Capítulo 15

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Durante el camino de vuelta no se formuló palabra alguna, estuve a punto de estallar varias veces pero me contuve. Me molestaba su actitud, quería que me dijese que había hecho mal. Tan solo había formulado unas cuantas preguntas, nada de aquello iba con maldad.

De nuevo muchos pares de ojos se posaron sobre nosotros. Uno de los guardias, nos miraba incrédulo sin creerse que fuera tan importante lo que había olvidado.

— Entretenlos— le susurré.

La reina nos recibió de nuevo, su falsa sonrisa predominaba en su bella cara. Camine hasta llegar a la cabaña en la que nos habíamos alojado. Aquí no había nada donde buscar, tendríamos que mirar en otro sitio.

Izan entro por la puerta.

— ¡Te dije que los mantuvieras ocupados! — exclamé furiosa.

— ¿De verdad pensaste que te haría caso? No olvides que soy alfa, no acepto órdenes de nadie.

Eche frustrada el aire de mis pulmones y salí por la ventana de atrás.

— ¿A dónde piensas ir? — preguntó— Ya has visto que aquí no hay nada, con todo lo que estás liando solo nos traerás problemas.

Ignoré sus palabras y me concentre en el paisaje que me rodeaba. Ya había llegado a la conclusión de que la cueva tenía que estar bajo tierra al no haber montañas, lo que nos dificultaba la búsqueda.

Había varias posibilidades pero dudaba que estuviese en el poblado. No. Alguien podría descubrirla accidentalmente. Sin embargo tendría que ser accesible y estar cerca para tenerla vigilada. Esto me resultaba sospechoso.

— ¿Dónde tendrías escondida la cueva que guarda a tu hija con una espada?— le pregunté con burla viendo si así podríamos encontrar la respuesta.

—¡Ahí están!— Gritaron unos guardias que nos señalaban. ¡Mierda! Necesitábamos más tiempo.

— ¡Corre!— exclamo Izan. Huimos hacia la maleza de nuevo, pero en sentido contrario a donde estaba nuestra salida.

Sentía como corrían detrás de nosotros, estaban a punto de alcanzarnos pero de un momento a otro Izan me cargo y nos alejó de ellos a una velocidad fascinante. Me bajo una vez que no podía escucharlos, los habíamos perdido.

— Será mejor que se nos ocurra otro plan o el barco se irá sin nosotros.— me recordó.

— Ni me lo menciones— dije.

Vagabundeamos sin tener ni idea sobre qué podíamos hacer, ya cualquier plan que proponía cada uno el otro ya le hallaba alguna pega.

—¿Y si volvemos?— sugirió.

— Ni de broma, después de todo por lo que he tenido que pasar, antes seguir adelante que dar un rodeo.

En ese momento se escuchó un crujido y de un instante a otro me encontraba colgada sujetando una vieja raíz del suelo. Mi corazón se acelero y el grito que chille se pudo escuchar a leguas.

Izan me ayudo a subir y ambos miramos hacia abajo. Si no hubiera sido por la luz que entraba por el hoyo y que se reflejaba en los cristales que estaban incrustados en la pared no se podría ver absolutamente nada.

— ¿Será esto?— preguntó.

— Ni en broma pienso bajar ahí— dije con el susto en el cuerpo todavía.

— Dudo mucho que tengamos otra opción— declaró. Lo mire sin saber a que se estaba refiriendo.

— Escuchó sus pisadas, no tardarán en llegar.— termino por decir, aclarando mis dudas.

Izan se agacho y cogió un palo, rompió un trozo de su camiseta y comenzó a liarlo para después con dos piedras hacer que la tela ardiera. Bajamos con cuidado, él sujetando esa especie de antorcha, aferrándonos a las piedras de la pared. Yo lo hice intentando no mirar al suelo, estaba muy alto.

El suelo estaba encharcado, pero al menos podíamos ver. En la cueva no había nada ni nadie, sin embargo en una de las paredes se encontraban dos túneles. Uno de ellos bastante grande mientras que por el otro tenías que agacharte para poder pasar.

— Supongo que es demasiado tarde para regresar. — expreso Izan, yo asentí tomando la iniciativa y me adentre por el túnel más grande, si iba a tener que andar no lo iba a hacer cabizbaja.

El sonido del agua a mis espaldas me confirmó que Izan me seguía.

***

— ¡Esto no lleva a ninguna parte!— exclamé agotada, llevábamos horas andando y seguíamos atrapados en el maldito túnel. ¡Quería salir de aquí!

— Pues ya dudo mucho que podamos volver atrás— admitió Izan— pero si miras el lado bueno al menos ya no estábamos en ese poblado— resople resignada.

— Verás cómo se apague el fuego, entonces seguro que me dirás que siga mirando la parte positiva.

— Tu no, pero mi vista me permitirá seguir avanzando princesa, no te preocupes por eso.

— ¡Deja de una vez de llamarme así!

El único sonido que escuché a partir de ese instante fue su amplia y sonora carcajada, no veía donde estaba lo divertido de la situación. Deseaba con todas mis fuerzas salir de allí de una vez y los nervios no dejaban de atosigarme. Sentía la presión sobre mí una y otra vez atormentándome la cabeza. Tan solo nos quedaban dos días en la isla antes de que el barco se fuera, desconocíamos el paradero de la espada. No sabía is aquello para él era un juego, ni siquiera sabía porque había decidido acompañarme, pero desde luego yo no estaba aquí por ninguna tontería. Las palabras del abuelo no dejaban de sonar en mi mente. Si fracasaba, le habría decepcionado, todo sería para nada.

— Oye, ¿estás bien? — me preguntó. No me había dado cuenta de que mi respiración sonaba cada vez más fuerte y rápida. Izan me ayudo a sentarme en el suelo y me rodeó con sus brazos. Maldita sea, ¿por qué me costaba tanto odiarlo?

— Respira profundo, olvida que estás aquí, así se irá el mal rato. — hice lo que me aconsejo y agache la cabeza y cerré los ojos.

Mi respiración se fue relajando poco a poco y ya no me sentí tan asfixiada.

— ¿Mejor? — Volvió a preguntarme. Asentí aún teniendo la cabeza agachada todavía. — Será mejor que paremos y tomemos algo. — afirmó.

Saco comida de mi mochila pero a pesar de sentirme mejor apenas le pegue bocado a lo que me ofreció.

Volvimos al único camino que podíamos seguir en cuanto terminamos. Estaba agotada, ni siquiera sabía si era de día o de noche.

— ¿Qué es esto?— pregunto mirando al suelo. Parecía pasmado, se agacho y cogió algo del suelo que parecía ser muy largo.

—¿Qué es?— le pregunte. Me acerque y pude apreciar que el tejido era escamoso. Me lleve las manos a la boca para ahogar un grito.

— Esta debe de ser su piel, no debe de andar muy lejos. — declaró, sabiendo muy bien ambos a lo que nos tendríamos que enfrentar. 


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La elegidaWhere stories live. Discover now