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Ana los encontró sentados alrededor de la isleta de la cocina conversando y riendo. Vio a Carlos con un lápiz en la mano explicándole algo muy serio a Sebastián, que mordía otro lápiz entre sus dientes.

—No hagas eso, Sebas —lo regañó ella, y todos se giraron a mirarla. Ana miró a Carlos intentando disimular una sonrisa, pero le fue inevitable—. ¿Y qué haces tú aquí?

—Hola, Carlos; cómo estás, qué bien te ves... ¿No es ese un mejor saludo? —reprochó él.

—Hola, Carlos —repitió ella—. Qué bien te ves—. Cuando ella se le acercó para que él la besara, todos sus hermanos susurraron un "Uhhh", excepto Sebastián, que hizo un ruido de asco.

—¡Silvia acaba de llegar! —acusó Sebastián.

—¿Sabes cómo mueren los sapos? —amenazó Silvia entrecerrando sus ojos— ¡Aplastados en la carretera!

—¿Acabas de llegar?

—Te dije que iba a hacer un trabajo, y lo hice, ¡y mañana sacaremos un diez!

—Más te vale.

—Pronto cumpliré dieciocho y dejaré de rendirte cuentas.

—Sueña. ¿Te ofrecieron algo de tomar? —le preguntó Ana a Carlos, que miraba la escena y el caos reinante con una sonrisa.

—Sí... Sebastián hizo un chocolate.

—Déjame prepararte algo para cenar—. Él no se opuso, la soltó y dejó que caminara al refrigerador para buscar algo que hacer. Sentirse así atendido por ella podía ser un poco abusivo y descarado, pero había comprendido que esa era la manera de ella de demostrar amor, y caramba, a él le encantaba esto.

—Deja de mirar a mi hermana y concéntrate en mi tarea —lo regañó Sebastián. Silvia se echó a reír.

—Ay que ver que eres un negrero —dijo Paula. Ana la miró entonces, encontrando los rastros del llanto en su cara. Miró a Silvia interrogante, pero esta se encogió de hombros subrepticiamente.

Ana cocinó para todos, aunque era una comida más bien liviana, como acostumbraban hacer en la noche. Comieron allí en la cocina, algunos incluso de pie, mientras Carlos terminaba de explicarle a Sebastián la manera más fácil de hallar los porcentajes de determinados números.

Cuando terminaron, Carlos vio a Paula recoger los platos y lavarlos inmediatamente. Sebastián recogía sus útiles satisfecho por la explicación, y Ana lo miraba fijamente. Él sabía qué significaba esa mirada, y sonrió.

—Vine a verte —dijo él—. Pero Sebas necesitaba ayuda—. Ana sonrió.

—Gracias por ayudarlo. Yo no podría con esas cosas.

—Es fácil, sólo miras la teoría, recuerdas, y ya está—. Paula terminó de acomodar los platos secos y salió de la cocina mirando por un segundo a Carlos en una súplica: que no revelara su secreto; pero eso le quedaba difícil. No quería basar su relación sobre secretos y mentiras, y tampoco quería traicionar a Paula. Respiró profundo decidiendo investigar primero todo lo relacionado con Lucrecia Manjarrez antes de hablarle a Ana del asunto. Con revelarlo ahora, sólo conseguiría amargarle la noche y conseguirle una regañina a Paula.

—¿Cómo te fue hoy? —preguntó él, refiriéndose a la universidad. Ella sonrió contestándole, e internándose con él en una conversación acerca de sus asignaturas. Carlos la felicitaba porque sus calificaciones habían mejorado en vez de disminuir al entrar a trabajar en Texticol.

—Es sólo que me hace bien estar rodeada de todo aquello acerca de lo que estudio. Constantemente estoy escuchando o leyendo cosas acerca de presupuestos, balances, estudios, etcétera... —Se quedó callada, pues Carlos se había quedado mirando sus labios. Ella se bajó de la silla y se acercó a él, metiéndose entre sus piernas.

Tus Secretos - No. 2 Saga Tu SilencioWhere stories live. Discover now