Beso 3: en el cuello II

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Al día siguiente, ya había entablado una gran conversación por móvil con la chica más bonita que encontré en mi vida. Mi madre estaría muy orgullosa de mí. Y, al parecer, yo no era el único que estaba pensando en una relación futura. Josephine, por su lado, me coqueteaba como la mejor.

—¡Whoa! Esta chica sí sabe halagar —comentó Mara. Ambos estábamos en mi casa, comportándonos como cuando éramos pequeños—. Josephine... nombre raro, ¿verdad?

—No le envíes ningún mensaje —avisé al ver que mi celular estaba entre sus manos.

Como acababa de salir de la ducha, no podía moverme como un ninja para quitarle el celular. Por lo tanto, intenté confiar en ella lo más que pude.

—¡Dí whiskey! —exclamó.

No me percaté de que me estaba apuntando con la cámara de mi móvil. Segundos después, me había sacado una foto solo con ropa interior.

—¿Qué haces? —me quejé, terminando de cambiarme.

Con Mara no tenía problema con mostrarme enfrente de ella mientras no sean mis partes inferiores, ya que los bultos no le atraían. Y menos los grandes.

—Enviándole la foto a la chica. Es un regalín de parte mía.

Me coloqué la última prenda y le arrebaté el celular con rapidez.

—Ups. Creo que debo irme —dijo—. Nos vemos mañana en clases. Recuerda pasarme los deberes, por favor.

"Regalo de Mara" leí en el mensaje que había enviado ella.

No supe como desviar la imagen, así que, en menos de lo que pude contar, aquella ya le había llegado. Y la había visto.

—¡Ahora pensará que soy un pervertido! —protesté, algo alterado—. ¿Eres idiota? ¡Tonta!

—Oye, si está interesada, se le caerá la baba.

Gruñí. Le mandé otro mensaje, explicándole la situación. Lo que más me sorprendió de todo, fue su sencilla respuesta:

"Qué guapo! :) Dile a Mara muchas gracias de mi parte"

—¿Ves? Ya le caigo bien —comentó Mara. Salió de la habitación y luego corrió hasta la puerta de salida.

Qué suerte que tenía ella de tener a un amigo tan paciente y pacífico como yo. Es decir, cualquiera le hubiera roto el celular en la cabeza.

Mi estómago sonó y decidí salir de compras. Como era de noche, debía apresurarme. Mi madre aún no volvía, por lo que tenía que salir por mi cuenta.

No tardé mucho, pero, al salir de la tienda, me molestó mucho con lo que me encontré.

De nuevo, como si tuviera un imán en mi parte trasera, Joseph estaba caminando hacia la misma ruta que llevaba a mi casa. Mis esfuerzos por no verlo se habían esfumado en un mini cerrar de ojos. ¿Acaso adivinó mi calle y quería secuestrarme...?

Le ignoré mientras caminaba. Si hacía como que no le veía, no importaba, ¿verdad? Tal vez ni siquiera él me había notado.

—¡Deja de seguirme! —Error mío—. ¡Llamaré a la policía, Sam!

—Es el camino que tomo para ir a mi casa —expliqué manteniendo distancias—. Lo que es raro, ya que nunca te vi por aquí. ¿No serás tú el que me siguió?

—¡N...no!

Aguanté una carcajada e imploré que algún silencio se prolongara. Iba a dejar que siguiera su trayecto, hasta que mi bondad percibió cómo él miraba cada negocio y persona como si fuera algo nuevo.

Cómo dejar de ser homofóbico en 5 besosWhere stories live. Discover now