XX (Parte 1)

152 23 20
                                    

HASTA QUE ME OLVIDE DE TI
Por Ami Mercury


XX (Parte 1)

Sigurd se daba los últimos retoques frente al espejo. Esta vez, llevaba una camiseta de tirantes básica de color negro que marcaba sus bien definidos pectorales. Sus únicos ornamentos, diminutas estrellas doradas que le colgaban de las orejas y, por supuesto, el maquillaje.

Se había esmerado con el ahumado de los ojos, de una potente mezcla de negro y color esmeralda. Sin necesidad de usar pestañas postizas, pues tenía las propias bastante tupidas, se aplicó máscara para resaltarlas todavía más y, finalmente, dio el último toque con un labial claro.

Guardó todo en su sitio al terminar y se giró sobre su asiento para encarar a los dos espectadores que tenía detrás.

—¿Qué tal?

—Maravilloso.

—No entiendo qué necesidad tienes de ponerte todo eso en la cara.

Sigurd emitió una risa baja y se levantó. Las respuestas obtenidas, de Viktor y Berdon respectivamente, eran exactamente lo que imaginaba que dirían. Y es que Viktor era incapaz de ver en él un solo defecto, mientras que Berdon no sería Berdon si no resultaba hiriente al menos una vez al día. En cualquier caso y para la mayor parte de las ocasiones, ellos dos ya estaban inmunizados contra su humor agrio.

Viktor le cedió su sitio en la cama junto al otro y se alejó unos pasos. No sería partícipe esta vez, pero quería ser testigo.

—¿Listo? —preguntó Berdon, y Sigurd asintió.

Así, sentados en el borde del colchón, Berdon se inclinó ligeramente hacia el cuello del otro hombre, que ladeó la cabeza para exponerlo. Gimió de dolor al sentir el mordisco. Se aferró con los puños cerrados al edredón de plumas y Viktor ni siquiera pestañeó mientras Berdon bebía la sangre de su pareja. Los veía íntimos, entregados el uno al otro y, sin embargo, no se sentía fuera de lugar.

Fue un poco difícil no sucumbir al tirón que empezaba a sentir en el bajo vientre. Ni la atmósfera ni la situación se prestaban a la lujuria, pero no era fácil ignorar a dos hombres atractivos, y menos cuando compartían un vínculo que casi siempre reservaban para el sexo.

—Detente, Berdon —advirtió, cuando este ya recostaba a su pareja, que lo había rodeado con los brazos.

—Gracias —replicó el vampiro, y se apartó—. ¿Estás bien?

Sigurd asintió. También él había estado a punto de dejarse llevar, y es que ya asumido el dolor de la mordida, le era muy difícil resistirse a ese hombre. Se le había pasado por la cabeza dejar que siguiera, llamar a Viktor y relegar las responsabilidades a un par de horas más tarde. Por eso habían acordado que su pareja no participaría: necesitaban una mente serena que los contuviera.

Volvió a incorporarse. Viktor se acercó con una gasa impregnada en alcohol y limpió la sangre de las dos heridas. Tenía las pupilas dilatadas y las fosas nasales abiertas por culpa del olor de la sangre. Distinguiría la de Sigurd a kilómetros de distancia. Este siseó por el escozor que el alcohol le había provocado.

—No me puedo creer que incluso así...

Dejó la frase a medias, pero se cubrió la abultada entrepierna y esa fue explicación suficiente.

—No te tortures por ello —señaló Berdon—. Ha sido culpa mía.

Ambos sabían a qué se refería. En ocasiones, a Berdon le resultaba imposible no transmitir la potente atracción física que sentía hacia Sigurd. Sus emociones estaban atrofiadas desde que Ashilda le rompiera el corazón, los sentimientos negativos lo dominaban y los positivos emergían sin ningún control cuando ya no podía contenerlos. Solo la experiencia y la costumbre habían enseñado a Sigurd a distinguir cuándo sus sentimientos hacia Berdon eran propios y cuándo no eran más que la proyección involuntaria que este ejercía. No siempre acertaba.

Hasta que me olvide de ti (#LatinoAwards2020)Where stories live. Discover now