...47... Final

79.7K 6.1K 1.3K
                                    

Judith miró a su hijo bailar con Ana.

En cierta forma, era bueno que ella no estuviese embarazada, pues el vestido no le habría quedado igual; pero ella quería ver al hijo de su hijo... Bueno, al hijo de su hijo mayor.

Miró al otro lado de la pista a Juan José y Ángela, también bailando y sonriendo, sintiéndose reconciliada consigo misma desde que habló con él en su casa aquella vez. Había llevado una pesada carga toda su vida por sentir que debía ser más distante con él, más severa. Había obrado mal, pero afortunadamente, Juan José tenía un buen corazón, era noble, y no se había cansado de esperar por ella.

Estaba segura de que, si en su lugar hubiese estado Carlos, no habría sido tan fácil obtener su perdón, su hijo mayor era mucho más orgulloso.

Hacía cuatro meses que Ana y Carlos se habían comprometido en ese bar, y desde entonces, él era más feliz y más flexible en muchos aspectos de la vida.

Es que el amor verdadero trae la felicidad, pensó con cierta nostalgia.

—¿Se lo dirás algún día? —le dijo alguien a su lado, y Judith se giró para encontrarse con Rebeca Alvarado. Había sido invitada porque le gustaba a Ana, y, por ende, a Carlos. La anciana, que era difícil de complacer, tenía en muy alta estima a su nueva nuera.

—¿Decirle qué?

—Tu pasado con Ricardo Soler, y que él es fruto de ese amor—. Judith se giró a mirar a su hijo sintiendo su corazón latir furiosamente.

—¿Cómo estás tan segura de que Carlos es hijo de Ricardo y no de mi esposo? —Rebeca sólo sonrió, y Judith dejó salir el aire—. ¿Y para qué quieres que se lo diga? ¿Qué ganaría él con eso?

—Mmm, no lo sé, tú lo conoces mejor que yo.

—No ganará nada. Es mejor que siga pensando que Carlos fue su padre. Hay verdades innecesarias. Además... —miró a Juan José otra vez, que había lanzado una carcajada por algo que le había dicho su mujer— no quiero debilitar la relación con su hermano. Ellos hasta ahora se están portando como tal. Descubrir que en realidad son una especie de tío y sobrino... ¿para qué?

—Te has vuelto sabia con los años —celebró Rebeca—. Ciertamente, hay verdades innecesarias.

—Y tampoco quiero que cambien la imagen que tienen de su madre —suspiró Judith—. Tal vez es una razón egoísta, y la más poderosa de todas, pero no quiero hacerles más daño del que ya les he hecho. Es mejor dejar las cosas así —Y con esas palabras, se alejó de Rebeca. Se dedicó a buscar a su nieta, que igualmente estaba rodeada y cuidada por los hermanos de Ana.


—¿Por qué no te rindes? —le dijo Mateo a Eloísa, teniéndola entre sus brazos mientras bailaban, al igual que otras parejas—. Sabes que tarde o temprano cederás. ¿Por qué esperar un año?

Ella lo miró fijamente. Sus oscuros ojos sonreían, y Eloísa elevó una ceja.

—¿Así de seguro estás que aceptaré acostarme contigo? —Él se encogió de hombros.

—Es más que eso.

—Ah, ¿podrías explicarme, por favor?

—¿A dónde va el agua de todos los ríos del mundo? Al mar. Así, tú, tarde o temprano, terminarás en mi cama—. Eloísa arrugó su entrecejo tratando de comprender ese razonamiento con la mente lo más abierta posible.

—No sé si eres el hombre más engreído del mundo, o yo una tonta por permitirte creerlo—. Él se echó a reír.

—Engreído si lo creyera de todas las mujeres, pero yo sólo hablo de ti.

Tus Secretos - No. 2 Saga Tu SilencioWhere stories live. Discover now