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Carlos, Ana, Silvia, Paula y Sebastián entraron a la mansión Soler y ya era casi media noche. Carlos había llamado a Judith para anunciarle que iban en camino, así que se la encontraron en el vestíbulo para recibirlos. Ana sonrió en su corazón cuando la vio abrazar a sus hermanos y consolarlos por todo lo que habían tenido que vivir; deduciendo lo cansados que estaban, Judith los llevó de inmediato a sus habitaciones.

Antes de irse, se giró a ella y le sonrió diciéndole:

—Bienvenida de nuevo a mi casa —Ana le correspondió asintiendo con su cabeza, y deseando abrazarla por primera vez. Todo el que amara a sus hermanos, se ganaba de inmediato su respeto.

Los niños y Judith se fueron y los dejaron a ella y a Carlos a solas. Pensando que entre más pronto hablara con él mejor, intentó iniciar una conversación, pero él apenas si le permitió pronunciar su nombre.

—¿Leti? —llamó, y el ama de llaves de la mansión se acercó presta a recibir sus órdenes—. Arregla una habitación para Ana, para que pase allí la noche.

—¿Señor? —preguntó la mujer, confundida, pues habían pensado que, como antes, ella dormiría en la habitación de él. Ana se lo quedó mirando con el corazón roto. Pero claro, ¿qué había esperado?

—Lo que oíste, Leti, lo que oíste —dijo él alejándose por las escaleras, dándole a ella la espalda. Leti miró a Ana con los ojos llenos de conmiseración, y Ana se odió a sí misma por el deseo de llorar que le entró. No debía mostrarse débil delante de nadie. Ella era fuerte, ella no necesitaba de nadie.

—Siento hacerte trabajar a estas horas —le dijo a Leti, y la mujer sólo se alzó de hombros. Le pidió que la siguiera y Ana así lo hizo.


Minutos después de estar a solas en su habitación, Carlos sintió que alguien llamaba a la puerta.

¿Sería Ana? Se preguntó, lleno de expectativa. Abrió la puerta sin preguntar quién era y se encontró al ama de llaves.

—Las cosas de la señorita están aquí... —dijo ella un poco aturdida por la velocidad de él al abrir la puerta.

—Ah, claro—. Decepcionado, y burlándose de sí mismo por eso, Carlos la dejó pasar y la vio sacar del armario ropa para Ana. Dios, pero, ¿qué estaba haciendo? ¡Si se moría por tenerla a su lado de nuevo! ¡Por abrazarla en medio de la noche, así los dos estuvieran vestidos con sus pijamas!

Pero no, se detuvo cuando casi se le sale la orden de dejar todo así y trasladar a Ana aquí. Antes, era él quien siempre daba el primer paso, siempre buscándola, siempre atrayéndola a él con todas sus fuerzas, utilizando cada recurso a mano para que ella lo amara. Estaba cansado de eso, y de sentirse tan poco correspondido. Necesitaba una prueba de que Ana de verdad lo amaba, y no sólo se había dejado arrastrar por él, que era como constantemente sentía.

Esta vez, tenía que ser ella quien diera el primer paso.


Ana recibió sus cosas y le sonrió a Leti tratando de disimular, pero siempre había sido una mala actriz y tuvo que sacarla pronto de su habitación. ¿Había matado el amor de Carlos? ¿Ni teniéndola cerca, él sentía algo ya? ¿Tan malo había sido lo que le había hecho?

Se sentó en la cama lentamente. ¿Qué hacía aquí? Si Carlos ya no la amaba, ¿qué hacía en esta casa?

¿Iba a ser así? Se verían en el desayuno y serían como dos extraños, no podría ella dirigirle siquiera la palabra, ¿le rehuiría él cuando se encontraran en la misma habitación?

¿En qué punto empezarían a discutir? ¿A decirse cosas desagradables, a maldecirse, a odiarse?

¿Le impediría él siquiera contarle todo aquello por lo que estaba pasando cuando tomó esa maleta?

Tus Secretos - No. 2 Saga Tu SilencioWhere stories live. Discover now