Beso 2: en la mejilla

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Las clases transcurrieron con la mejor normalidad posible. Mara, por su lado, seguía leyendo cómics —los cuales escondía detrás de los libros— y yo hacía cualquier tipo de dibujos extraterrestres detrás de mi carpeta. Y no, no eran dibujos de aliens, sino de una persona que apenas conocía el nombre de Picasso.

No sentí presión alguna hasta que sonó el receso, por alguna razón.

Con mi mejor amiga nos sentamos en la misma mesa de siempre, a un rincón de las ventanas que daban al patio. No estaba muy cómodo allí, pero no podía quejarme comparando a las demás maderas con patas.

—Oh, dios —susurró Mara a la mitad de su sándwich de puro queso tal ratón. Tomó mi brazo y comenzó a sacudirlo para que le prestara atención—. Es ella, Sam. ¡Es ella!

—¿El exorcista? —pregunté, bromeando.

No me hallaba en un gran momento, ya que estaba cansado por la noche anterior. Mi cerebro no tenía gana alguna de procesar o recordar de quién podría hablar o referirse.

—No, no. La chica del bar. ¿Recuerdas que salvé de que se cayera?

—No.

—¡Oh, maldición! ¡Creo que me vio! —exclamó—. ¿Crees que me tome como alguna acosadora?

Fue recién cuando dirigí los ojos a donde ella los había puesto. Dos mesas enfrente nuestro, a la izquierda del buffet, se hallaba una chica con cabello rosado. Mi rostro tranquilo no cambió hasta que noté quién estaba a su lado.

—Creo que solo te tomará como una acosadora si le sonríes —contesté—. Conozco al chico de al lado. Me llevó a la enfermería cuando la nariz me sangró.

Y como si hubiera escuchado lo que dije, los ojos del pelirrojo se pegaron a los míos por unos segundos. No fue mucho ya que desvió la mirada, pero en ese instante sentí un pequeño revuelto en mi estómago. Esperaba que no fueran vómitos... ni alguna otra cosa.

—¡¿En serio?! —gritó Mara en mi oído.

Asentí con lentitud a modo de respuesta. Desde lejos, podía notar como las orejas del tal Joseph se volvían rojas, camuflándose con su cabello. ¿Las personas no lo confundían con un fósforo?

—¡Pues ve y haz que me presente a la chica!

—¿Qué? —pregunté, confundido. Observé a Mara y, como si no fuera obvio, en su frente tenía escrito "quiero salir con esa chica"—. ¿En verdad?

—¡Sí, sí, sí! ¡Por favor!

Los ojos verdes de Mara se encendieron como una pequeña lámpara, cosa que no pude evitar detallar. Ella se veía de esa manera solo cuando uno de los personajes de Cómics DC aparecía vivo en carne y hueso en una película.

—De acuerdo...

Me levanté de la silla, olvidando mi almuerzo, y me dirigí a la mesa en donde se encontraban Joseph y la tal chica que Mara quería.

Tal vez le estaría por deber otro favor al chico.

—¡Joseph! —dije con mi mejor sonrisa. Me senté a su lado y le rodeé los hombros como si lo conociera desde hace años—. ¿Qué tal?

Él abrió los ojos por completo, sorprendido. Sentí cómo su cuerpo se tensaba un poco. ¿No le gustaba el tacto ajeno?

—Bien...

—Ella es mi amiga Mara —agregué señalando a su lado.

—¡Mucho gusto! —dijo ella. Miró a la chica con cabello rosa y la saludó con un beso en la mejilla—. Mi nombre es Mara. ¿Y el tuyo es...?

—Vieno.

Sonreí orgulloso de mi amiga y me dispuse a prestarle atención a los movimientos de sus coqueteos. En verdad aprendía mucho de ella.

Mi cerebro pareció dar un vuelco en cuando la tal Vieno me observó. Me percaté de sus ojos distintos. Eran raros. Uno de cada color.

Y mi mente colapsó. Fue como si me echaran un gran balde de agua helada.

Mis recuerdos de la noche anterior habían vuelto. Y mi brazo aún seguía en los hombros del chico gay.

—Tú eres el chico del bar —dijo la pelirosa, ignorando a Mara, como si aún estuviera con el alcohol en la sangre—. Es extraño que estés abrazando a un chico gay, considerando tu fobia.

Al principio sentí calor. Luego frío y, por último, nada. Sabía que estaba sudando y que me faltaba menos de un paso para desmayarme.

Yo... estaba tocando a una persona gay.

Hoy había besado en la frente a una persona gay.

Había dejado que una persona gay me cure la nariz.

Saqué mi brazo con lentitud de sus hombros y me levanté enseguida del asiento. Sin mirar al pelirrojo, parpadeé y me tapé la boca en un acto impulsivo.

Era repugnante.

—V..., Vieno.... —Escuché a Joseph quejarse, pero ni siquiera giré para verle la cara. Estaba asqueado.

Mi estómago se comprimió y tuve la primera arcada. Instintivamente, me giré y corrí hacia los baños. Lo último que había escuchado de ellos, había sido un ligero "torpe" de parte de Mara.

Esperaba, al menos, que no le haya arruinado el coqueteo con mis vómitos de resaca. El alcohol nos había jugado una mala jugada y malentendido a ambos.

Cómo dejar de ser homofóbico en 5 besosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora