Capítulo 11.

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     Aquellas palabras parecían haber funcionado como una discreta declaración, provocó cierta reacción en Ivar que jamás había presenciado; ver sus facciones relajadas como si disfrutara del viento en su cara junto a la asimilación de palabras que tenía que procesar para encontrar el verdadero sentido que le había dado. Sus fanales azules parecían más brillantes, con una pizca de duda, pero rebosando de una sensación que desconocía por su parte, luego vino la sonrisa que sus labios crearon cuando las puntas se alzaron consiguiendo que mi atención estuviera sobre ellos, sintiendo un anhelo que necesitaba controlar.

—¿Acaso... no te parece bien?

Sentía el rostro caliente tras no recibir una respuesta que me dejara satisfecha, pero el ademán que hizo con su mano me hizo permanecer en silencio, como habíamos estado antes; un cómodo y profundo silencio que dejaba volar todas las preguntas que nos hacíamos.

—Déjame disfrutar un poco más de tus palabras. —noté la piel de sus brazos erizada cuando la manga de la prenda que lo cubría se deslizó, quizás por el frío o por algo más. —Nunca terminas de sorprenderme.

Mi gesto se contrajo al no comprender del todo su anunciada sorpresa, desviando la mirada hacia el mismo punto donde la suya se encontraba: sus hermanos sumergidos hasta el cuello, demasiado cerca, como si estuvieran planeando algo desconocido por el resto. —¿Por qué lo dices?

—Tú, más que nadie, debería tenerlo claro. —pero no lo estaba. A veces sentía que Ivar podía ver en mí más que cualquier otra persona con tanta naturalidad que me sentía un poco expuesta. —Pero ya está. Olvida lo que dije.

Suponía que el asunto estaba zanjado, al menos el que ambos creíamos, pero llevaba considerando un tiempo en poder hablar con él para que pudiera hablarme de aquello que en mucho tiempo se había estado guardando, algo que –por alguna razón- necesitaba oír.

—Entonces, es tu turno de decirme lo que te sucede.

Él sabía desde un principio a lo que me estaba refiriendo, pero supo poner un gesto desconcertado para hacerme pensar que realmente no sabía lo que le estaba diciendo.

—Eh, creo que estoy bien.

Suspiré al mismo tiempo que elevaba mi mirada hacia el cielo oculto por esponjosas nubes blancas. —Ivar, han pasado meses desde que ocurrió... lo que ya sabes, y no has querido decirle nada a nadie.

Se mantuvo durante tanto tiempo en silencio que realmente pensé que no contestaría o que había cometido un error al sacar ese tema sensible a cuento, pero quería oír todo lo que tenía que decir, ya sea positivo o negativo.

—Todos tienes sus propios problemas como para tener que estar escuchando los míos. ¿Qué pretendes que diga?

Me encogí de hombros, abracé mis piernas contra mi pecho.

—Lo que sea.

El viento que movió nuestros cabellos me llevaron la respuesta antes de que él mismo la expusiera, como si estuviera todo claro.

—Puedo asegurarte que habrá una guerra. —escalofríos recorrieron mi espalda. —Asesinaré a Lagertha por haberle quitado la vida a mi madre a sangre fría y como una cobarde, pero será luego de que consigamos vengarnos de los reyes que acabaron con mi padre.

—¿Crees que una guerra es necesaria? —retorcí un poco mis dedos entre mis manos. —¿Qué pretendes conseguir?

—Sanar un poco del dolor que llevo dentro y dejar de sentir el peso de la culpa que me abruma todos los días al pensar que no estuve aquí para salvar a mi madre. —lanzó unas piedrecitas al agua, quizás como una pequeña forma de botar un poco la tensión que se notaba había sobre sus hombros. Hizo una mueca de obviedad. —Además de quitarle la corona que no le pertenece, claro está.

GOLDEN CROWNWhere stories live. Discover now