Capítulo 19.

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     Nuestro próximo destino de llegada trataba de un pueblo ubicado al norte, era conocido como York, que nos serviría para poder formar una futura fortaleza que estaría cerca de la costa y de donde podríamos atacar a nuestros enemigos cuando deseáramos sin temer a ser rodeados como lo harían si estuviéramos instalados en el medio del país. Según Ivar, York nos ayudaría a estar cerca de nuestras tierras y de rutas marinas, o al menos es lo que había oído mientras fingía estar dormida y prestaba atención a la discusión que tenían los hermanos mientras disfrutaban de cierta comida.

Tras días de vigilar cada uno de los movimientos que hacían, había llegado la hora de tomarlo.

Todo el ejército estaba frente a las puertas cerradas del pueblo de York el cual se alzaba frente a nosotros junto a gruesos mudos de ladrillos que rodeaban todo el perímetro que sus aldeanos utilizaban día a días. Las tropas estaban formadas tras el carruaje de Ivar, a su lado derecho estaba Hvitserk completamente ansioso y yo estaba del lado izquierdo con un arco y una flecha entre mis manos apuntando a un desastre de centinela que caminaba con pereza sobre los muros.

—Puedes hacerlo ahora. —dijo Ivar y me bastó para disparar la flecha directo a la espalda del hombre que cayó muerto en unos segundos. Poco después sus aliados se dieron cuenta de nuestra presencia y alertaron a los demás.

Ubbe escaló los muros con un gran grupo de hombres para atacar a todos los centinelas que había notado nuestra presencia frente a su pueblo, todo el mundo fuera estaba ansioso debido a la espera y cuando las puertas fueron abiertas para nosotros se oyó un rugido de todos los hombres que entraron con rapidez para asesinar a cualquier persona que se interpusiera en nuestro camino.

Hvitserk y yo nos hicimos un gesto de cabeza en forma de asentimientos y juntos dimos un salto para bajarnos del carruaje de Ivar que se adentró por las calles. Peleamos a la par, en el camino arrebaté la vida de hombres que intentaban defender su pueblo, ignoré a hombres y mujeres desarmadas y que huían despavoridos cuando alguno de nosotros tenía la intención de acercarse a ellos.

Seguí a la horda de personas que llegaron al centro del pueblo, hay un gran templo se alzaba y destacaba de entre todas las otras edificaciones debido a la gran cruz que había sobre la punta de su techo en representación de su único Dios.

Todos se detuvieron frente a las puertas cerradas del templo, yo fui quedando atrás cuando no moví mis pies para entrar junto a los demás cuando las puertas fueron abiertas de par en par, y me alejé cada vez más del interior de aquel lugar como si algo me impidiera entrar.

—Voy a quedarme aquí. —murmuré cuando Ivar comenzaba a bajar de la biga con la intención de adentrarse. Una pregunta visible en sus ojos es todo lo que había. —No me apetece entrar.

—Ten cuidado. —se arrastró en el interior del templo y poco después de haber entrado pude escuchar el grito que provenía de él retumbando en las paredes hasta salir por la puerta.

Fueron largos minutos que pasaron entre los gritos de terror de muchas mujeres y hombres cuando la masacre en el interior de ese lugar sagrado para los sajones había iniciado. Caí en cuenta que todo terminó al notar el silencio que reinaba en el lugar, algunos llantos apaciguados eran lo único que podían oír mis oídos, y el olor a sangre logró darme como una bofetada en la cara.

Iba a explorar el lugar para saciar mi curiosidad o quizás esperar por Ivar, pero el llanto de un bebé retumbó dentro de las paredes causando que no pudiera detener mis movimientos que me llevaban al interior del lugar.

Los cuerpos llenos de heridas mortales estaban tirados por todo el piso dificultando mi andar, la sangre manchaba cada rincón, el olor a muerte hacía que el lugar comenzara a apestar, las joyas que estaban siendo arrancadas por los guerreros del gran ejército se escuchaban tintinear, pero sobre todo eso mi atención cayó sobre un pequeño bebé sentado en medio de un grupo de gente muerte.

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