Beso 4: en el mentón II

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Sentí que dormí como un bebé.

—Sammy, despierta... —Escuché una voz conocida en sueños.

En la primera persona que pensé fue en Josephine. Sus ojos, su sonrisa... su forma caprichosa de decir las cosas.

Sentí que alguien me removía y no dudé. Guiándome por mi sexto sentido, la tomé de un brazo e hice que se acostara a mi lado. La abracé por la cintura y recé para que no se moviera del todo. Estaba casi seguro que se trataba de un sueño, así que debía disfrutarlo mientras pudiera manejarlo.

En esos minutos, tuve bastante suerte.

Ella me devolvió el abrazo y apoyó la cabeza contra mi pecho. Bueno, eso es lo que sentí, al menos. Veía todo oscuro.

Su aroma volvió a llenar mis pulmones. Mi cuerpo se relajó y mis latidos se tranquilizaron a tal modo que fue la primera vez que me sentí tan... seguro.

—Cálido... —susurró ella.

No lo negué. Ella también era cálida. Cálida y hermosa.

Abrí los ojos para ver como ella se veía, pero, en definitiva, lo que vi me dejó helado. No era Josephine a la que estaba abrazando... claro que no. Tampoco se trataba de un sueño.

Era al mismísimo Joseph, el cual, como ahora recordaba, había dejado que se quedara en mi casa.

—¿Qué...? —La pregunta quedó en mi garganta.

Me separé de él con tal brusquedad que caí de trasero al piso.

Joseph pareció reaccionar. Abrió los ojos y, como si en verdad fuera una especie de fruta, se puso rojo hasta ser un completo tomate.

—Debo irme —dijo rápidamente.

Se puso de pie y, sin dejarme decir nada, salió por la puerta principal corriendo.

Lo que más curiosidad me daba no era el porqué la confundí con Josephine, sino el porqué no tenía náuseas... ni asco.

¿No se supone que había abrazado a un gay?

Cómo dejar de ser homofóbico en 5 besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora