Capítulo 18.

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     Las hebras de mi rubio cabello se mecían con salvajismo gracias al prominente viento que me daba de lleno en la cara debido a la velocidad con la que las patas de la yegua se movían por la larga extensión de tierra por la que me dirigía hasta reencontrarme con el gran ejército que se movía lentamente en mi dirección hasta poder cruzarnos en el camino.

No pasó mucho tiempo hasta que logré verlos a lo lejos, la yegua pareció notar mi emoción por que aceleró un poco más el paso hasta que la hice detenerse al jalar de las riendas y bajar de ella sin soltarla, su respiración agitada al igual que la mía se mezclaba cuando la mayoría de las miradas de mi gente estaban posada sobre mí con curiosidad.

—Nuestro pajarillo regresó. —fue lo primero que oí decir de parte de Floki causando que Ivar, quien estaba distraído teniendo una conversación con Hvitserk, frunciera el ceño en su dirección sin comprender a lo que se refería.

—¿Qué? —cayó en cuenta de que Floki me observaba, y no tardó en hacer lo mismo. Nuestras miradas se unieron, y fue perceptible para mí la manera en que frunció el ceño y endureció su pesado mirar. —Tú...

Bjorn fue el primero en acercarse, luego le siguió Ubbe, ambos desesperados por oír la información que podía brindarles después de haber estado casi medio día en busca de la ubicación del ejército enemigo. —Espero que traigas noticias para todos.

—Sí. —acaricié el cuello del caballo sintiendo cómo relajaba sus músculos bajo mi toque. —El otro ejército está a un día de aquí por el paso lento con el que avanzan. Tienen muchos guerreros, quizás más del doble de lo que el rey Aelle tenía bajo su mando.

—¿Qué debemos hacer ahora? —preguntó Ubbe, siempre buscando alguna indicación de su hermano mayor.

—Acamparemos aquí, les daré la oportunidad para que repongan energías porque mañana lucharemos. —repasó las expresiones de su hermano rápidamente. —Y en el nombre de nuestro padre, triunfaremos.

El caballo siguió mis pasos cuando me acerqué a la biga de donde Ivar no me quitaba los ojos de encima, tenía sus brazos cruzados a la vez que se mantenía inexpresivo. Le regalé una sonrisa juguetona mientras dejaba mi mentón sobre la orilla del carruaje, intentando engatusarlo con el brillo de emoción que había en mis ojos por haber podido hacer lo que quería desde un principio.

—Te dije que estaría bien. —no parecía muy a gusto. —Fue emocionante.

Bufó rodando los ojos. —No para mí. Estaba preocupado.

—Ahora estoy contigo. —le enseñé la palma de mi mano para que accediera a unir las nuestras a lo que no tardó en hacerlo, reacio, pero permitiéndome ver cómo disfrutó cuando acaricié sus nudillos con mi pulgar, sólo hasta que el caballo detrás de mí exigió atención para ser acariciado. —Tranquila, muchacha...

Ivar parecía tener un plan en la cabeza mucho antes de que me reuniera con él, o eso percibí cuando terminó diciendo algo en voz alta para que sus hermanos pudieran oírlo. —...Ustedes pueden hacer el campamento, yo iré a ver el campo de batalla.

Todos se giraron a verlo con ceños fruncidos. —¿De qué hablas, Ivar?

—Ellos esperan que luchemos de cierta manera, ¿por qué debemos cumplir con sus expectativas? —me alejé un poco para no estar en medio cuando los demás se acercaron hasta la biga, prestándole toda su atención a su hermano menor. —¿Por qué no buscamos la forma de pelear diferente y así los sorprendemos?

—Nuestros guerreros no sabrán lo que está sucediendo, nuestra forma de pelear es con el muro de escudos. —especificó Hvitserk con la voz carrasposa que lo caracterizaba, siempre pareciendo relajado.

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