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La fiesta se pasó rápida y divertida como todas las que organizaban juntos. Entre todos, habían armado la cena, y traído las bebidas. Ana, Eloísa, y Juan José habían trabajado codo con codo en la cocina, mientras Ángela se dedicaba a cuidar de Carolina y ser mimada. Contaron los segundos hasta que fue el nuevo año, y se abrazaron y se dieron besos.

Carlos la miró sonriendo, como si le estuviese recordando su conversación. Él no le daría un beso sencillo sobre los labios, y menos en público.

Bah, tampoco se lo estaba pidiendo, pensó Ana.

—Feliz año nuevo —le dijo, en un momento en que se quedó sola en la cocina. Ella lo miró a los ojos. Tenía una copa en la mano, y se preguntó si acaso estaba un poco achispado.

—Feliz año nuevo —le contestó un poco cautelosa.

—¿Se me permite decirte lo hermosa que estás hoy? —ella esquivó su mirada, y se concentró en poner el último aperitivo en la bandeja para llevarla a la sala.

—Si no te lo permitiera, ¿qué harías? —él sonrió.

Ella iba a levantar la bandeja, pero él se lo impidió poniendo su mano encima de ella y empujándola de vuelta a la encimera.

—¿Qué estás haciendo? —se alarmó ella, pero cuando lo vio con los ojos fuertemente cerrados, se quedó quieta y en silencio.

—¿Qué me haces tú a mí, Ana? —preguntó él, pero parecía que realmente no estuviera esperando ninguna respuesta.

—Prometiste que no hablarías de nuevo de esto —le recordó ella—, y has roto esa promesa dos veces.

—Todo lo que tiene que ver contigo, rompe mis códigos... ¿qué me hiciste? —ella arrugó su entrecejo, en cierta forma, comprendiéndolo. Lo vio abrir sus ojos aguamarina y dejar la copa sobre la encimera en la que estaba la bandeja mientras la miraba sin parpadear. Estaba tan cerca que Ana pudo sentir su respiración, así que entonces, sin más ni más, como si fuese un acto reflejo, se acercó a él y lo besó.

Sabía a vino, y a miel.

Al principio, él no respondió a su beso, tan sorprendido estaba. Pero entonces sintió sus labios de nuevo buscar los suyos y se rindió, derretido por su toque de mariposa.

Atrapó sus labios suavemente, el inferior primero, y lo succionó con delicadeza, como si cualquier movimiento brusco la fuera a espantar; luego el superior, pero en su interior se estaba agitando un mar de sensaciones, cada vez más embravecido, y como ella no se alejara, su beso se fue volviendo más exigente. Atrapó su boca, buscó su lengua, y cuando Ana le respondió buscando la suya, quiso bailar la conga, la polka, y la cumbia todo al mismo tiempo.

Alzó sus manos a ella, y con delicadeza, retiró sus cabellos echándolos hacia atrás. Ah, ¡cuánto tiempo había deseado hacer esto! Tanto, que había perdido la cuenta ya de las veces que lo había soñado.

Normalmente, los besos también mueren, pero este no, se iba haciendo más fuerte, más vivo, más exigente. Ana estaba enloqueciendo, sabía dónde pondría él sus manos a continuación, sabía qué sabor tendría el fondo de su boca, qué textura tenía la piel de su espalda, aunque ahora tenía mucha ropa puesta. Sabía algunos de esos detalles que normalmente sólo una amante sabe. Y en comparación al beso de su sueño, este era tan... inocente, y hermoso, y delicado.

¿Por qué lo estaba besando? Se preguntaba, pero igual, no dejaba de hacerlo.

Carlos bajó sus labios y besó la curva de su mandíbula con tanta delicadeza y exquisitez, que toda su piel pareció despertar, y los lugares más recónditos reaccionaron. Estaba sucediendo lo mismo que en su sueño, y ella sabía a qué conducía esto. Sexo.

Tus Secretos - No. 2 Saga Tu SilencioWhere stories live. Discover now