Capítulo 20

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— Buscamos a Fox — dijo Izan a un tipo que llevaba unas ropas arrugadas y un aire desaliñado junto con un aroma a sucio, hombre y mar. Resultaba una mezcla extraña, sospechosa diría yo, pero seguro que el señor que buscábamos aparentaba las mismas.

Aquella mañana se había levantado el cielo nubloso con mucho más aire al que estaba acostumbrada, juraría de hecho que mi nariz se encontraba roja al igual que mis mejillas a causa del frío. Aún así, el tiempo no nos impidió hacer todo lo que hicimos aquella mañana.

Habíamos recogido nuestras cosas del hostal y sin perder el tiempo buscamos el puerto donde comenzamos a preguntar. He de decir, que aquí la gente es bastante indiferente, por ende o no sabía nada, tenía prisa o se hacía la loca a unas malas.

— Podéis encontrarlo en su nave. Es la última que se ve al final de esta fila de barcos.

Agradecimos la información a aquel señor y nos encaminamos hasta el lugar.

Fox se mostró comprensible a la hora de hablar con nosotros, pero era un hombre muy callado. Apenas hablo y a pesar de todo su presencia imponía y su rostro serio aunque exótico por el contraste de sus ojos verdes y tez canela le daban un aire de misterio, para mí que ocultaba algo.

En cambio yo estuve bastante nerviosa mientras hablaba con él, las manos me temblaban y no sabía en qué posición colocarlas. Finalmente el hombre nos sonrió de buena gana y la conversación termino con un seco pero agradable "en 3 horas partimos". Izan y yo esperamos aquel tiempo paseando por aquella zona.

Últimamente, tenía más confianza con él y podría decirse más cariño pero yo lo consideraría aprecio. He de suponer que todo aquello se debía al mes que habíamos pasado los juntos y lo que quedaba.

Poco después de la hora del almuerzo, el barco partió. Durante los próximos tres días me negué en absoluto a salir de mi camarote. Era poco lo que había escuchado sobre lo que transportaba el barco y no sabía si era cierto o no pero no deseaba comprobarlo.

En ese tiempo, releí la historia de aquella hada, pobre Cris, no dejaba de sentir lástima por ella. Aquello que le ocurrió fue sin duda una terrible desgracia que para el colmo sumarle a que no se representa en los libros tal y como sucedió. También reflexione sobre mis repetitivos sueños. ¡Por qué tendrían que ser tan complicados! Para resolver aquellas dudas que me atormentaban tan solo debía ver a Izan transformado, así sabría si era él o no, aclararía todas mis dudas. <<También podría preguntarle>>. Deseche la idea de inmediato, aunque no me parecía tan mala. Era más la inseguridad a que me mintiera en mi cara, necesitaba comprobarlo e investigarlo por mí misma.

No me olvide del brujo, tenía ganas de conocerle y saber cómo era. Me hacía una idea en la mente pero no me gustaban los prejuicios sobre todo si estos estaban influenciados por unos cuentos de niños.

Desembarcamos tarde, a eso de las 7. El cielo estaba despejado y se podía apreciar perfectamente el atardecer anaranjado y rosa. Al contrario de la última vez, no dormimos a la intemperie sino dentro del barco. Desperté a Izan por la mañana temprano para desayunar y salir a investigar lo más pronto posible.

Según lo que podía ver, esta isla era completamente diferente a la anterior en la que predominaban las plantas y un abundante verde, pero en esta lo más llamativo y único que podía llegar a apreciarse era la arena de color dorado. Estaba por todas partes miraras a donde miraras.

Además hacia un calor insoportable, era todo un bochorno estar aquí en el desierto. Con suerte llevaba puesta ropa fresquita e Izan ni siquiera se puso la camiseta.

— Me han dicho que tenemos que ir al norte — explicó Izan— por lo visto hay una barranco en el que se resguardan de este odioso sol.

— ¿Está muy lejos? — pregunte temiendo saber ya la respuesta.

— Depende de cuán rápido vayamos, pero no creo que tardemos mucho más que toda la mañana.

— ¿Te parece poco? — ironice, creyendo que iba a dar algo por culpa del calor. — ¿Y si voy encima de ti? — sugerí — si vas transformado tardaríamos menos. — dije con la esperanza de verle transformado por primera vez y resolver mis dudas al fin.

— ¿Estás loca? — pregunto — me moriría de calor por culpa del pelo, ni de broma, lo siento.

— No lo sientas, era solo una sugerencia.

Comenzamos a caminar uno al lado del otro, pero por culpa de la arena que me rentabilizaba en comparación con su capacidad física de hombre lobo termine retrasándome.

El paisaje por desgracia se me hizo monótono, me esperaba otra cosa desde antes de llegar aunque lo más me preocupaba era no caminar en círculos. Confiaba en que Izan sabría llegar o la menos saber donde estábamos, si había hablado con la gente del barco.

El sol apretaba fuerte, casi tanto como en esos días de verano en los que crees que te vas a derretir y que de esta trágica manera terminara la vida en la tierra. Afortunadamente, no se me hizo tan largo el recorrido como esperaba.

Tal y como esperamos en unas horas hallamos una larga pero sobre todo profunda franja de tierra rojiza que se hundía ante nosotros.

— Súbete a mi espalda. — ordeno una vez que nos encontramos en el borde del precipicio. Parpadee perpleja, ojala no estuviera pensando lo mismo que yo.

— ¿Estás de coña no? — pregunte. Aquello debía de ser una broma. << No pensaría escalar hacia abajo y mucho menos cargándome en su espalda, ¿verdad?>> Suspire profundamente intentando relajarme mientras negaba con la cabeza. Yo no sabía escalar pero podía hacerlo sola. Él negó con la cabeza.

— No tienes porque hacerlo. — farfulle. — Puedo seguirte, no necesito que me cargues.

— Es por tu seguridad. — declaro.

— Lo siento, soy demasiado orgullosa y no estoy inválida. Si no puedo ya te lo haré saber. — asintió sin decir nada más y aunque no escuché ningún reproche su mirada lo decía todo, pero me daba igual.

Observe donde colocaba las manos e intente imitarlo evitando que mi mirada se desplace aún más abajo. A saber cuán profundo era y donde terminaría si cayese. Me deshice de todos aquellos pensamientos negativos y me concentre en lo más importante: buscar el amuleto sin morir en el intento.  

La elegidaWhere stories live. Discover now