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Los días fueron pasando. Ana y Carlos establecieron un ritmo para su relación; salían bastante a menudo, aunque casi siempre con sus hermanos. Habían comprendido, en cierta forma, que la intimidad entre los dos sería escasa, pero, tal vez por eso, aún más preciosa. Tenían que aprovechar los raros momentos en que los chicos no esperaban a Ana en casa, pero Carlos estaba ansioso; odiaba dormir solo, sobre todo, si había pasado parte del mediodía con ella entre sus brazos. Iban a ser dos meses desde que estaban saliendo, y podía contar con los dedos de una mano sus escapadas.

Además, Ana estaba bastante ocupada; había ingresado a un grupo de investigación en la universidad, así que sus encuentros eran aún más raros. Se veían, claro, en la fábrica, en casa de Ana, y muchas veces, la ayudaba en sus tareas y trabajos, le prestaba libros, estaban en constante comunicación; pero la deseaba, y no podía saciar sus ansias.

Sin embargo, era feliz sólo de verla realizarse. Un día había llegado a su oficina y le mostró una circular en donde se la exaltaba y ofrecía una media beca para el siguiente semestre. Había pasado de necesitar asesorías y clases extra a ser la mejor de la clase.

—¿Una beca? —exclamó Carlos sorprendido.

—Media beca —corrigió ella—. ¡Pero es la primera vez en mi vida que me gano algo!

—Felicitaciones, mi amor —él caminó a ella y la abrazó y besó. Ana lo rodeó feliz, sonriendo, satisfecha y en parte orgullosa de sí misma. Pero luego notó que el abrazo de Carlos no acababa. Se alejó un poco e intentó mirarlo a los ojos, pero él la esquivó, la soltó y caminó hacia los muebles de la oficina—. Entonces —siguió él, guiándola para que tomara asiento frente a él—, ¿qué beneficios trae esa beca?

—Bueno, sólo tendré que pagar la mitad de mi próxima matrícula, y estoy, por decir así, en la élite. Estoy segura de que cuando me gradúe tendré buenas ofertas de empleo, y...

—¿Ofertas de empleo? ¿Crees que permitiré eso? Yo te ofreceré una buena oferta...

—Casarme contigo será la mejor oferta que pueda recibir, Carlos, pero me gustaría trabajar por mi cuenta y mantener a mis hermanos —Carlos frunció el ceño.

—¿De qué estás hablando? —Ana hizo una mueca.

—No creas que si me caso contigo seré una mantenida. ¡Tengo tres hermanos! Tampoco te dejaré a ti esa carga...

—Ana...

—No voy a ceder en eso, Carlos...

—Cuando hablé de hacerte una buena oferta —la interrumpió él— me refería a una aquí, en Texticol—. Eso la dejó en silencio—. Y te conozco más allá de lo que tú misma te conoces a ti; por supuesto que no te vas a quedar de mantenida en casa, trabajas desde los trece años, y aunque a mí me encantaría que descansaras y te relajaras, estoy más que seguro de que no querrás, preferirás estar metida en algo, haciendo dinero. Ya me lo estoy imaginando —completó él sacudiendo su cabeza. Ana estaba en silencio y miraba el suelo.

—Lo siento —dijo al cabo de unos segundos—. Lo siento.

—No es para tanto—. Sonrió él sentándose a su lado en el sofá.

—Pensé que harías eso, pedirme que me quedara en casa.

—Me encantaría, pero odio pelearme contigo, así que cuando des a luz a nuestro primer hijo, usaré alguna excusa para que te tomes una buena licencia —Ana se echó a reír.

—Eso ya lo veremos —Ana se abrazó a él e inspiró fuertemente el aroma de su loción. Ah, lo extrañaba—. ¿Cómo es eso de que me conoces mejor que a mí misma? Algo así no es posible.

Tus Secretos - No. 2 Saga Tu SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora