Capítulo 2.

10.2K 591 138
                                    

     Una chimenea encendida fue la primera cosa que observaron mis ojos cuando recobré la conciencia, todo mi cuerpo dolía y era debido a estar arrojado en una incómoda posición sobre una alfombra de mimbre que cubría el suelo. El crispar del fuego y los espasmos de adrenalina producto del sueño que acababa de tener, me hicieron darme cuenta de la energía que había recuperado con lo que parecían un par de horas de largo descanso.

Intenté adaptarme a la luz del interior del lugar, que era muy parecido a una choza por su interior. Me sentía desorientada al sentir una agradable calidez envolviendo mi cuerpo, pero no podía estar del todo tranquila al no saber en qué sitio estaba metida.

No tardé demasiado en acomodarme sobre el suelo y dando así una larga inspección por encima de mi cuerpo adolorido gracias a la posición en la que había estado dormitando, quise levantarme para acercarme a la cama que estaba del otro lado de la pequeña choza, pero algo tiró de mis muñecas logrando arrancarme un gemido lleno de dolor y caer en cuenta de lo que acababa de ocurrir.

Mis muñecas estaban amarradas, pero no eran simples cuerdas las que me mantenían prisioneras, ahora eran unas pesadas cadenas que me tenían atrapada mientras que el otro extremo estaba adherido a un grueso madero que formaba parte de la estructura del espacio.

"¿Qué...?" Pensé estupefacta al intentar mover las cadenas y notar inmediatamente que estás no cederían ante ningún movimiento de mi parte.

Una asfixiante desesperación volvió a invadirme, a tal punto llegó que sentía como la respiración se me dificultaba y el corazón se aceleraba sin oportunidad de darme una tan ansiada calma que hacía mucho tiempo olvidado como se sentía.

Después de eternos minutos luchando en vano con las cadenas, fue cuando caí en cuenta de que algunas lágrimas habían caído de mis ojos, deslizándose por mis mejillas hasta desprenderse en mi mentón y caer al suelo para desaparecer sobre la mimbre. Mis muñecas dolían, pero sabía que eso era absolutamente culpa mía.

"Anhelo volver... quiero volver a casa." Era la única que podía pensar a esas alturas, sólo hasta que una puerta tras de mí chirrió de forma casi escalofriante, haciendo que me girara inmediatamente para encontrarme con un extraño hombre que avanzaba a mí arrastrándose como un animal moribundo.

Su penetrante mirada azul me intimidó como ninguna otra cosa, como jamás había ocurrido antes, pero no fue motivo como para apartar mi mirada y dejarla caer al piso. Probablemente estaba cometiendo un error al mirarlo fijamente, pero también había algo en sus ojos que no me dejaba apartar los míos.

Se mantuvo en completo silencio mientras se arrastraba hasta una posición cercana frente a mí, por pocos segundos pude divisar el rostro de un hombre diferente en la puerta de entrada que estaba cerrando y que sólo me hizo sentir más atrapada de lo que ya estaba. Él sentó con un poco de dificultad sobre un tronco lijado para poder utilizarlo como asiento a la vez que yo me arrastraba lentamente hacia atrás, hasta que la pared tocó mi espalda y no pude seguir retrocediendo.

No parecía ser alguien amenazante, pero de todas formas me mantenía atenta a cualquiera de sus movimientos en el caso de que quisiera atacar.

Sabía que no lograría ganar si el hombre que estaba fuera de la choza entraba y lo ayudaba a matarme, pero al menos le daría pelea con mis piernas.

—Muy inteligente de tu parte asesinar a una manada de sujetos delante de todo un pueblo. —no lo conocía, pero sabía que se estaba burlando de lo que había hecho con mis amos, aun así, no me importó. Él no tenía idea de todo lo que había pasado en mi vida como para haber tenido que llegar a ese extremo, era un asunto de vida o muerte. —¿Qué has conseguido con todo aquello? —me mantuve en silencio, negándome a responder cualquiera de sus preguntas. —Nada. Tus amigas esclavas han desaparecido sin agradecerte, y la moribunda que salvaste probablemente ya esté muerta.

GOLDEN CROWNWhere stories live. Discover now