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Ana entró al cuarto de archivo más molesta que nunca. Pero, ¿qué se creía ese hombre? Nunca nadie en la vida le había prohibido nada, ni cuando vivía con sus padres, en aquella pobre casa en Trinidad. Se puso a organizar papeles, bajo la atenta mirada de Ramiro, y así se le pasó la hora. Tomó su bolso y salió, mirando por los lados a ver si Carlos tenía el descaro de volver a prohibirle salir con alguien.

Ese día no tenía clase, pero igual quería aprovechar el tiempo para estudiar, ya que era muy limitado su horario para ello, en cambio, tendría que verse con esta desconocida e invertir allí un buen trozo de su precioso tiempo.

—¡Viniste! Qué bien —dijo Isabella muy amablemente—. En el edificio no me presenté. Mi nombre es Isabella Manjarrez. Mucho gusto—. Ana tomó su mano.

—Ana Velásquez. El gusto es mío.

—Siéntate, siéntate—. Llamó al camarero y pidió para sí una margarita, Ana declinó—. Pide lo que sea, se verá muy mal si yo tomo algo y tú no.

—Está bien. Un café.

El camarero se fue, y Ana miró en derredor, preguntándose qué diablos quería esta mujer. Nunca le había pasado algo así.

—Entre más te miro, más me parece que te conozco.

—Pero cuando entraste por ese ascensor, me miraste y no pareció que yo te recordara a alguien —La mujer se echó a reír, y Ana se tomó su tiempo para analizarla. Tenía una boca ancha de labios gruesos, el cabello largo y oscuro, liso. Sus ojos exóticos eran llamativos. Era hermosa y ella lo sabía, se comportaba y miraba como tal. Tenía una blusa de encaje color verde menta, que le quedaba perfecta en su talle delgado, y unos pantalones estampados de flores y muy ajustados de Studio F, que sabía que eran carísimos. Bolso de Nicole Lee y un abrigo plegado en el asiento de al lado.

—Claro que sí —contestó ella—, sólo que tenías ese montón de papeles por delante y no te pude detallar bien. ¿Hace cuánto trabajas para Carlos?

—Sólo unas semanas.

—Ah, entonces no lo conoces mucho.

—Más bien, sí. Su hermano está casado con mi amiga, así que lo conozco de mucho antes.

—Ah... vaya. Conoces a Juan José.

—Sí—. Isabella sonrió, pero de alguna manera, esa sonrisa no le pareció agradable.

—Supongo que al igual que todas las mujeres del mundo, lo idolatras.

—No, realmente. De hecho, nunca me ha caído bien Carlos.

—¿No te gusta?

—No —contestó Ana de inmediato—. Demasiado esnob para mi gusto —Isabella se echó a reír.

—¿Esnob? ¿Carlos?

—Eres su novia, ¿no? Debes saberlo —la sonrisa de Isabella se borró.

—No soy su novia, ni lo fui. Dudo que él haya subido a alguna mujer a esa categoría alguna vez. Soy hermosa, de buena familia, con buenas conexiones, pero no fui lo suficientemente buena para él—. Ana estaba sorprendida, pero Isabella continuó—: Pero bueno, no hablemos de él. Dime, ¿a qué te dedicas?

—Pues, como ya ves, tengo un empleo en Texticol.

—¿Eres una de sus ejecutivas?

—Para nada. Sólo la chica del archivo.

—Ah, vaya. Y tus padres, ¿quiénes son? —Ana la miró en silencio unos instantes.

—Ambos están muertos.

Tus Secretos - No. 2 Saga Tu SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora