Capítulo 1

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En una tarde de primavera como en otra cualquier de 1998, nuestra protagonista, es decir yo, estaba jugando con mi abuelo en el pequeño chalet familiar. Me había cansado de nadar en la piscina pues todavía no me dejaban quitarme los manguitos, así que quise ir a recoger flores por uno de los senderos secretos a los que me llevaba el abuelo. Me separe un poco de él mientras recogía las margaritas que veía, sabía que eran las favoritas de mama y ella estaba enferma, ¡seguro que se pondría más contenta con ellas! pensaba.

Cogí todas las que vi, no me importaba si eran más bonitas o no, mama siempre me enseño que no debía discriminar a nadie y eso incluía a las flores.

Aquella tarde llevaba un vestido crema poco pomposo que me encantaba porque si daba vueltas y vueltas, el vestido las daba conmigo y nunca se mareaba.

Estaba tan despistada en mi labor que no me di cuenta de que me había alejado más de lo habitual y no sabía dónde estaba. Mire hacia atrás pero el abuelo Arún, no aparecía. Los árboles eran tan altos que casi tocaban las nubes y los pájaros tenían que pasar entre ellos para no chocarse. Como lo que estaba siguiendo era un camino decidí regresar sobre mis pasos. Esta vez, mientras agarraba muy fuerte las flores de mama, preste atención al camino.

Un aullido se escucho entre la maleza del bosque; no sonaba como si fuese a venir a comerme una criatura horrible, monstruosa y peluda como en esos absurdos cuentos que contaba papa antes de ir a dormir, sino más bien como un alarido de dolor. Provenía de un animal. La curiosidad era uno de mis grandes defectos solía oír aunque yo no lo consideraba como tal. Quizás no fue la curiosidad lo que me llevo a separarme del camino, tampoco creo en el destino pero si debo admitir que sentí pena. Me hubiera gustado que me salvaran si hubiese sido él.

Busque al responsable de aquel sonido entre el follaje hasta que lo encontré. Un pequeño lobo de pelaje gris azulado que había quedado atrapado en una trampa, tal vez fuese un cepo para osos, no lo sé tampoco era una experta en eso,  tan solo era una niña que no pensaba en las consecuencias de liberar a aquel lobato, considerado como un animal salvaje. Solo quería dejar de escuchar su sufrimiento. Me costó mucho liberarlo, pero al final lo conseguí. Después de aquello di un paso hacia atrás, recapacitando en lo que había hecho y cuestionándome si debería empezar a correr, sin embargo por algún extraño motivo no lo hice.

Sus ojos eran cristalinos y tras lamerse un par de veces la herida se acerco a mí y aproximo su hocico suavemente contra mi boca, la lamió juguetonamente una de mis mejillas para irse segundos más tarde. Que heroico para ser nuestro primer encuentro pensé.

Posteriormente aquella niña, es decir una servidora, no hizo nada más que pintar aquellos ojos que tanto la habían hipnotizado y a su pelaje gris que parecía ser tan suave como la cascada rubia de su muñeca preferida. Pero esto no acaba aquí, en su interior surgía un deseo, quería volver a verlo.


¡Aloha! Espero que les guste, les animo a participar en los comentarios y a que me digan que les parece. Subiré pronto ;)

La elegidaWhere stories live. Discover now