Capítulo 24.

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     El dolor se expandía por todo mi ser al ver como ella caminaba a pasos lentos debido a las heridas que su cuerpo estaba soportando mientras ignoraba mis preguntas llenas de desconcierto y desesperación por intentar alcanzarla cuando entendía lo que estaba haciendo. Me estaba haciendo saborear la peor sensación que alguna vez pude experimentar en mi vida, y no estaba haciendo nada como para que lograse detenerla.

En ese momento, por primera vez en mucho tiempo, deseé con tanta fuerza tener mis piernas como las de cualquier hombre para haber podido correr detrás de ella y evitar a toda costa que se fuera de mi lado, pero fue en vano. Ella no pareció dudar ante lo que estaba haciendo a pesar de oír mis gritos a sus espaldas, no se estaba dando cuenta de que estaba matándome ver como la mujer que amaba se iba.

No supe cómo ni cuándo, pero Hvitserk se cruzó en mi camino para sujetarme con fuerza y evitar que continuase avanzando. Al parecer, la idea de saltar al agua, aunque no pudiera nadar estaba escrita en mi rostro.

—Apártate de mi camino, Hvitserk. —intenté alejarlo de mí. Él no dudó en afianzar aún más su agarre sobre mí causando que me sumiera en el desespero que tenía tras ver como el drakkan en el que estaba Eyra se comenzaba a alejar de la costa, cada vez más lejos de mí. —¡Ella se está yendo!

—No hay nada que puedas hacer.

—¡Eyra! —"no te vayas" quise pronunciar, pero las palabras no salieron de mis labios. Por el contrario, los brazos de mi hermano comenzaban a sofocarme entre ellos. Mis manos picaban por amenazarlo con las dagas en mi cinturón para que no se me acercara, pero lo que hice fue empujarlo con violencia marcando un metro de distancia entre nosotros. —Aléjate de mí. Soy capaz de matarte ahora mismo.

—Tranquilízate, ¿quieres? —lo hice a un lado para pararme en la última roca que había en la orilla antes de que todo fuese agua. —Los demás pueden irse, no hay nada más que ver aquí.

No me había percatado de que mis hombres estaban viendo todo en completo silencio, pero después de oír la voz de Hvitserk y seguramente percibir la rabia que comenzaba a encenderse en mí, acataron la orden sin tardar en desaparecer todos de mi vista.

Cuando estuvo cerca de mí, sujeté su ropa en un puño y lo acerqué a mí con semblante amenazante.

—¿Qué te dijo antes de irse? —su silencio me pareció una eternidad. —Dímelo... ¡Dímelo!

—Me pidió que cuidara de ti.

No lo entendía. No entendía nada de lo que estaba pasándome.

—¿Y por qué? —mi voz escapó temblorosa intentando encontrar una respuesta en sus ojos. —¿Por qué se fue sin decirme nada?... ¿Por qué me dejó?

Su mano se posó sobre mi hombro para reconfortarme mientras tiraba de mí en dirección a York, mi mirada estaba perdida en la lejanía del rio donde los botes se veían cada vez más lejos hasta que se hacía difícil verlos con claridad.

—Hay algo que no saber, Ivar. —le dio una última mirada al río que la había apartado de mi lado. Suspiré caminando con la cabeza gacha. —Yo te diré su verdad.


     La idea de que se estuviera vengando de mí no desapareció de mi cabeza como una tortuosa realidad a la que me había sometido.

Sabía a la perfección que había cometido el peor de todos los errores cuando dejé que la ligera embriaguez que sentía por estar celebrando con mi ejército, me dominara. No debí haberme aprovechado de que todos estuvieran durmiendo en el piso de la catedral para llamar a esa esclava hasta que quedase parada frente a mí para después pedirle que se desnudara. Ahora me sentía sucio tras pensar en cómo me había deleitado con cada curva de su delgado cuerpo, en cómo había deseado deslizar mis dedos por su suave piel, o disfrutar de cada palabra que había dicho en mi oreja mientras sus manos viajaban por todo mi cuerpo hasta meterse entre mis pantalones y apretar con habilidad mi miembro, logrando quitarme el aire como sólo Eyra podía hacer.

GOLDEN CROWNWhere stories live. Discover now