Capítulo 7

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Cuando me desperté, noté mi cuerpo bastante más caliente de lo habitual. Toque mis brazos y muslos, estaban ardiendo. "¿Que me esta pasando?" pense.

Asombrada, procure no darle mucha importancia pero entonces vi que parte de la vegetación que tenía cerca sostenía una ligera capa de escarcha ya derritiéndose. "Esto es subrealista", era imposible debería estar helada.

Emprendí de nuevo mi camino, todavía me quedaban tres días al ritmo que llevaba hasta llegar a la costa. Según algunos apuntes del mapa me encontraba en la zona más peligrosa, aquello me inquietaba pues ni siquiera recuerdaba haber estado aquí cuando era pequeña.

No pare mucho en todo el día exceptuando dos veces para ir al "baño" y otra en al que comí sin embargo no encontraba mucho que cazar por no decir nada, esperaba poder encontrarme algún conejo o codorniz, las provisiones que traía conmigo no eran muchas y ya se me estaba agotando. Por la noche tampoco mejoró mucho las temperaturas, de nuevo hacía frío.

Esta vez, si encendí una hoguera, a pesar de los riesgos. El viento helaba,  no recordaba que por la zona en la que vivía fuese igual, "aunque claro, aquello es el sur, esto es el norte".

Aquella noche soñé que el abuelo seguía vivo. Él me ayudaba a llevar el cristal y papá me llenaba la cara de besos una vez que estaba de vuelta sana y salva. "No puedo creerme que seas tan cobarde" me atormento la voz de mi progenitor "No es eso, me siento sola y los echo de menos" me justifique "Sólo llevas fuera dos días, eres una llorica, no eres capaz de hacer esto".

Me desperté sola, asustada y con una mano en el pecho. Apenas serían las cinco de la mañana, recién estaba amaneciendo, pero eso no importaba la pesadilla me había quitado el sueño. Sentí como una gota de sudor caía por mi sien, aún tenía su voz en mi cabeza, era escalofriante como te atacaban los sueños.

Eche la cabeza hacia atrás y aspire profundamente. Parpadee varias veces cuando note lo que tenía encima de mí se movía, un lobo.

Más grande que yo y con el pelaje plata no pude evitar soltar un chillido.

Aproveche cuando se levantó para echar a correr. No quería mirar atrás siquiera para saber si me perseguía o no, no quería ni saberlo pero ya me imaginaba la respuesta. Corrí formando un zig zag entre los árboles para desorientarlo en el caso de que me siguiera, pero no sirvió de nada. Lo tuve encima en de mí antes de contar hasta tres.

***

Me desperté tras escuchar el silbido de una tetera. Intente abrir los ojos pero no podía, la cabeza me palpitaba.

— No te muevas — escuche que me decía una voz cercana mientras una mano firme me acariciaba el rostro.

— Te has dado un buen golpe — No. Más bien algo se me echó encima. Suspire cuando apartó su mano y me sentí tonta por reaccionar así, le acababa de conocer, no sabia ni como era su rostro y ya anhelaba que me tocase, malditas hormonas y sistema biológico.

— Toma esto — me dijo. Era un vaso con alguna bebida, pero como no veía tres en un burro, fui tan torpe que me ayudó a acercarlo a mis labios.

— ¿Qué es? — pregunté. Menos mal que me estaba ayudando, porque mi cuerpo dejó de reaccionar y de un momento a otro volví a quedarme inconsciente.

***

— ¿Eres idiota? ¿Cómo se te ocurre meterle tal sobredosis? ¡Podrías haberla matado! Tienes suerte de que no se le haya parado el corazón, tu tampoco estarías aquí.

Abrí los ojos lentamente, una chica con aspecto aniñado y una camiseta de tirantes le gritaba a otro chico, que a pesar de ser mucho más alto que ella parecía aterrorizado.

Ya no me dolía la cabeza, pero todavía estaba algo adormilada.

— No sabía que los humanos podían tener este tipo de reacciones, no son como nosotros y...

— Calla — lo interrumpió — está despierta. —Ambos se giraron a mirarme y el chico no se demoró en sentarse a mi lado.

— ¿Te encuentras bien? — Asentí.— ¿Cómo te llamas?

— Safira.

— ¿De donde eres?

— Ag, es obvio hermanito, del sur donde están los humanos.

— Se lo estaba preguntando a ella — gruño y enarcó las cejas con una mirada desafiante.

Que situación más disparatada. Desde luego humanos no son por su forma de comunicarse entre ellos, además desconocía que hubiese un campamento por aquí.

Elfos tampoco pueden ser, no tienes sus características orejas puntiagudas y con esa estatura imposible que sean duendes... ¿Entonces qué?

Bueno no importa, ahora lo prioritario es reiniciar el viaje. Mientras seguían discutiendo aproveche para levantarme algo mareada pero pude coger mi mochila que casualmente habían dejado al lado de la cama.

— Bueno — dije captando su atención — yo me tengo que ir así que...

— Tu no te vas — pestañee y su rostro cambió de expresión radicalmente, se notaba a millas su enfado. Mierda, estoy en un poblado de hombres lobo. 

La elegidaWhere stories live. Discover now