Capítulo 21 | Un disparo

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El arco se mantenía bien sujeto a la espalda de Tania, y tras varios segundos en los que el hombre había avanzado en grandes pasos, dejó de intentar alcanzarlo para sostener con las fuerzas que la quedaban la espada. El primer impacto hizo que el sonido de las espadas al golpearse retumbara en sus oídos. Había logrado estabilizarse a pesar de que la pierna continuara sangrando y que el dolor agudo permaneciera en aumento. Aquel hombre, de cuyo nombre Tania no recordaba, sonrió mostrando todos sus dientes, una sonrisa temeraria, al ver como Tania hacia una mueca por la herida, disfrutaba viendo sus últimos minutos de vida sufriendo por mantenerse de pie.

—Capullo —dijo ella entre dientes.

Fue cuando su visión comenzó a tornarse borrosa que el hombre atacó dos veces de forma seguida, Tania logró bloquear el primero, sin embargo, su equilibrio se vio afectado cuando dejó caer el peso en la pierna herida, que instantáneamente cayó al suelo, y desde ahí paró el segundo y último golpe. Estaba exhausta y el sudor recorría su rostro entero.

Tania no quería morir, a pesar de tanta fatalidad a su alrededor no quería. Su familia ya no estaba, pero el recuerdo siempre permanecería con ella, si ella se iba, su recuerdo también. Era una forma extraña de pensar en la muerte, ante todo quería reunirse con ellos, pero no hoy, aún no, aunque el destino parecía no tener los mismos planes que ella.

El hombre levantó la espada con lentitud, bien sabía que Tania no iba a poder escapar, y con una sonrisa triunfal la fue bajando. Ella mantuvo la suya en posición de defensa, sin embargo, las fuerzas que la quedaban no iban a ayudarla. Apretó los ojos cerrados, no quería observar su propia muerte, no sabía si era cobardía, pero no le importó.

Esperó, esperó a recibir su impacto, su muerte, sin embargo, en vez de ello escuchó un fuerte sonido; un disparo.

Tania abrió los ojos enseguida, el hombre que tenía enfrente se desplomó en segundos dejando ver la herida en el lateral de su cabeza, la herida de bala. Solo podía significar que estaban aquí, que los celestes estaban aquí, los hombres que habían matado a trescientas personas, incluidas sus padres, que mantenían una alianza para protegerlos y que los traicionaron sin motivos. Una lagrima repleta de rabia inició su descenso por la cara de la muchacha, atravesando los dibujos que yacían en su cara típicos de su origen.

Había logrado salir del fuego para introducirse en las brasas.

Cerró de nuevo los ojos hasta que notó una presencia cerca suya, la curiosidad le obligó a mirar.

Su vista continuaba nublada, pero alcanzó a ver a un hombre, quizá un chico. Era joven si, su rostro serio y curioso estaba cubierto de ciertas heridas, sus oscuros ojos estaban posados en ella a pesar de que su pelo ondulado rebelde amenazará con recaer sobre ellos. Era alto y poseía una musculatura fuerte, en su mano derecha sostenía el arma que Tania había escuchado segundos atrás. El chico notó que ella miraba el arma por lo que se levantó varios centímetros de su camiseta y se la guardo allí.

—¿Estas bien? —preguntó en un susurró mientras se agachó a su lado, Tania intentó alejarse unos centímetros de él, pero recibió un calambre de su herida.

Cuando el celeste cayó en la herida de su pierna, este instantáneamente buscó algo que le ayudará a frenar la sangre, visualizó la mochila que la chica llevaba.

—Hay que presionar sobre la herida con algo, ¿Tienes algo ahí? —dijo hablando muy rápido mientras señalaba la mochila, Tania no dijo nada. El chico suspiró y hablo para sí mismo— A lo mejor ni te entiende, venga busca algo.
Tania escuchaba hablar al muchacho con cierto tono de estrés, aunque ella se mantenía tranquila, sin moverse para que no le doliera.

—Hay que cortar el pantalón ¿Vale? Eso nos servirá de venda. — habló mientras buscaba algo para rasgar la tela. —¿No tendrás un cuchillo o asi?
Tania se mantuvo en silencio observandole, tras unos segundos fijó su vista en uno de los cuerpo que yacían por detrás del muchacho, él pareció entenderlo y se acercó a Neik, agarró el mango de la daga y tiró, cuando estuvo ya fuera de su pecho, limpió los restos de sangre sobre la cazadora de este.
El chico rasgo el pantalón con cuidado de no cortar a Tania y anudó la tela con fuerza alrededor de la herida provocando una mueca en el rostro de Tania.
—Lo siento —dijo cuando se percató.
El silencio se hizo presente, ninguno habló, sólo se miraron. —Creo que deberíamos irnos, aquí pueden volver a encontrarte. He visto unas cuevas cuando venía hacia aquí, quizá es un buen escondite de momento.
Tania continuaba mareada pero aquella idea le parecía mejor que quedarse en mitad del bosque durante todo el día, aunque la solución fuera irse a una cueva con un celeste, las cosas no iban a mejorar quedandose ahí.
Con un leve movimiento de cabeza indicó que estaba de acuerdo.
El chico ayudó a Tania a ponerse en pie situando su brazo por encima del de él y pasó el suyo por la cintura de ésta.
Con pasos lentos y torpes lograron llegar hasta la cueva más próxima.

Tania recordó el rencor con el que le habló por primera vez, el odio y frustración  que sentía y como se esfumó tras unas horas, como si el viento se hubiera llevado las hojas marchistas del suelo y sólo hubiera dejado las verdes de las ramas.

Lost ━The 100 |Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora