Capítulo 12

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El viento soplaba, pero aún así la marea y el mar estaban en el calma, haciendo el paseo agradable.

Gracias a un contacto de Izan, habíamos podido subir a un barco pesquero que viajaba al sur y que por lo tanto nos dejaría allí.

Solo tendríamos que averiguar si la leyenda del dragón era verdadera o no, y en el caso de que fuese cierta coger la espada. Esperaba que sí, ¡qué digo esperar! ¡lo deseaba con todas mis fuerzas! Papa debía de estar muy preocupado y encima ya tiene bastantes problemas que lidiar allí. Ojala y hubiera comida suficiente... habían calculado que tendrían para sobrevivir el año.

Y encima, ¡cuánto añoraba al abuelo! Suponía que él también se sentía así, lo más probable era orgulloso pero juraría que también asustado. No podía fallarle, confiaba en mí. Bueno, todavía lo sigue haciendo.

Me dirigí al camarote que nos habían dejado, no era muy grande pero mejor que estar abajo con la comida pudriéndose, oliendo a especias y sal todo el tiempo y con lo mismo alguna que otra rata.

Revise de nuevo el mapa y suspire profundamente, necesitaba relajarme. Me tumbe sobre sobre la malla que me habían dado como cama y miré al techo. Frote mi sien y termine cerrado los ojos. Lo mejor sería dormir, no sabía si era porque me estaba mareando pero sentía unas ganas inmensas de vomitar. "Volveré a casa, lo prometo. Llevare esa dichosa piedra a su sitio." me prometí a mi misma.

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— Alteza humana — sentí como movían la red y esta me llevaba de un lado a otro. "No por favor, que dejen de hacer eso."

— Gracias por traer la comida. Dámela. — escuché la voz masculina de Izan y como abrían y cerraban la puerta. — ¿Mareada? — preguntó, aunque sonó como si fuese algo muy obvio.

— No me siento bien — admití.

— En ese caso, será mejor que no comas, nos ahorraremos de limpiar tu vómito— aclaro— descansa, que solo queda la noche y la mitad de un día.

— ¿Solo eso? Izan, ¿A dónde vamos? Se tarda más en llegar, al menos tres días mínimo. — afirme algo enfadada.

— Es eso lo que me han dicho a mí, esta mañana— aseguró.

— Pues esta gente no tiene ni puñetera idea de navegar.

— ¿Quieres bajar la voz? Son hombres lobo, pueden oír esta conversación perfectamente. — mis mejillas se colorearon— voy a volver a preguntar si eso te tranquiliza, duerme y deja de creer que lo sabes todo. Hazme caso.

¡Como se atrevía a decirme eso! Yo no iba de sabelotodo y encima que mal, no tenía ni idea de que su oído fuese tan fino.

Cuando volví a despertarme estaba amaneciendo. Apenas había luz en la habitación pero podía distinguir sin impedimento la silueta de Izan durmiendo tranquilamente a mi lado, se le veía tierno.

— Psss —murmulle alargando el brazo para tocarlo — Psss...despierta.

— Mmmm dejame— farfulló — sigue durmiendo.

— No puedo, he dormido casi un día, te recuerdo.

— Que pena que yo no — y se giró dándome la espalda. —No fue hasta que se escucharon los tripulantes andar junto con los tablones de madera del suelo crujir cuando decidí levantarme.

— ¡Cuidado con las ballenas! — gritaron. Fui hasta la cubierta del barco, donde las vistas eran espectaculares. Se podían ver cientos de ballenas nada en la misma dirección que nosotros. Decir que era impresionante cuando levantaban sus colas era quedarse corto.

Viendo que estaban trabajando, no quise molestar así que me aparte a un lado, donde podría disfrutar de las vistas y pasar inadvertida.

Sobre la tarde, el lobo alfa se acercó a mí mientras leía un libro que me habían prestado amablemente sobre las criaturas del mar. Se sentó a mi lado.

— Estabas en lo cierto con lo del tiempo— murmullo.

— Te lo dije. Por cierto, ¿tienes idea de en que parte de la isla podría encontrarse la espada?— cuestione, cerrando mi lectura.

—No tengo la menor idea— admitió sincero — pero supongo que alguien de allí nos podrá ayudar.

— Lo dudo mucho, esa espada es muy poderosa — reconocí— ni siquiera viven humanos allí, nos acercan porque se lo hemos pedido y tenemos cinco días o se largarán sin nosotros.

— ¿Cómo sabes eso?— eleve el libro para que lo viera.

— Él que me lo ha prestado me lo dicho.

— ¿Y que viven en la isla entonces? — preguntó cambiando de tema.

— Solo hadas, si estoy en lo cierto.

— Tienes que ir contándome esas historias que te comieron el tarro de pequeña. Parecen ser muy útiles.

— No te lo recomiendo. Lo único que han hecho es aportarme problemas con mi padre, pero sí que están llenas de conocimiento.— postule. Había algo en sus ojos que se me hacían familiares. Sonrió y estos se volvieron más oscuros.

—¿Por qué os cambian los ojos de color? — pregunte curiosa.

— Depende de lo que sintamos en ese momento pero yo nací con los ojos blanquecinos.

—¿Y qué sientes ahora? Se han vuelto oscuros.

— Ah, pues no se— ironizo— ¿Qué crees que estoy sintiendo?

—No me seas así. Dijiste que responderías a todas mis preguntas.

—Sobre hombres lobo, no sobre mis sentimientos— enarque una ceja, no podía estar pasándome esto.

—¿Vamos a dentro? — le pregunte viendo que iba a ser imposible que me respondiera— Esta empezando a ser frío, menos mal que vamos al sur. — susurré.

— Desde luego, ¿quién no podría entrar en calor con un dragón que pueda chamuscarte? — afirmó irónico. En que me momento no se me ocurrió a mí, escapar de aquella aldea.  

La elegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora