Capítulo 21

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Allí abajo hacía más fresco, y eso lo agradecí internamente a pesar de estar muerta de miedo. También había menos luz. Ambas paredes de piedra, que formaban el barranco, tenían surcos que construían pequeñas cuevas, aunque todavía no habíamos visto a nadie.

De igual manera que no se veía a nadie, lo único que se escuchaba eran nuestros pies deslizándose por la pared.

— ¿Cómo se supone que vamos a encontrarle? — pregunté — desde luego aquí si que no podemos preguntarle a nadie.

— No me digas, no me había dado cuenta — balbuceo.

— ¡Oye! La única que puede ser sarcástica aquí soy yo.

— Ya veremos — dijo, y me guiño un ojo.

Paramos en el primer saliente porque necesitaba urgentemente ir al servicio.

— Ni se te ocurra mirar.

— No pensaba hacerlo.

— ¡Ja! Eso no te lo crees ni tu.

Me escondí detrás de una gran piedra rojiza. Estaba terminando de abrocharme los pantalones cuando creí reconocer a una figura humana al final del saliente y que se metía en uno de los agujeros.

— Izan — le llame.

— ¿Has acabado? — pregunto.

— Sí, corre, ven.— insistí — he visto a alguien, se ha metido por allí— afirme señalando el lugar. Izan enarco una ceja y asintió.

Tuvimos que ir con cuidado, desde luego aquel si que era un lugar peligroso.

La entrada de la cueva era sombría, húmeda y según más te adentrabas las paredes se iban achicando.

Se notaba que alguien había estado viviendo en ese sitio; había una especie de cama, hecha con trapos viejos en un rincón y restos de comida en otro que aparentaban ser muy recientes. También había un caldero al fuego, del que salían muchas chispitas de colores y un libro antiguo a su lado, pero no había rastro de aquella figura extrañamente humana que había distinguido ver.

— ¿Donde estará? — pregunto Izan.

— ¿Habrá ido más profundo?

— Puede ser, ¿mejor lo esperamos?

El eco de un crujido se distinguió entre nuestra calma y tímida conversación. Ambos nos giramos hábiles hacia donde se había escuchado aquel sonido. Una sombra sumergió de la oscuridad y la siguió un hombre bajito y regordete que vestía con una larga ya muy estropeada túnica que podría asegurar que tuvo tiempos mejores. Entre su espesa y mal trenzada barba se distinguía un búho pequeño de plumaje gris.

— Estaba esperando vuestra llegada — susurro, apenas se le entendía, pues vocalizaba de una manera pésima.

— ¿Nos esperabas? — pregunte ilusa.

El anciano se sentó que una silllita de madera que crujió nada más sentir el peso de aquel hombre. Sus pequeñas cuencas azules nos observaron dulcemente y con sabiduría. Su aura desprendía conocimiento pero también soledad y tristeza.

— Yo soy a quien buscáis, el brujo Amir.

Ninguno dijo nada, ambos no quedamos perplejos por la suerte que habíamos tenido o tal vez él habría querido que le encontremos, quien sabe.

— Entonces supongo que sabes porque estamos aquí — dije — necesitamos que nos de el Talismán.

— Que irónico que aquel que lo robó, otro de su misma sangre quiera devolverlo ¿no te parece Izan? Te pareces mucho a él de hecho, aunque todo los perros sois iguales.

Me costó entender a qué se refería aquello, pero luego entendí que hablaba de la leyenda. ¿Acaso el antecesor de Izan era el que había robado el Talismán y él no me había dicho ni una sola palabra en todo el viaje? Me quedé estática ante aquella posible hipótesis, y lo peor es que había muchos factores que iban a favor; el principal el color de sus ojos, igual que el castigo de la honra de la historia y el odio que sentían los elfos y hadas cuando les visitamos. ¡Como no me había dado cuenta!

Lo observe de arriba abajo, tenía la mandíbula tensa y las manos cerradas en puños fuertemente. Dirigió su mirada de manera piadosa hacía a mí y no se me ocurrió otra que girar la cara ¿cómo se había atrevido a ocultarme algo así? Escuche unos fuertes paso alejarse y entendí que se había ido, dejándome sola con Amir. Increíble la que se había formado con tan solo una frase.

— Tu abuelo ha estado hablando conmigo ¿sabes niña? — no supe qué responder a eso, pero no me gusto que me llamase así. Yo solo quería que me diese el Talismán para largarme de allí. — me ha convencido para que te de esto, — dijo tendiéndome en una mano un colgante. El talismán colgaba de él, rojo brillante, con aquel precioso símbolo tallado. Sonreí como una tonta al verlo, había hecho tanto para conseguirlo. — resulta que es un buen negociador. Espero que sepas muy bien lo que vas a hacer con él y perdona este viejo por sus comentario, no tengas en cuenta lo que le he dicho a ese lobo, son fáciles de herir.

Dicho eso, la nube de colores que proyectaba el caldero comenzó a expandirse, el polvo me obligó a cerrar los ojos y se escuchó un tintineo. Para cuando los volví a abrir la cueva estaba vacía, ya no quedaba nada de lo que había descrito anteriormente.

Salí de la cueva sin saber qué cara iba a ponerle al licántropo. Estaba sentado en el borde del saliente mirando al suelo, ni siquiera se giró cuando me escuchó llegar.

— Ya tengo el Talismán — le comunique. La tensión del ambiente se podía rajar con un cuchillo y esperaba que fuese él quien rompiese el hielo dándome una explicación. Sin embargo, no se movió y tampoco dijo nada.

— Izan — le llame — ya podemos irnos haz el favor y levántate.

Hizo lo que le pedí, pero comenzó a caminar dejándome atrás. El camino se hizo pesado, igual que la escalada hacia arriba. Silenciosa también sería un buen adjetivo para describir aquella situación y también surrealista. La que debería estar enfadada era yo, no él, qué diablos le pasaba en la cabeza para que ni siquiera estableciera contacto visual conmigo. ¡Aquello era el colmo! Estábamos a punto de llegar,  cuando ya era casi de noche y a lo lejos se veía de nuevo el mar y ya no pude soportarlo.

— ¿Es que no piensas darme ni una mísera explicación de lo que ha pasado ahí dentro? ¿No se te ocurrió contarme lo de tu familia? — le chillé indignada. Se paró en seco, se volteo y me miró por primera vez. Lo único que hizo fue encogerse de hombros.

— No considere necesario que lo supieras.

— ¿Y eso te da derecho a ocultarme algo tan importante en todo el viaje?

Ahora si que estaba enfadada.


¡Aloha! Estoy flipando, acabo de ver la estadística de la obra y resulta que la mayoría de mis lectores viven en México ¡Un saludo! Ojala visitar vuestro país algún día.

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