Capítulo 33.

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     Ese día había un terrible frío que hacía doler los huesos de cualquiera que estuviera expuesto a las bajas temperaturas por demasiado tiempo. Por suerte, la fogata en el interior del salón yacía encendida desde muy temprano, y apostaría que fue gracias a la presencia de sirvientes que ingresaban en el lugar apenas el sol aparecía por las montañas; el calor ahuyentaba el frío y permanecía sereno dentro de aquellas paredes.

La noche anterior había caído una extensa lluvia sobre los pueblos cercanos a la costa, por esa misma razón la gente se movía sobre tierra mojada bajo pesados abrigos realizando sus actividades cotidianas sin importarles el mal clima mientras que Ivar y yo disfrutábamos del calor de nuestro hogar.

Balder se removía suavemente entre sueños sobre la pequeña cuna que tenía junto al trono mientras que mi esposo se encargaba de dar instrucciones específicas a los hombres que trabajaban en las mejoras de los fuertes que protegían al pueblo de posibles invasiones enemigas. Yo veía cada uno de sus movimientos, me sentía atraída por la forma en que sus labios se movían dando sugerencias, la manera en que su mano se movía como si pudiese explicar lo que decía con aquellos movimientos, la postura que tomaba al estar de pie, el hermoso azul de sus ojos.

Estaba tan cómoda sentada en mi trono que por un momento pensé que terminaría durmiendo, pero antes de poder hacerlo oí como las puertas eran abiertas dándole paso a un hombre encapuchado, su rostro no se veía, pero supe de quién se trataba inmediatamente.

Ivar intentaba ocultar la sonrisa que tiraba de las comisuras de sus labios mientras despedía a los hombres que lo rodeaban, ellos se retiraron poco después de las indicaciones. Se le veía emocionado, aunque intentase aparentar lo contrario.

—Hvitserk, es una sorpresa verte. Pensé que no volverías hasta dentro de unos días más. —él se había ausentado para cumplir con la travesía que se había impuesto por unas semanas antes de que Balder decidiera nacer, ninguno pensaba que su sobrino aparecería durante su ausencia.

—Quería volver. —dejó su abrigo de piel sobre el respaldo de una de las sillas, estiró su cuerpo con cierta somnolencia. —Ya estaba cansado de dormir todos los días a la intemperie.

—Es bueno que estés aquí, hermano. —ambos se sumieron en un abrazo un poco brusco, típico de ellas a la hora de demostrarse el cariño fraternal que se tenían sin necesidad de expresarlo mediante palabras. Cuando se separaron, se miraron fijamente. —Hay alguien a quien quiero presentarte.

Hvitserk caminó hacia mí para brindarme un cariñoso abrazo mientras Ivar traía a Balder cubierto por un par de mantas entre sus brazos. Cuando estuvo con nuestro hijo somnoliento a espaldas de su hermano, fue cuando él percibió algo extraño en mí porque bajó su mirada hacia mi vientre plano, lo que hizo que posara su mano sobre el lugar donde antes mi hijo crecía dentro de mí para asegurarse bien de lo que creía que pensaba.

—¿Dónde quedó tu panza? —sonreí cuando sus ojos se abrieron por la sorpresa, al mismo tiempo que Ivar carraspeaba a su espalda para llamar su atención. Se giró lentamente mientras susurraba para sí mismo. —No me digas que...

Se tragó todas sus palabras cuando visualizó el rostro de Balder entre las mantas que lo cubrían del frío, jugaba con el dedo de su padre sin interesarle mucho lo que ocurría a su alrededor. Ivar parecía tener el pecho inflado de orgullo al enseñarle el rostro de su hijo a su querido hermano. —Te presento a mi heredero, Hvitserk. Su nombre es Balder.

Estaba atónito viendo a su sobrino entre los brazos de hermano, apostaría a que le costó encontrar las palabras que salieron poco después de sus labios. —No puedo creer lo rápido que ha pasado el tiempo, hermano... Es precioso.

GOLDEN CROWNWhere stories live. Discover now