Capítulo 17

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— Aléjate de él— me amenazó. Su voz era imponente pero a la vez dulce. Me giré para encararla pero ya estaba al lado del manso dragón. — creía que ya os habíais ido.— puntualizo. Me quede callada, no sabía qué decir.

—Sigo sin entender porque no nos quieres dar la espada. No puedes escapar de aquí, no te sirve de nada.— ella me encaró con una mirada furiosa, pero en sus ojos se podían reflejar lo duras que habían sido mis palabras y la verdad que contenían estas.

— ¿Qué es lo que sabes sobre mí? — preguntó.

— La leyenda que nos cuentan a todos. Donde tu quedaste aquí atrapada y tu amado, se perdió para siempre.— ella sonrió de una forma agria.

— Esa historia no es más que una falsa— susurró lo suficiente fuerte para que la oyese, mientras apoyaba la cabeza sobre la pierna del dragón. Este último ya había terminado de beber y yacía sentado.

— ¿Qué quieres decir?— pregunté curiosa.— ¿No fue eso lo que te paso?— Cris no dijo nada, pero su silencio lo decía todo. Comenzó a negar con la cabeza y se llevó las manos a la cara para apartar las lágrimas que amenazaban con salir. No se parecía en nada a la chica que me había encarado antes, parecía una persona totalmente diferente, indefensa.

—¿Es por la otra historia por la que no quieres que nos llevemos la espada?— sin darme cuenta, había caminado hasta su lado. Ambas, nos encontrábamos de rodillas y yo le acariciaba el cabello negro. Sin saber el motivo, sentí pena hacia ella, daba igual cómo hubiese sido la historia en realidad, lo que importaba en ese instante en el que se encontraba que parecía no tener futuro.

Ella comenzó a sollozar, seguía teniendo la misma postura que antes, las manos cubriendo su cabeza que estaba entre sus rodillas. El dragón que estaba a su lado se percató de lo que sucedía la cubrió con su ala, en cambio yo me quede estática en mi sitio. Cuando termine de escuchar su leve llanto y se tranquilizo volví a mirarla de nuevo.

— ¿Quieres contarme que paso?— le pregunté. No iba a consolarla como si fuésemos amigas de toda la vida, además que no se me había olvidado que se negaba a entregarnos la espada, pero tampoco era un monstruo.

Siempre estaba dispuesta a escuchar los problemas de la gente, era algo que aprendí desde pequeña cuando paseaba con mi padre y vi como el ayudaba a otros como uno de los líderes.

Cris, no asintió pero tampoco negó con la cabeza. Simplemente comenzó a hablar.

— Fue hace tanto tiempo, nif nif, ya casi ni recuerdo como era su rostro— sollozo.

"Todo iba genial, — rió con sarcasmo entre lágrimas— mis padres me sometían presión porque yo no tenía alas, aquello era una vergüenza para ajena, ¡como iban a ser de la realeza con una hija como yo! ¡qué desgraciados eran! Lo probaron todo desde pastillas, embrujos, hechizos, trajeron hasta a un curandero. Hicieron todo lo que podían y más para cambiarme, para que fuese algo que no era.

Calix era el único que me entendía, el único que me quería tal y como era. No éramos nada del otro mundo, solo amigos, pero supongo que las malas lenguas llegaron a mis padres. Pasamos mucho tiempo juntos, sobre todo en los establos, ya que él trabajaba allí.

Un día me agobie tanto que me dio un ataque de ansiedad, toda yo temblaba, y no hacía más que llorar y llorar. Recién se habían vuelto a meter conmigo unos niños en la calle.

Al día siguiente fue cuando Calix me propuso la idea de escaparnos juntos, no pude decirle que no, era demasiado infeliz. No tuvimos mucha suerte, nos pillaron a mitad de camino, teníamos pensado cruzar el mar y no volver nunca más a la isla.

A Calix lo apresaron los guardias y mi padre, me trajo hasta aquí tirándome del pelo.

