Beso 5: en los labios II

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No era muy de tarde cuando me desperté. Sentía que había dormido más de veinte horas, puesto que notaba mi cuerpo como si le hubieran incrustado más de cinco baterías. Y el alba, que se notaba desde las ventanas de la habitación de Joseph, me advertía que era mucho más que temprano.

Una sonrisa tonta invadió mis labios al sentir un pequeño peso sobre mi pecho. En cuanto nos dormimos, ambos cuerpos se habían posicionado de una forma muy irónica para dos chicos adolescentes.

No recordé si lo había hecho antes o después de dormirme, pero le estaba rodeando la cintura con mis brazos, bastante dependiente para mi gusto anterior. Su cabeza yacía en mi pecho y sus manos sostenían mi camiseta. No me importó que la haya arrugado hasta tal punto de que pareciera un papel higiénico usado... sin mocos, espero.

Se removió un poco y, por inercia, cerré los ojos haciéndome el dormido.

Contando hoy, había al menos dos meses desde que lo había conocido. Dos meses desde la primera vez que mi corazón se detuvo un milisegundo, y no precisamente por el alcohol.

¿Qué tan tonto me sonaba como para haber tenido ese tipo de flechazo? Seguro hasta contaba como cliché andante.

Escuché como bostezaba y presté atención al sonido que hacían las sábanas y a la calidez que él me implantaba. Nunca había prestado atención a esos detalles, pero, con los ojos cerrados y con el corazón acelerado en la garganta, no me quedaba otra cosa qué hacer para tranquilizarme. Ahora entendía el porqué en las películas románticas los directores hacían un máximo de volumen a los movimientos de los cuerpos sobre las camas, aún cuando ni siquiera estaban haciendo algo sexual o algo que requiriera ese tipo de cosas.

Sentí cómo se despegaba de mí y cómo sus manos se soltaban de mi camiseta. Fue la primera vez que me sentí molesto con él, ya que solo habíamos estado unas pocas horas unidos de verdad. Y no, no me refería a que tuvimos relaciones desenfrenadas u otra cosa... peor. Es más, ni siquiera nos habíamos besado aún.

Sin embargo, yo me sentía algo unido a él. En el amor no hay que tener sexo para ser uno, ¿no?; solo se debe abrir el "corazón" y ya. Lo que importa es que ambos seres se unan, no los cuerpos. Los cuerpos se olvidan, los sentimientos no. O al menos eso me pasaba a mí. Era lo que Joseph me hacía pensar. ¿Y quién querría ser olvidado en un momento como este?

Quizás tanta descripción cursi aburriría a cualquiera. ¿Debía sentirme mal por ello?

En verdad... yo estaba feliz.

Joseph ni siquiera se atrevió a despertarme. Tan solo se levantó de la cama y caminó hacia fuera de la habitación, sin decirme una palabra.

¡A poco que demostraba que me quería! ¿Por qué no se había quedado conmigo unos minutos más, tan solo para escuchar mis latidos, como yo lo hubiera hecho con él?

Ah, me había convertido en lo que más odiaba: un intenso.

Me osé a abrir ojo por ojo y descubrí el porqué apenas él había intentado quedarse en la cama. Por lo que deduje, él había ido al baño.

Era una lástima, la verdad. Si él no tuviera que ir al baño, definitivamente lo encerraría en una jaula para que nadie pudiera ver lo bonito, tierno y caprichoso que era. Aunque de seguro recibiría una patada en los testículos de parte suya antes de que pudiera encerrarlo. No sólo estaría siendo agobiante y aterrador para él. También algo... tóxico. No debía pensar de esa forma.

Me levanté con cuidado de no hacer ruido y me estiré de a poco. Comencé a cambiarme y, por curiosidad, di un vistazo a su habitación.

Mis ojos se detuvieron en un estante lleno de imágenes. No eran unas imágenes cualesquiera, sino unas de él vestido de Josephine. No me quise imaginar la cara del fotógrafo. Tal vez sería profesional. Es decir, solo los profesionales sacan fotos a un chico vestido de mujer y un vestido de boda, ¿no? Más en esa forma tan..., pues, profesional. No había otra manera de describirlo.

Cómo dejar de ser homofóbico en 5 besosWhere stories live. Discover now