Beso 1: en la frente

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Abrí los ojos con lentitud al escuchar la molesta alarma que despertaba a medio mundo. Siempre había comparado ese horripilante ruido con un gallo y un pato ahorcándose entre sí. Era lo más cercano en mi mente.

Sentí algo en mi mejilla y pude darme cuenta al momento que era el pie de Mara. Ambos nos habíamos dormido en su cama. Ella de un lado, y yo del otro. Lo peor era que sus piernas estaban sobre mí, dejando sus raros pies de gladiador en mi cara.

—Mara... —me quejé. La empujé de un rodillazo y cayó de la cama con un ruido sordo. Sonreí satisfecho al notar que se estaba despertando de a poco en el suelo. Bostecé—. ¿Qué hora es...?

Mara se sentó en el suelo y se estiró. Estaba completamente despeinada y con las ropas fuera de lugar. No me hubiera sorprendido si un pecho se le salía de la camiseta que se había puesto anoche.

Lo sé. Sé que ustedes piensan "¿cómo es que pueden dormir juntos y aún así no tener nada de verguenza el uno con el otro?". La verdad, sencillamente, era que Mara siempre había sido del otro bando. Para sus padres no había sido problema, ya que su madre era bastante liberal. Aunque no me pregunten cómo ocurrió eso, ya que no tengo ni la menor idea.

Salí de mis pensamientos al escuchar el chillido de Mara. Sus ojos estaban abiertos como platos, mirando el reloj. Por suerte la alarma ya se había parado. ¡Por suerte!

Me levanté de golpe al ver lo mismo que Mara: teníamos menos de diez minutos para llegar a clase a tiempo. ¡Menos de diez minutos!

Un dolor punzante en la cabeza me hizo ver negro durante algunos segundos. Parpadeé varias veces y solté un quejido. La resaca me estaba partiendo la cabeza. No era de embriagarme seguido. A decir verdad... ¿bebí alcohol anoche?

Mara imitó mi movimiento brusco y corrió al baño. Maldije por debajo. Me estaba orinando y ahora ni siquiera podía mirarme al espejo o algo para ver si espantaba mosquitos.

—¡Mara, déjame entrar! —exclamé, golpeando la puerta de aquel. Mara no salió hasta cinco minutos después, en donde ya estaba arreglada de pies a cabeza, aunque aún con la ropa de salida de anoche—. Gracias al cielo...

Me tomó del brazo y comenzó a arrastrarme hasta fuera de la casa, sin ni siquiera dejarme tomar un bocadillo o ir a orinar primero.

—¡Llegaremos tarde! —dijo, luego de cerrar la puerta y empezar a correr conmigo a rastras. Le seguí el paso hasta llegar al instituto.

Ventajas de que su casa quedara cerca de aquel.

Mientras ella descansaba y tomaba bocanadas de aire, opté por ir a buscar un jugo en las máquinas. Mi garganta estaba seca y parecía abandonada desde hace mucho tiempo. No me sorprendería si tuviera telarañas en aquella.

La máquina tragó mi billete y yo mi jugo. Al menos estaba a mano con la pobre máquina oxidada.

No me había dado cuenta que todos los estudiantes fijaban los ojos en mí hasta que el timbre tocó y giré a ver a mi alrededor. Aquellos habían desviado la mirada rápidamente.

Y eso hizo preguntarme... ¿realmente era tan guapo como para llamar la atención de cada una de las chicas? Bueno, no tenía quejas. Aunque era extraño. Podría apostar cualquier cosa que debajo de mis ojos miel había ojeras negras y que mi cabello estaba tan levantado como bombero con alarma de fuego. El que fuera rubio al menos lo disimulaba... ¿no? ¿O era al revés?

Le sonreí a un grupo de chicas, tratando de coquetear, y ellas apartaron la mirada. ¿Eran tímidas...?

—Vamos, espanta chicas. —Mara se había recuperado. Había comenzado a caminar hacia nuestro salón, escaleras arribas. Tuve un poco de envidia del tiempo que ella había tenido para arreglarse.

Cómo dejar de ser homofóbico en 5 besosWhere stories live. Discover now