Capítulo 14

721 73 1
                                    

Su mirada era de temor, entre aquellos destellos brillantes que desprendía pude ver que un minuto más sin verme y hubiese cometido una locura.

El señor de antes había convocado una reunión privada en la que solo estábamos el rey elfo sentado en su trono, Izan y yo y no sabía si esperábamos a alguien porque el elfo no apartaba la mirada de la puerta.

Mientras, Izan apretaba su mano contra la mía, parecía nervioso, su pecho subía y bajaba rápidamente. El incómodo silencio se vio interrumpido por una hermosa hada.

Me quede maravillada mirando sus alas doradas, su rostro se podía decir que brillaba por lo pálida que era su piel. Al igual que el otro individuo llevaba una túnica negra pero nada sobria, era elegante y la tela fina jugaba con las transparencias. Sus orejas también eran puntiagudas y llevaba la cabellera de color azabache suelta.

Nos miro de reojo a Izan y a mí, y se dirigió hacia el elfo. Por como iba vestida y andaba supuse que debía ser la reina y su esposa.

— Ya era hora— le recrimino— te hice llamar hace un rato— sentenció enfadado.

— Estaba ocupada— afirmó. Se sentó a su lado, su mirada aparentaba ser fría pero con mucha seguridad.

— ¿Qué estabais haciendo en mis bosques? — pregunto indignada— Sobre todo tu alfa Izan, después de lo que hizo tu familia. ¿Cómo te atreves siquiera a pisar estas tierras?— El lobo se mostró igual de sereno pero un cosquilleo de curiosidad me invadió. ¿Cómo es que no me había dicho nada sobre eso? ¿A qué se refería?

— Solo estamos de paso— interrumpió— No estaremos mucho tiempo aquí si eso es lo que os preocupa— murmuró con una sonrisa al ver que su presencia no era bien recibida. — Si solo era eso lo que queríais me llevaré a la humana y con un poco de suerte no será necesario tener que volver a vernos.

Sin soltar mi mano, tiró de mi para dirigirnos a la puerta pero antes de poder cruzar la puerta unos guardias nos cerraron el paso.

—No, insisto en que os quedéis a pasar la noche— instó la reina. — a pesar de nuestras diferencias sería muy maleducado por nuestra parte no recibiros aunque sea solo una noche— termino por decir el rey— después de todo antes del anochecer del día de mañana os habréis largado— finalizo, su indirecta orden sonaba alta y clara, no quería vernos nada más que un amanecer lo que nos dejaba con menos de un día para encontrar la espada.

Nos llevaron a una cabaña aparte donde nos trajeron la cena que Izan me recomendó no tocar por si estaba envenenada. De igual manera, estaba tan cansada que solo quería irme a dormir.

— Bueno parece que hoy tendremos que dormir juntos princesa— Izan estaba tumbado en el lado izquierdo de la única cama de matrimonio que había en aquella diminuta casa. "Bien". Pensé con ironía, y encima estaba sin camisa. Mire a la pequeña sala de estar, el sofá tampoco parecía tan mala opción.

Entorné los ojos al lobo que me sonreía, cogí la almohada que estaba a su lado y me fui al sofá sin darle explicación.

— ¿A dónde vas? ¿Tanto te molesta dormir conmigo? — farfulló cambiando de expresión y su boca dejó atrás esa sonrisa para formar una única línea recta y seria. — Ahí vas a estar muy incómoda— reconoció señalando hacia el sofá. Se había levantado de la cama y me observaba desde el marco de la puerta— No te creas, tengo mucho sueño y no te lo tomes como algo personal pero no me gusta dormir con desconocidos, prefiero tener mi propio espacio.

Ignore su mirada mientras cerraba los ojos y me arropaba. A la mañana siguiente me desperté temprano al escuchar sonidos provenientes del baño.

Ya no estaba en el sofá, sino en la cama. Me froté los ojos cuestionándome como no me había dado cuenta. En aquel momento Izan salió del baño envuelto en una toalla.

— Buenos días princesa ¿te apetece acompañarme?— me levanté enfurruña, le saque mi dedo del medio y fui al salón. La comida seguía intacta y yo tenía mucha hambre. "Ahora después coges fruta en el bosque, no seas ansiosa" me obligue a decirme a mi misma. Mejor no arriesgar mi vida por un bocado, podría estar intoxicada.

Más tarde, después de haberme dado una ducha caliente y recibir una despedida bastante forzosa de aquellos dos anfitriones, nos sumergimos de nuevo en nuestro camino rodeados de naturaleza. La preciosa frase que nos había dicho la reina todavía se repetía en mi cabeza "Si no queréis que os envié cortados en pedazos dentro de una caja más os vale haberos largado cuanto antes".

Salimos de aquel poblado sin saber a donde iríamos, tampoco teníamos una idea de donde empezar a buscar.

— Todo esto no hubiese pasado si no te hubieses movido ¿no puedes quedarte quieta un solo segundo?

— ¿Me culpas a mi de todo esto? — pregunte incrédula —no es culpa mía que me apunten con una lanza mientras tu duermes tranquilo.

— Al menos podrías haber chillado.

— Que pena que no estabas en mi lugar para haberlo hecho.

Me había puesto de muy mal humor, no podía juzgarme así y tampoco era mi culpa. Seguimos caminando sin rumbo, hasta que llegamos a una tregua. No podíamos seguir merodeando sin hacer nada.

— Oye, la leyenda habla de una princesa— interrumpí. Aquella idea golpeo mis pensamientos.

— Sí— afirmó Izan, me miro como si aquello no fuese obvio.

— ¿Podría tratarse de su hija?— pregunté refiriéndome a los señores que nos habían acogido por compromiso.

— Que yo sepa, nunca han tenido hijos— aseguró. Parecía que los conocía desde hace tiempo.

— Eso no lo sabes, son inmortales al contrario que nosotros. — alzó una ceja pensativo.

— ¿Y qué sugieres que hagamos?

— Tenemos que volver a entrar allí.

— Estas loca— afirmó.

— Podemos decir que se me olvido una cosa— mi voz sonó perversa, como los niños revoltosos de los que me hablaba el abuelo en sus cuentos. No teníamos nada que perder, lo mismo y por eso tenían prisa por que nos fuésemos.

—¿No te parece extraño que no hayan preguntado que hacíamos allí? A ver, lo han hecho pero tu respuesta no sonó muy convincente. ¿Por qué te creyeron? y ya que estamos, ¿de que los conoces?— miró al suelo dubitativo.

— Deja de preguntar tanto, si quieres iremos. — comento como si me diese por caso perdido. Aunque a mi me sonó, más como si me diese la razón como a los niños pequeños cuando no quieren hablar más del tema. 

 —  No has respondido a mi pregunta. — insistí. 

— Estamos haciendo lo que tu querías— dijo al regresar sobre sus pasos— así que podrías cerrar la boca un rato.

Parecía estar preocupado por algo y a la vez enfadado, y no lo entendía porque yo no había hecho nada malo. 


¡Aloha! De nuevo, decir que espero que disfruten la historia. He visto que hay nuevos lectores sobre todo de América, ¡Un saludo desde España!, os animo a que participéis comentado o votando :)

La elegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora