XXVIII: ¿Su hermano?

41.1K 3.1K 280
                                    

—¿A dónde vamos?

—Tenemos que ir a casa de tu papá —le dijo mientras le abrochaba el cinturón de seguridad de la butaca para niños.

—¿Conoceremos su casa? —preguntó emocionado.

—Sí mi amor —sonrió dándole un toquesito en la nariz, y después un beso en la frente—. Te amo, debes portarte bien.

—Okay, yo también te amo, mami —le dijo tomándola del rostro con ambas manitos.

—Hijo, tienes los dedos congelados —pronunció preocupada, acariciándolos suavemente para darle calor—. ¿Dónde están tus guantes?

—Creo que los olvidé en casa de la tía Fiana.

—Ay amor.

—¿Qué le pasa? —preguntó Vicent desde adelante.

—Tiene las manitos muy frías.

Miró al niño por el espejo retrovisor, y el pequeño le dedicó una hermosa sonrisa.

Se quitó su bufanda, y se la pasó a Ivanna.

—Colócasela, hasta que vayamos a comprarle otros.

—Pero sólo se los olvidó en casa de Fiana, no hace falta comprarle unos nuevos —le dijo mientras le colocaba la bufanda al rededor del cuello al niño, y luego las envolvía en sus manitos.

—Huele como papá —sonrió girando su carita, oliendo el perfume.

—Sí amor —le dijo acomodándose a su lado, y poniéndose el cinturón—. Ahora... Olerás como tu papá.

Vicent sonrió levemente, y puso en marcha el auto.

-o-o-o-o-

—N-No... No puedo creer que tú seas el hermano.

—¿Se conocen? —preguntó Vicent, frunciendo el ceño.

—Por supuesto que sí —le dijo con rabia Leo, mirando a su hermano—. Y si Tommy no estuviera aquí, ya te estaría partiendo la cara.

—¿Tommy? Es Tito —lo corrigió el rubio mayor.

—Eres un estúpido, ni el nombre del niño sabes. Se llama Thomas, Ivanna le dice Tito de cariño —le dijo molesto, antes de dejar a ambos en la cocina, e ir a la sala con el niño.

—¿Thomas?

—Sí, ese es su nombre.

—¿Y por qué diablos le dices Tito? —le preguntó molesto.

—Cuando nació, estaba muy rojo. Le decíamos tomatito. Y cuando lloraba, siempre su rostro se ponía muy rojo, al igual que sus cachetitos, como dos tomatitos.

—Y por tus estupideces, me haces quedar como un idiota a mí —gruñó.

—¿Estupideces? Vete a la mierda, Vicent —pronunció tomando su cartera.

Sacó varios papeles, y se los dejó sobre la mesa.

—Ahí está todo lo que necesitas.

—Lo siento, lo siento —le dijo tomándola del brazo—. No quise decir eso, sólo... me frustro rápido, y digo estupideces.

—Está bien, ahí tienes todo. Debo volver con Tito, ya se está haciendo tarde.

Se abrazó a ella, aferrándose a su pequeño cuerpo.

—Por favor... Quédate a mi lado.

—Vicent-

—Te necesito, yo... Y-Yo tengo miedo —le confesó en un susurro—. Y no necesitas trabajar, te pagaré.

—Deja de querer comprar a las personas.

—Es el único modo que tengo para que estés conmigo.

—Ya no más, ya no quiero tener este tipo de relación contigo. Estoy cansada, te soporté más de lo que cualquier mujer lo haría.

—Dame una oportunidad —le pidió aferrándose más a ella—. Ayúdame a cambiar.

—Vicent, no me dejas respirar.

Aflojó un poco su agarre, y ella pudo respirar profundo.

—Ayúdame, por favor.

—No, no soy yo quien puede ayudarte.

—¿Recuerdas cuándo dijiste que eras sólo mía? ¿Qué te quedarías a mi lado?

—¿Y tú qué jamás me lastimarías? —le preguntó sintiendo un nudo en la garganta.

...

¿Sugar Daddy?Where stories live. Discover now