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Ana se sentía barrida como la arena frente al mar. Luego de la noche, quedaban afuera restos de algas y caracoles, y había una parte que era más limpia que todo lo demás. Lo había visto la primera vez que fue a la playa, con Ángela y sus hermanos, antes de que ella se casara con Juan José.

Carlos había pasado sobre ella como una tormenta, inundándola primero, arrasándola, y al retroceder, limpia, despejada.

Giró su cabeza a él, que todavía luchaba por normalizar su respiración. Estaba parcialmente sobre ella, rodeándola con su brazo, y con esos ojos que le recordaban el agua del mar. Con razón había pensado en playas y tormentas luego de hacer el amor con él.

—Me gusta esa sonrisa —susurró él. Ana elevó perezosamente su mano hacia él, sin dejar de sonreír. Estaban sudorosos y sus cuerpos aún hervían por el calor del sexo. Los aromas de ambos se habían mezclado y para Ana no había mejor perfume que ese.

—Eres asombroso —fue turno de él para sonreír.

—Todo amante siempre quiere escuchar eso —dijo, y se elevó un poco para mirarla desde arriba—. ¿Estás bien? ¿No te hice daño? —ella meneó la cabeza sin dejar de mirarlo. Carlos apoyó su cabeza en su mano, y empezó a observarla, Ana no se cubrió, quería que él la viera, que la amara así—. Cuéntame más de ese sueño —pidió él, y ella se echó a reír.

—Estabas escuchando, ¿eh?

—Es lo más erótico que he escuchado alguna vez.

—¿Que soñaron contigo?

—¿Qué sentiste? —insistió Carlos —¿cómo fue? Tal vez me dé ideas para más adelante.

—¿Necesitas ideas? —rio ella.

—Me gusta ser variado, ya sabes, y como nos espera una larga vida de sexo y más sexo...

—¡Oh, Dios! —él la observaba reír con una sonrisa en el rostro, cuando ella volvió a mirarlo, le alzó las cejas para que contestara a su pregunta.

—Ya te lo dije, estábamos en tu cama...

—¿Cómo sabes que era mi cama?

—Porque en la fiesta de navidad entré a tu habitación y la reconocí.

—¿Eso fue antes de navidad?

—Sí.

—Oh, vaya. ¿Y qué más pasó? En tu sueño—. Ella miró el techo haciendo memoria.

—Sólo recuerdo que abrí mis ojos, y creí que era la realidad, no que estaba soñando, pero entonces la habitación y la cama en la que estaban eran diferentes; me asusté un poco... creí que estaba con Fabián, ¿sabes? —él entrecerró sus ojos, y Ana sonrió —. Pero me giré y no, eras tú. Tenías el cabello un poco más largo —siguió ella metiendo sus dedos entre los cabellos negros de él—. Y tus ojos estaban muy claros... Tus ojos siempre son más claros en la mañana.

—¿De verdad? —ella asintió moviendo la cabeza.

—Y luego... luego dijiste algo hermoso, y me besaste... y a pesar de que yo estaba un poco pasmada, pues seguía creyendo que aquello era real, no un sueño, empecé a sentir... Dios, fue hermoso... —Mientras ella hablaba, Carlos había ido moviendo su mano hasta dejarla en su vientre.

—¿Te besé algo más que la boca? —Ana se sonrojó y asintió. Él se movió y puso su boca sobre su pecho—. ¿Así? —preguntó él. Ana enseguida fue sintiendo los cambios que el placer producía en su cuerpo.

—Más... más fuerte —él lo hizo, pero a la vez, con su mano iba bajando hasta tenerla sobre su centro. Ella ya estaba húmeda.

—¿Y luego qué hice? —preguntó él de nuevo. Ana puso su mano en su cabeza y lo fue guiando hacia abajo, para decirle así qué era lo que había hecho él en su sueño. Carlos se vio de frente a su ombligo, que estaba un poco hundido y ovalado en vertical. Se acercó a él y metió la lengua, y se asombró cuando Ana soltó un gemido tan largo y sensual, que sintió que nunca había escuchado algo tan sexy. Si así reaccionaba ella con sólo lamer su ombligo, se moría por saber qué haría si él hacía algo mucho más atrevido.

Tus Secretos - No. 2 Saga Tu SilencioWhere stories live. Discover now