Capítulo 3.

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     Altos árboles sobrepasaban la altura de cada uno de los que estábamos presentes en el campo extendido que el grupo de hermanos utilizaba para entrenar las distintas habilidades que caracterizaba a cada uno, era una zona boscosa y aislada de cualquier tipo de construcción o contacto con el pueblo de Kattegat en general. También podía decir que era un lugar decorado de tal forma que, todo lo que estuviera colgando –como círculos de troncos o animales muertos– servía para trabajar en la puntería con el arco y flechas.

A pesar de las discusiones que antes habían tomado lugar en la mesa donde cenaban en compañía de su madre, todos los hermanos parecían estar bien mientras cargaban una silla donde Ivar estaba sentado para poder movilizarse rápidamente y ayudarlo a que no quedara atrás, yo iba a unos metros detrás de ellos con cortas miradas que Ivar daba en mi dirección para asegurarse de que estuviera con ellos ya que podía huir en cualquier momento debido a que no había nada que me amarrase, no había cuerdas ni cadenas, pero me obligaba a no pensar en algo así para no tener problemas de los que parecían avecinarse.

—¿Realmente tendré que luchar contra alguien? —susurré cerca de Ivar para que sólo él me oyera una vez que fue depositado por sus hermanos en cierto lugar mientras que ellos se alejaban para hacer diversas cosas, todas relacionadas con espadas y flechas.

Ivar limpiaba el filo de su espada con desgana sin apartar su mirada del arma que tenía entre sus manos, y yo comenzaba a experimentar altos niveles de nerviosismo después de darme cuenta en la cena de que realmente querían probarme, y no había excusa alguna que valiera para saltarme una situación como esa.

—Tienes que demostrarles que no me equivoqué cuando te escogí.

Carraspeé cuando sentí que las palabras que estuve a punto de decir temblaron en mis labios.

—¿...Y si digo que lo que viste fueron mis instintos para salvar a alguien?

Se mantuvo por un largo periodo en silencio, lo justo para poder escuchar a lo lejos los pasos de alguien acercándose cada vez más hasta nuestra ubicación, para después mirarme directo a los ojos como si estuviera buscando algo en mi interior, llegando muy profundo.

—Tendrás que sacarlos a flote para poder salvarte a ti misma.

—¿Qué...? —fruncí el ceño sin entender a lo que se refería, pero antes de terminar la pregunta que tenía en la punta de la lengua fue cuando sentí una presencia a mis espaldas que me hizo estremecer al mismo tiempo que me volteaba lentamente.

Las nubes grises habían ocultado lo celeste que el cielo se mostraba junto al sol que iluminaría cada rincón que pudiera alcanzar a rellenar con su brillante luz, la ligera neblina que nos rodeaba y los opacos colores que priorizaban ese día contrastaban con el cabello rojizo como el fuego de una chica que apareció en mi rango de visión, todo en ella la hacía parecer como algo extremadamente llamativo y nada fácil de perder de vista.

Sus ojos grises como las nubes que había por sobre nuestras cabezas me miraban de arriba hacia abajo consiguiendo intimidarme un poco mientras yo analizaba las armaduras que cubrían su cuerpo, la postura corporal que me demostraba que estaba lista para lanzarse sobre mí en cualquier momento, más el rictus tenso que no abandonó su rostro sólo hasta que pasó de mí para acercarse a Ivar.

Su faceta cambió drásticamente cuando se paró delante de él, bloqueando mi visión y dejándome apartada de la ajena tranquilidad que sentía cuando estaba cerca de él.

—¿Por qué no te he visto últimamente? Llevas días desaparecido. —Ambas observamos como Ivar se arrastraba para cambiar la silla –que originalmente sus hermanos habían cargado con él encima hasta este lugar– por el tronco cortado de un árbol.

GOLDEN CROWNOnde histórias criam vida. Descubra agora