No se que hizo, supongo que echar un maleficio y librarse de mí de una vez por todas. Calix se convirtió en dragón, no desapareció así sin más como tu dices, lo transformaron para que me trajera las plantas todos los días para no morirme por no estar en contacto con la naturaleza y yo si intento salir de aquí, me arde todo el cuerpo."

— No se nota ahora mismo, pero estoy amarrada con una cadena mágica a este sitio y la verdad no se como romperla— hipó— lo único verdadero que sabías era que la espada fue forjada con mis lágrimas, me pasé semanas o incluso meses llorando— admitió— No lo sé, ciertamente aquí el tiempo pasa de una manera distinta, ya has podido comprobarlo.

Asentí confirmando lo que decía pero sin poder creerme por lo que había tenido que pasar siendo tan joven.

Ahora aparentaba mi edad, pero ponía la mano en el fuego a que solo lo parecía, las hadas envejecen de otra manera y lo más probable era que tuviese mi edad cuando le paso.

— ¿Y no sabes por qué naciste sin ellas?— le pregunté. "¿Es enserio?, me cuenta su historia y eso es lo primero que se me ocurre decirle. Porque seré tan torpe a veces."

A ella pareció darle igual o no lo tomo en cuenta porque me contesto con un tono de indiferencia.

Le cogí la mano, mostrándole mi apoyo. Se había sincerado conmigo sin apenas conocerme, eso representaba cuan dolida estaba y lo sola que debía de sentirse. ¿cuánto tiempo habría pasado sin hablar con nadie? Me la imagine hablando sola con aquel dragón y mi corazón se partió en dos. De la misma forma, miré el lugar donde se alojaba cada día. Tenía una especie de cama que consistía en un colchón con una sábana y la cantidad de hojas secas amontonadas en un rincón.

No quería ni imaginarme lo que debió de ser para ella tenerlo todo y quedarse sin nada y todo por querer ser feliz y aspirar a más. Quizás, en ese momento, comprendí porque se negaba a darnos la espada.

Ese objeto era lo único que le quedaba además de su fiel amigo con escamas. En ese instante me acordé del mío, solo que este tenía pelos ¡mierda, estaría ahora subiendo por las paredes!

— ¡Oh no! ¡He dejado solo a Izan!

— Tranquila, seguro que esta bien.

— ¡No! Estará rompiendo todo lo que encuentra si se despierta y ve que no estoy.

— Bueno, vamos a donde habéis dormido si quieres. — se levanto, me tomo de la mano y nos encamino hacia la salida. — Gracias por haberme escuchado— me agradeció.

— Para eso estamos— dije y la abrace. Bajo mi punto de vista, me respondió algo forzado, pero me alegraba de haber hecho una amiga.

Cuando llegamos donde habíamos dormido, Izan seguía cabizbajo y con la boca entreabierta y espatarrado hacia un lado. Ni se había inmutado con nuestra presencia.

— ¡Izan! ¡Arriba! — grité. Me fulminó con una mirada lasciva, pero se fue levantando poco a poco. Miró con mala cara a Cris cuando la vio y me miro como diciendo "¿qué hace esta aquí?" supuse que tendría que explicárselo más tarde.

— ¿Entonces nos vamos aya? me pregunto Izan— Tenemos que darnos prisa, el barco sale hoy. —Abrí los ojos al darme cuenta de aquello.

—¡Es verdad! — exclame— tenemos que darnos prisa ¡venga! ¡corre!

— ¡Espera!— me pidió Cris, cuando nos íbamos, casi se me olvida despedirme de ella con los nervios. — quería darte esto— explicó pasándome el mando de plata que estaba debajo de su túnica— quedatelo, no puedo seguir aferrándome a un recuerdo. Que tengáis suerte con el talismán— solo pude darle un beso en la mejilla y un abrazo como gratitud. 

¡Aloha! Os dejo un nuevo capítulo :) espero que os guste. 

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