Capítulo 13

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— Le recordamos que tienen cinco días. Si vemos que no regresan en ese periódo nos iremos sin vosotros.— hablaba un hombre lobo con Izan, sería el contacto que nos ayudaría a subir al barco— He podido conseguir un bote para vosotros, nosotros nos quedaremos por esta zona. Recuerden, cinco días— Izan tomó los remos que le ofrecían.

— Gracias por el favor, te lo compensaré — le dijo serio. Juntos bajamos por unas escaleras de acero que estaban pegadas al casco del barco. En cuanto montamos en el bote él se puso a remar.

Debido a la poca profundidad del mar, no podían acercarse demasiado y no había quedado otra salida que dejarnos a más de dos kilómetros alejados de la costa.

Al menos, si nos servía de consuelo recién habíamos almorzado por lo que teníamos toda la tarde.

—¿Te imaginas que nos encontramos a alguna de las ballenas que tanto admiras?— comentó burlón.

— Si y ojala y te tiren de la barca— reí.

— Si querias verme con la camiseta mojada solo tienes que decirme, se que soy irresistible— me guiño un ojo.

La verdad, es que hacía mucho calor al contrario de las temperaturas que hacían en mi poblado. ¡Madre mía! ¡Se suponía que el invierno estaba a la vuelta de la esquina!

...

Llegamos antes de que finalizara el día, mejor así nos daría tiempo para buscar un sitio donde dormir.

El sol seguía golpeando fuerte, aunque menos que antes afortunadamente. Atamos con una cuerda la barca a una de las muchas palmeras gruesas que se encontraban cerca de la orilla. El paisaje se asemejaba mucho a una isla tropical, era la primera vez que veía algo tan maravilloso.

Vi a una bandada de aves exóticos perderse entre las palmeras. Me quite los zapatos, la arena estaba suave y cálida bajo mis pies, jamás había llegado tan lejos. Nunca había viajado a tanta distancia  y sin apenas compañía, sobre todo con gente de mi poblado. Se me hacía extraño este sentimiento de añoranza porque por un lado me sentía muy bien aquí, viendo cosas nuevas pero eso no descarta que echase de menos a mi familia.

Volví a mirar el paisaje que tenía enfrente, hermoso. Pero no tenía ni idea de como íbamos a encontrar la espada. Se suponía que estaba en una cueva pero ¿entre todo ese follaje? Lo normal sería que estuviese bajo tierra pues no se podía distinguir altos montes aquí. ¿Por dónde tendríamos que empezar a buscar? Todo aquello  abrumaba esperaba poder hacerlo bien.

— Creo que lo mejor sería investigar el terreno— de esta manera nos familiarizaremos un poco con él.

— Estoy de acuerdo— accedí— ¿vamos?

Solo se escuchaba el sonido de nuestras pisadas y algún que otro reptil trepando o ave, por lo demás todo estaba en un silencio sepulcral. La luna y las estrellas no tardaron en hacernos compañía. Como al principio terminamos durmiendo bajo los árboles en compañía de la hoguera y yo de mis mantas, que no podían faltar aunque hiciera menos frío.

El amanecer no fue tan agradable como echarse a dormir. Desperté con una lagartija de vistosos colores en el pelo que casi me mata del susto. Izan seguía durmiendo, se le veía tranquilo en cambio yo no había corrido la misma suerte.

De nuevo el lobo que había conocido de pequeña había atormentado mis sueños, deseaba saber que significaba aquello o si simplemente era mi imaginación haciendome jugar una mala pasada.

Me levante para estirar las piernas y ver si se me pasaba el malestar y el mareo pero sin olvidar la ubicación de donde había pasado la noche. El colmo de todo sería que encima perdiese. Según andaba la firmeza del suelo se iba perdiendo y el camino se hacía más blando, estaba casi todo lleno de barro.

Pise una roca para evitar manchar mis zapatos con un charco muy grande que había pero no mire bien y termine cayendo al suelo, al lado de la piedra. Cerré los ojos de dolor y toque la zona que había sido malherida, la parte baja de mi espalda.

Cuando volví a abrir los ojos, un hombre me observaba. Tenía una lanza en su mano, su pelo era largo, rubio y aparentaba ser muy sedoso. Sus ropajes estaban tapados por una capa y su mirada era tan intensa que casi no me fijo en sus características orejas. Quise gritar pero el nombre de la única persona a la que podía pedir ayuda se quedo atascado en mi garganta.

— Levanta— dijo lo suficiente alto como para que lo escuchase. Puesto que estaba desarmada le hice caso, mi espalda gimió de dolor en cuanto lo hice. Miró en dirección a los árboles y ladeo la cabeza.

— Camina— indicó. Di un paso adelante y el miedo empezó a invadirme ¿a dónde me llevaría? Esa pregunta me dio escalofríos. No. Debía de ser fuerte, ya encontraría la manera de escapar.

Me guió entre la maleza sin bajar en ningún momento la lanza. Llegamos hasta un muro cubierto de plantas y flores de diversos colores, no se que querría que hiciéramos allí.

— Sigue, camina— volvió a ordenar, por lo visto era un hombre de pocas palabras. ¿Pero cómo quería que lo hiciese? Allí solo había una pared ¡no podía cruzar! ¿Y dónde diablos se ha metido Izan? Lo iba a matar si antes no terminaban conmigo "¿Dónde estas lobo?" volví a preguntarme a mi misma y sentí un cosquilleo.

—Continúa— insistió aquel ser de orejas puntiagudas y finos rasgos. Creía imaginar ante que raza me encontraba pero no estaba segura, ¿un elfo?

Finalmente le hice caso y temiendo chocar contra algo duro, me di cuenta de que atravesaba la pared y que esta me llevaba a un lugar escondido ¡todo un poblado! Se asemejaba muchísimo al de Izan pero al contrario que ellos, tenían alas y nada de feroces garras y colmillos.

La lanza comence a sentirla mucho más cerca, casi rozaba la herida de mi espalda. Todo el mundo que estaba a nuestro alrededor me miraba y escuché murmurar un niño a su madre "Mira, es humana".

El color rojizo cubrió mis mejillas en poco tiempo, no me gustaba ser el centro de atención y mucho menos que me mirasen como si fuera un bicho raro.

Nos paramos en la puerta de una cabaña y minutos después de que saliera un señor me hizo pasar. Por dentro era mucho más grande de lo que aparentaba ser por fuera. Un hombre con una larga capa, afeitado y con unas hojas de oro que estaban esparcidas por su cabello suelto nos observaba. Su mirada era imponente.

— ¿Quién es?— le pregunto.

— La he encontrado en el bosque su majestad, huele a hombre lobo y pensé que lo mejor sería llevarla ante usted.

— Gracias guardián, regresa al bosque. — Este último hizo una reverencia y salió por la puerta.

— No me gustan los desconocidos así que se breve y dime que estás haciendo aquí, en mi territorio— afirmo declarando abiertamente su poder.

— Pues verás yo...— un elfo que no había visto en todo el tiempo que llevaba aquí entro interrumpiendo.

— El lobo ha entrado señor, exige que le devolváis a la chica— afirmó.

— Pues hacer que pase— dijo con una sonrisa, no sabría decir bien si maliciosa o divertida pero desde luego no me fiaba un pelo de él.

La elegidaWhere stories live. Discover now