III

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HASTA QUE ME OLVIDE DE TI
Por Ami Mercury



III


La comisaría número 2 de El Reo se encontraba en una de las zonas más altas de la ciudad. Las calles estrechas y empinadas de sus alrededores dificultaban el acceso al edificio y, además, el barrio era uno de los más ricos y menos conflictivos. Con esas premisas, no era de extrañar que la comisaría fuera el destino deseado de cualquier policía de la ciudad, pues su ambiente era relajado y apenas había trabajo que hacer. O eso se creía.

El capitán de homicidios no opinaba lo mismo.

Karl ostentaba el puesto desde hacía cinco años y se lo había tenido que ganar a pulso, él más que nadie. Si le hubieran dicho entonces la cantidad de dolores de cabeza que acarrearía el cargo, tal vez se lo habría replanteado. Estaba muy bien de detective, aunque la ausencia de casos le aburría soberanamente. Pero, al menos, tenía tiempo para su mujer y para sí mismo y podía dormir tranquilo por las noches.

Con aire cansado, se presionó el puente de la nariz. La falta de sueño le causaba migrañas recurrentes que siempre empezaban en ese punto y él tenía que soportarlas y aguantar el tipo porque no podía permitirse el lujo de darse de baja. Ni siquiera el de llevar mal aspecto al trabajo. Así que hizo lo único que podía para prevenir que el dolor fuera a más: corrió las cortinas de su oficina, se tomó un par de analgésicos y cerró los ojos unos minutos al amparo de la intimidad que acababa de proporcionarse. Esa intimidad no le duró mucho.

—Adelante —respondió al par de golpes suaves en la puerta.

Dos hombres se adentraron en la estancia. No pertenecían al cuerpo pero tenían acceso a todos y cada uno de sus departamentos y jurisdicción sobre las personas que los gestionaban, Karl incluido. Aún así, le trataban con el respeto de un inferior jerárquico y le saludaron como tal. Karl les invitó a tomar asiento: no era su primera visita ni de lejos.

—Díganme que solo están aquí por rutina —rogó.

—Me temo que no, señora... señor.

Karl lanzó una mala mirada al que acababa de hablar. Una equivocación que, si bien en este caso era inintencionada, tenía que soportar a diario. Al menos ese hombre parecía avergonzado por su error, por lo que Karl hizo un gesto con la mano para quitarle hierro. Más tranquilo, echó un vistazo a su acompañante, que llevaba una carpeta azul y desgastada bajo el brazo.

Vestían de manera informal. El único que había abierto la boca por el momento era el más alto de los dos. Llevaba pantalones chinos con camisa y calzado de lona y el otro, con unos kilos de más, usaba vaqueros y camiseta con el dibujo de un extraterrestre. Nada en ellos llamaba la atención y esa imagen, Karl lo sabía, estaba más que estudiada. Cualquiera volvería la cabeza al ver pasar a dos tipos trajeados y con carteras de piel pero esos dos parecían simples trabajadores y pasaban desapercibidos por completo.

—Tenemos otro posible caso —anunció el de los vaqueros mientras le tendía unos documentos.

Karl los tomó con una mano y empezó a revisarlos. Dejó escapar todo el aire de los pulmones en un suspiro. La primera vez que esos dos tipos, de los que ni siquiera conocía el nombre, se presentaron en su despacho, estuvo a punto de echarles a patadas. Pero luego vio las pruebas con sus propios ojos y tuvo acceso a toda suerte de información clasificada. Nada volvió a ser igual desde entonces.

—¿Aún en fase dos? ¿No se sabe nada más?

—No, señor. Fue un renegado.

—Putas... sanguijuelas —masculló Karl—. A estas alturas ya tenemos más renegados que censados, lo último que necesitaba era otro caso con el que lidiar.

Hasta que me olvide de ti (#LatinoAwards2020)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt