Capítulo 8.

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     Ya era muy entrada la noche cuando ingresé nuevamente al gran salón que había sido lugar protagonista de la incómoda cena a la que nos había metido después de responder a preguntas que no tenían nada que ver conmigo y que, por lo tanto, no debía decir nada por la misma razón.

El salón tenía una aura pesada y lúgubre debido a la oscuridad en la que estaba inmersa, y que no terminaba de devorar todo a su paso gracias a las pocas velas encendidas y colgando de lugares estratégicos para no perderse o chocar contra algo al andar. Estaba totalmente vacío, ni siquiera un sirviente merodeaba por los alrededores asegurándose de que todo estuviera bien, y los guardias daban sus rondas habituales en los alrededores, pero no alertaron mi presencia al pasar desapercibida por las puertas.

Me acerqué un poco cohibida hacia el marco de la puerta de donde colgaban unas especies de cortinas de cuero con agujeros cuadrados y que eran la única separación entre los aposentos de la reina con el salón donde recibía a muchas personas día a día.

El motivo por el que había venido es porque, de alguna forma, me sentía culpable de lo que había dicho en la cena y que provocó que la reina entristeciera considerablemente al mismo tiempo que se ausentaba más de las conversaciones tediosas que se dieron en ese instante para después pediré permiso y retirarse. No quería que existieran malos entendidos entre ella y yo, no era justo para –sobre todo- ella.

—Reina Aslaug, es Eyra. Lamento molestarla tan tarde por la noche, pero quería pedirles disculpas por la respuesta que le di durante la cena. —esperé alguna contestación de su parte, lo que fuera, pero sólo se oyó un largo silencio que me hizo sentir peor de lo que ya estaba. —Quería hablar con usted cuando estuviera a solas, pero no sé si le parecerá correcto.

Para mí el silencio cada vez era más incómodo y sólo me hacía pensar que realmente había cometido un error durante la cena, ni siquiera debí haber aceptado la invitación que Ubbe me transmitió de parte de la reina, pero así es como eran las cosas. Ahora debía disculparme por lo que yo misma había ocasionado sin intención alguna, pero lo cierto es que llegó un momento en que me pregunté si la reina realmente estaba en el interior como daba por hecho porque al menos podría contestar ante mis llamados.

Eso picó mis dudas por lo que pensé en volver a llamar hasta que al menos me diera una contestación normal.

—Reina Aslaug, ¿está aquí? —nadie respondió nuevamente, y ahora sí que pensé que podía no estar dentro así que debía cerciorarme de aquello antes de marcharme y tener esta conversación en otro momento. Moví la cortina con lentitud pensando una y otra vez si realmente era correcto lo que estaba haciendo, pero todos mis pensamientos se borraron en un segundo cuando mis ojos vieron a la reina Aslaug tirada en el suelo con sangre empapando su blanco camisón en la zona de su vientre mientras se quejaba sin hacer demasiado ruido. —¡Reina!

No lo pensé dos veces antes de introducirme en el interior de la habitación con rápidos pasos para poder socorrer a la reina que yacía débil en el suelo, y poco después con llegué a ella, entre mis brazos.

Ella tenía la respiración agitada, de sus ojos cerrados caían lágrimas que no parecían querer detenerse, su cabello estaba húmedo y su rostro estaba repleto de un sudor frío que la hacía temblar cada vez más seguido.

—Reina, por favor, reaccione. —acomodé su cabeza sobre mi regazo para tener mis manos libres y poder apartar las hebras de pelo que se le pegaban a la frente por el sudor.

"Ayúdame, Odín, ¿qué hago?" Mis manos también comenzaron a temblar por la ligera impotencia que sentía al no saber qué hacer a la vez que se mezclaba con la preocupación que no me hacía pensar correctamente, hasta que Odín me iluminó.

GOLDEN CROWNWhere stories live. Discover now