De mejor amigo... a platónico

3.8K 446 181
                                    

Habían pasado algunas semanas desde que me adentré al instituto y las cosas no habían cambiado mucho. Sam, por su parte, seguía siendo un sumiso con aquel pelirrojo mientras Takao y yo disfrutábamos incluso el estar solos en el aula mientras el receso transcurría.

No me quedaba otra opción tampoco gracias a que Takao no quería salir por temor a encontrarse con Joseph y yo no podía dejarlo solo. Además de que tampoco tendría otra cosa qué hacer. Sammy se la pasaba todo el tiempo con Joseph a tal punto de que los rumores de que eran pareja ya habían llegado hasta nosotros.

Mientras tanto, con Takao siempre nos tomábamos este tiempo para hablar porque el profesor apenas nos dejaba pestañear o mandarnos mensajes por papel. También había otro problema: como la letra de ambos era... bueno, poco comprensible, preferíamos dejar la charla para después. Como ahora.

—¿Así que siempre hacías videollamadas con Sam? —preguntó, curioso. Sus ojos rasgados me miraron con curiosidad.

Mastiqué un par de caramelos, animándome a hablarle con la boca llena. Ya le tenía la suficiente confianza.

—¡Por supuesto! Bueno, al menos en los últimos dos o tres años. Sentía que ni siquiera hacía falta verlo porque hasta a veces hablábamos mientras el tonto sucio estaba en el baño —expliqué—. Sigo sin creer que ahora esté saliendo con alguien que conoció en pocos meses. Estoy enojado. Sé todo de él y aún así...

Hizo un pequeño silencio. Me percaté que estaba observándome algo juzgador por los caramelos que había puesto en mi boca.

Como Takao era diabético, se había autodeclarado mi guardián de dulces para que no desperdiciara mi pobre páncreas. Debía comer tantos caramelos pudiera mientras estuviera distraído con la charla.

—Joseph es algo espontáneo —aclaró luego de unos momentos—. Tal vez aceptó por eso.

—Tú también lo conoces de toda la vida, ¿cierto?

—Sí. No tuvimos mucho contacto hasta hace pocos años, también. Cuando mis padres le explicaron al suyo que yo ya estaba tomando terapia —respondió—. Pero aún así... es algo difícil de perdonar.

—Yo creo que si tú mejoraste para bien siendo consciente de tus errores... ¡eres libre de culpa! Incluso te disculpaste —me quejé—. Así que no seas tonto, Takao. Eres guapo, ve a conquistarle.

—¿Qué no ibas a ir tú? —preguntó, riendo.

—Es difícil cuando la versión masculina de la sirenita está pegada a él como moco —me quejé, haciendo un puchero—. Aunque quizá tendría que imponerme más, sabes... Ir y decir: ¡oye, deja a mi Sammy! ¡Ni siquiera le dejas hablar!

Takao abrió la boca para decir algo, pero negó con la cabeza, arrepintiéndose.

—¿A qué te refieres?

—Oh, cierto que no los has escuchado —pensé, en voz alta. Sin querer, aumenté mi tono de voz—. Digamos que, si te acercas a ellos dos en los recesos, lo único que escuchas es a Joseph quejarse y hablar de su vida. Eso es todo. Siento que ni siquiera le da espacio a Sam y eso no es justo —me quejé.

Apreté los labios al notar lo que había dicho.

No, no. ¡Tontos impulsos!

¡Acababa de insultar al platónico de Takao! Bueno, quizá él ya lo sabía. Por algo le gustaba, ¿no? Tal vez tenía otras cosas que le gustaran a él. Malos gustos, por supuesto. ¿A quién le gustaba que le interrumpieran a cada rato cuando hablaran y se quejaran en su oído sin dejarte opinar?

—Él sigue siendo igual... —dijo finalmente, volviendo a reír—. Y Randall, deja los dulces. Ya has comido demasiados, ¿no crees?

Me quedé helado ante el cambio brusco del tema. ¡¿Acaso no quería hablar de su platónico más tiempo?! ¡¿Qué tenía que ver mi adicción a la azúcar en este caso?!

Cómo dejar de ser homofóbico en 5 besosWhere stories live. Discover now