...25...

55.7K 4.9K 314
                                    

Judith se puso ambas manos sobre su boca, mirando a su hijo pasmada.

Acababa de escuchar toda la historia entre Juan José y Ángela, desde que la viera por primera vez y apostara llevarla a su cama en menos de una semana, hasta cuando se volvieron a casar. Judith no sabía cómo mirar a su hijo ahora. ¿Debía reprocharle? ¡Eso no se le hacía a ninguna mujer! ¿Debía felicitarlo? Porque se había enamorado de verdad, y había luchado hasta reconquistarla.

Pero y... ¿ahora qué iba a hacer con Ángela? Siempre la había mirado dándole el único valor que para ella tenía, que era el ser la madre de su hermosa nieta. Ella siempre había sido un obstáculo que se había acostumbrado a sortear para poder llegar a Carolina, pero ahora tenía que admirarla, pues había conseguido lo que ella no: doblegar el orgullo de un Soler.

Juan José la miraba con una media sonrisa. Las reacciones de su madre lo estaban tomando un poco desprevenido, pero era divertido verla así, totalmente fuera de base.

—Entonces, como ves —dijo él—, Ángela no se embarazó para atraparme; fui yo quien usó ese argumento para hacer que al fin cediera sin quebrar demasiado su orgullo. Y si me lo vas a preguntar, sí, madre, soy muy feliz a su lado. Cada día es especial, diferente; cada mañana estoy más enamorado que el día anterior. Y todos los días me felicito a mí mismo por haber luchado por ella hasta conseguirla de nuevo. Así es como se siente uno cuando está enamorado y es correspondido, siente que todo está en su lugar, que ya nada le falta. Si la hubiese perdido, no tendrías de mí más que el cascarón del que solía ser tu hijo, porque eso fui yo durante el tiempo en que no estuve a su lado.

Por las mejillas de Judith rodaron unas gruesas lágrimas. Al verla así, Juan José se levantó del sofá en el que estaba y se sentó a su lado sin tocarla, pero muy cerca. No le hizo preguntas, sólo la miró en silencio, y Judith no se molestó en limpiarse las lágrimas, que siguieron saliendo.

—Hey, no llores —susurró él, pero Judith simplemente lo ignoró. Sin saber qué hacer, Juan José extendió una mano hacia ella y la puso sobre su brazo, sin ir más allá, ni moverse. Nunca había abrazado a su madre, nunca se habían hecho demostraciones de afecto. A él ella no le tomaba el rostro entre sus manos y le besaba ambas mejillas, como hacía con Carlos, así que no supo cómo consolarla, o si debía hacerlo.

Muchas veces, de niño, y luego de adolescente, quiso preguntarle: ¿en verdad soy tu hijo? Pero luego veía el parecido físico entre los dos y tenía que tragarse la respuesta.

—Se enamoran de verdad —dijo Judith en un susurro y cerrando sus ojos—. Los Soler se enamoran de verdad.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Toda mi vida... —dijo ella, sin explicarle—, y nunca lo creí... era verdad.

—¿Madre? —pero Judith se puso en pie y se secó las lágrimas.

—¡He llorado tanto! —volvió a decir, y dejó salir una risita histérica.

—¿Madre? —volvió a llamarla Juan José. Pero Judith respiró profundo varias veces tratando de calmarse, y luego miró a su hijo menor. Lo miró por largo tiempo, detallándolo, como si lo estuviera viendo por primera vez. Juan José no estaba acostumbrado a esto, así que no sabía qué hacer, ni qué decir; ser el centro de atención de Judith era algo que jamás había sucedido. Si había necesitado contarle la historia para que esto al fin sucediera, tendría que reprocharse el no haberlo hecho desde hace mucho tiempo.

—Perdóname por todo, hijo —dijo ella poniendo su mano sobre la mejilla áspera de Juan José. Él cerró sus ojos.

—No, madre...

Tus Secretos - No. 2 Saga Tu SilencioWhere stories live. Discover now