlo —le dijo parado en el marco de la ventana, mirando hacia la calle.

Iban a ser las seis de la tarde, pronto comenzaría a oscurecer, y Vicent... No había aparecido.

—Preparé palomitas amor, y puse la película de súper héroes que tanto te gusta.

—Pero mi papá todavía no vino.

—Podemos esperarlo aquí hasta que venga.

Asintió con la cabeza inseguro, y se bajó, caminando hasta su mamá que estaba en el sofá.

Se acurrucó junto a ella, y apoyó su cabeza sobre las piernas de Ivanna, mientras ella le acariciaba el cabello.

Lo tapó con su manta del hombre araña, y continuó acariciándole el cabello.

Luego de un rato, el niño se había dormido.

Se puso de pie, y lo tomó en brazos, llevándolo hasta la habitación, dónde se acostó con él, apagando las luces.

-o-o-o-o-

Miró la hora, y se maldijo internamente, mientras conducía. Era tarde, muy tarde, y lo más probable, es que Ivanna lo echara de su casa.

Estacionó frente al edificio, y bajó del auto, caminando con rapidez.

Llegó hasta el departamento de ella, y tocó el timbre una vez, esperando unos segundos. Al no escuchar nada del otro lado, volvió a tocarlo por segunda vez.

—¿Quién es?

—Ivanna, abre.

—Vete a la mierda.

—No me iré hasta que abras.

—Perfecto, puedes quedarte ahí esperando. Tito lo hizo todo el día por ti.

—No pude venir antes, tuve un evento.

A no recibir respuesta, golpeó con su puño la puerta.

—Ábreme Ivanna, no querrás que muela esta mierda para entrar.

La castaña apretó sus puños. Lo que menos quería, era problemas con el dueño, quien vivía en el mismo edificio.

La abrió, y miró al rubio con el ceño fruncido.

—Lo siento, puedes buscar en las noticias si quieres, tuve que ir a ese evento.

—Vuelves a ilusionar a mi hijo, y juro que te mato Vicent. No sé como, pero no dejaré que lo lastimes.

—¿Dónde está él?

—Durmiendo, ¿Dónde diablos crees que estará a la una de la madrugada?

Rodeó a Ivanna, y caminó hasta donde creyó que estaría la habitación.

—¿Qué haces? Vete, no lo despertarás.

—Cierra la boca.

—No me digas que hacer.

—Entonces no te metas —le dijo antes de entrar a la habitación.

Se acercó hasta la cama, donde vio al niño dormir, y se sentó a su lado.

—Ey, campeón —pronunció en un tono suave—. Despierta.

Se giró, y al ver a su padre, se sentó rápidamente.

—¡Papá! ¡Viniste! —exclamó abrazándose a él.

Sonrió, y acarició su cabello.

—Lamento no venir antes, estuve trabajando.

—¿A dónde iremos?

—A dormir —sonrió divertido—. Ya es muy tarde, pero mañana, vendré temprano a verte.

—¿Lo prometes?

—Claro que sí, Tito. Y mira lo que te traje.

Observó curioso lo que Vicent sacaba de su chaqueta.

—¡Un libro de cuentos! ¿Me lo leerás?

—Por supuesto.

El rubio se recostó en la cama, y pasó su brazo por detrás de la cabeza del niño, abrazándolo a él.

Ivanna observó como su hijo miraba a Vicent, ilusionado mientras le leía, y su pecho dolió horrible.

No dejaría que dañara a su hijo.

...

¿Sugar Daddy?Onde histórias criam vida. Descubra agora